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sábado, 1 de abril de 2017

ÁLVARO MUTIS: POEMAS


GRIETA MATINAL

Cala tu miseria,
sondéala, conoce sus más escondidas cavernas.
Aceita los engranajes de tu miseria,
ponla en tu camino, ábrete paso con ella
y en cada puerta golpea
con los blancos cartílagos de tu miseria.

Compárala con la de otras gentes
y mide bien el asombro de sus diferencias,
la singular agudeza de sus bordes.

Ampárate en los suaves ángulos de tu miseria.
Ten presente a cada hora
que su materia es tu materia,
el único puerto del que conoces cada rada,
cada boya, cada señal desde la cálida tierra
donde llegas a reinar como Crusoe
entre la muchedumbre de sombras
que te rozan y con las que tropiezas
sin entender su propósito ni su costumbre.

Cultiva tu miseria,
hazla perdurable,
aliméntate de su savia,
envuélvete en el manto tejido con sus más secretos hilos.
Aprende a reconocerla entre todas,
no permitas que sea familiar a los otros
ni que la prolonguen abusivamente los tuyos.

Que te sea como agua bautismal
brotada de las grandes cloacas municipales,
como los arroyos que nacen en los mataderos.

Que se confunda con tus entrañas, tu miseria;
que contenga desde ahora los capítulos de tu muerte,
los elementos de tu más certero abandono.

Nunca dejes de lado tu miseria,
así descanses a su vera
como junto al blanco cuerpo
del que se ha retirado el deseo.
Ten siempre lista tu miseria,
y no permitas que se evada por distracción o engaño.

Aprende a reconocerla hasta en sus más breves signos:
el encogerse de las finas hojas del carbonero,
el abrirse de las flores con la primera frescura de la tarde,
la soledad de una jaula de circo varada en el lodo
del camino, el hollín en los arrabales,
el vaso de latón que mide la sopa en los cuarteles,
la ropa desordenada de los ciegos,
las campanillas que agotan su llamado
en el solar sembrado de eucaliptos,
el yodo de las navegaciones.

No mezcles tu miseria en los asuntos de cada día.
Aprende a guardarla para las horas de tu solaz
y teje con ella la verdadera,
la sola materia perdurable
de tu episodio sobre la tierra.



CITA

Bien sea en la orilla del río que baja de la cordillera
golpeando sus aguas contra troncos y metales dormidos,
en el primer puente que lo cruza y que atraviesa el tren
en un estruendo que se confunde con el de las aguas;
allí, bajo la plancha de cemento,
con sus telarañas y sus grietas
donde moran grandes insectos y duermen los murciélagos;
allí, junto a la fresca espuma que salta contra las piedras;
allí bien pudiera ser.
O tal vez en un cuarto de hotel,
en una ciudad a donde acuden los tratantes de ganado,
los comerciantes en mieles, los tostadores de café.
A la hora de mayor bullicio en las calles,
cuando se encienden las primeras luces
y se abren los burdeles
y de las cantinas sube la algarabía de los tocadiscos,
el chocar de los vasos y el golpe de las bolas de billar;
a esa hora convendría la cita
y tampoco habría esta vez incómodos testigos,
ni gentes de nuestro trato,
ni nada distinto de lo que antes te dije:
una pieza de hotel, con su aroma a jabón barato
y su cama manchada por la cópula urbana
de los ahítos hacendados.
O quizá en el hangar abandonado en la selva,
a donde arrimaban los hidroaviones para dejar el correo.
Hay allí un cierto sosiego, un gótico recogimiento
bajo la estructura de vigas metálicas
invadidas por el óxido
y teñidas por un polen color naranja.
Afuera, el lento desorden de la selva,
su espeso aliento recorrido
de pronto por la gritería de los monos
y las bandadas de aves grasientas y rijosas.
Adentro, un aire suave poblado de líquenes
listado por el tañido de las láminas.
También allí la soledad necesaria,
el indispensable desamparo, el acre albedrío.
Otros lugares habría y muy diversas circunstancias;
pero al cabo es en nosotros
donde sucede el encuentro
y de nada sirve prepararlo ni esperarlo.
La muerte bienvenida nos exime de toda vana sorpresa.



EXILIO

Voz del exilio, voz de pozo cegado,
voz huérfana, gran voz que se levanta
como hierba furiosa o pezuña de bestia,
voz sorda del exilio,
hoy ha brotado como una espesa sangre
reclamando mansamente su lugar
en algún sitio del mundo.

Hoy ha llamado en mí
el griterío de las aves que pasan en verde algarabía
sobre los cafetales, sobre las ceremoniosas hojas del banano,
sobre las heladas espumas que bajan de los páramos,
golpeando y sonando
y arrastrando consigo la pulpa del café
y las densas flores de los cámbulos.

Hoy, algo se ha detenido dentro de mí,
un espeso remanso hace girar,
de pronto, lenta, dulcemente,
rescatados en la superficie agitada de sus aguas,
ciertos días, ciertas horas del pasado,
a los que se aferra furiosamente
la materia más secreta y eficaz de mi vida.
Flotan ahora como troncos de tierno balso,
en serena evidencia de fieles testigos
y a ellos me acojo en este largo presente de exilado.

En el café, en casa de amigos, tornan con dolor desteñido
Teruel, Jarama, Madrid, Irún, Somosierra, Valencia
y luego Perpignan, Arreglen, Dakar, Marsella.

A su rabia me uno, a su miseria
y olvido así quién soy, de dónde vengo,
hasta cuando una noche
comienza el golpeteo de la lluvia
y corre el agua por las calles en silencio
y un olor húmedo y cierto
me regresa a las grandes noches del Tolima
en donde un vasto desorden de aguas
grita hasta el alba su vocerío vegetal;
su destronado poder, entre las ramas del sombrío,
chorrea aún en la mañana
acallando el borboteo espeso de la miel
en los pulidos calderos de cobre.

Y es entonces cuando peso mi exilio
y miro la irrescatable soledad de lo perdido
por lo que de anticipada muerte me corresponde
en cada hora, en cada día de ausencia
que lleno con asuntos y con seres
cuya extranjera condición me empuja
hacia la cal definitiva
de un sueño que roerá sus propias vestiduras,
hechas de una corteza de materias
desterradas por los años y el olvido.



Álvaro Mutis

Álvaro Mutis Jaramillo. (Bogotá, 25 de agosto de 1923 - Ciudad de México, 22 de septiembre de 2013). Poeta, novelista y periodista colombiano.
Cursa sus primeros estudios en Bruselas. Posteriormente se traslada a Bogotá y vive desde 1956 en México, donde alterna la escritura con trabajos en diversas empresas. Los recuerdos de su infancia en Bélgica marcan uno de los principales temas de su obra, el contraste entre Europa y América.
A principios de los 40 comienza a trabajar en la radio, donde dirige un programa dedicado a la literatura y ejerce como locutor de noticias. Inicia su carrera literaria, influenciado por los escritores surrealistas, publicando sus primeros poemas y críticas en la revista Vida y en los suplemento literarios de los diarios El Espectador y La Razón. En 1947 publica su primer libro de poemas en colaboración con Carlos Patino, La Balanza.
Mutis se vincula con los jóvenes poetas que giran en torno a la revista Mito, fundada en 1955 y dirigida por Jorge Gaitán Durán, y continúa publicando libros de poemas como Los elementos del desastre (1953) - donde aparece por primera vez Maqroll el gaviero, el personaje que ya nunca ha abandonado a Mutis - o Memoria de los hospitales de ultramar (1959). Hacia 1960 comienza a operarse en él un viraje desde la poesía hacia la prosa. Publica el Diario de Lecumberri (1960) y Los trabajos perdidos (1961).
En 1973 publica su novela La mansión de Araucaíma y presenta en España su poesía Summa de Maqroll el gaviero. Al año siguiente obtiene el Premio Nacional de Letras de Colombia, que supone el primer reconocimiento importante a su obra. En años posteriores continúa compaginando la literatura y el periodismo, iniciando Bitácora del reaccionario, su columna semanal, y colaborando en revistas dirigidas por Octavio Paz. En televisión presenta el programa Encuentros, dedicado a entrevistas con escritores.
Sus siguientes libros son de poesía: Caravansary (1982), Los emisarios (1984), Crónica y alabanza del reino (1985), y Un homenaje y siete nocturnos (1987). En 1983 se le concede el Premio Nacional de Poesía de Colombia, y tres años después el Premio Médicis a la mejor novela extranjera en Francia por La nieve del almirante. La Universidad del Valle le nombra Doctor Honoris Causa en Letras en 1988, y posteriormente lo hace la Universidad de Antioquia. En estos años ven la luz sus novelas Ilona llega con la lluvia (1988), Un bel morir (1989), La última escala del Tramp Steamer (1990) - obra con la que recibió el Premio Javier Villa Urrutia -, Amirbar (1990) y Abdul Bashur, soñador de navíos (1991). Entre otros, recibe el Premio Roger Caillois, otorgado por la ciudad de Reims por el conjunto de su obra, la Orden de las Artes de Francia y el Águila Azteca de México. 
Posteriormente publica obras como Tríptico de mar y tierra o Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, que recopila las distintas obras dedicadas a Maqroll. En 1997 recibe el premio Príncipe de Asturias de las Letras y gana la VI edición del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
En el año 2001 es galardonado con el Premio Cervantes por su aportación a la literatura en lengua española, y dos años después recibe la Legión de Honor en grado de oficial, la mayor distinción que otorga el gobierno francés.
El 22 de septiembre de 2013 Álvaro Mutis muere en México, donde había residido más de cincuenta años.
Fuente: cervantes.es - todacolombia.com - Foto: ludimia.blogspot.com



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