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viernes, 6 de enero de 2017

CRISTINA BAJO: PARA LLAMAR LA LLUVIA



Decían los comechingones, antiguos habitantes de Córdoba, que las Sierras Grandes eran como un inmenso cántaro que guardaba las viejas y las nuevas lluvias. Este cántaro tenía grietas por donde el agua se deslizaba por las vertientes que aparecían por quebradas y valles.

Dentro de las sierras había ríos jamás vistos por los hombres, y en ellos vivía una diosa, una joven que sólo a veces se dejaba ver: los comechingones llamaban La Madre del Agua.

Sus ojos eran azules como el cielo despejado y llevaba el pelo rubio trenzado con hilos de luna y de sol; su piel era del color de la primera aurora.

Si estaba de buen humor, hacía que la tierra helada del invierno se volviera verde con la lluvia de primavera y que treparan por los troncos las campanillas azules, y entre las rocas nacieran los helechos.

Pero si estaba enojada, rompía los grandes cántaros y lanzaba por las quebradas fuertes crecientes que arrastraban árboles y rocas que destruían todo a su paso.

En uno de aquellos enojos, se negó a soltar el agua, la tierra comenzó a morir de sed, y con ella los animales y los seres humanos. Fue tan grave la sequía, que los pajaritos caían muertos mientras volaban y los renacuajos boqueaban en los cauces secos.

Entonces todos los animales fueron a ver a la señora Chuña, que era fea, tristona y calladita.


-Señorita Chuña, debe usted pedirle a la Madre del Agua que por favor nos largue aunque sea un chorrito de agua para seguir viviendo.

La señora Chuña, modesta como era, dijo:

-¿Y por qué me ha de escucharme tan importante señora?

-Es que usted tiene un canto muy triste y cuando la oye, se larga a llorar, los cántaros se llenan y no tiene más remedio que vaciarlos sobre la tierra.

La Chuña aceptó pero, por las dudas, el señor Vizcacha y la señora Comadreja fueron a ver a la Perdiz. Desde el sendero, para no asustarla -le tenía mucho miedo del Zorro-, le rogaron que se pusiera a silbar cerca del arroyo, para que la Madre del Agua mandara la lluvia.

-¿Creen ustedes que me escuchará?_ preguntó el avecita, contenta de ser solicitada para cosa tan importante.

-Sin duda!- dijo el Señor Vizcacha_; la señora se pone muy contenta cuando usted se baña en los charquitos.

La Perdiz prometió que silbaría hasta que a la diosa se le pasara el enojo.

Por si acaso, mandaron a la Lechuza a buscar al Crispín, que andaba siempre como bandolero, escondido. Cuando comenzó a oscurecer –la Lechuza salía de día- se posó en un tala, y lo llamó con su “Hu, hu” que asustaba a los seres humanos, pero no al Crispín, que le contestó con su melancólico cantito.

_Señor Crispín, sabemos que a usted solamente aparece cuando las ánimas andan sueltas, pero es necesario que vaya hasta la laguna del Champaquí, donde nosotros no podemos ir porque los Espíritus de la Sierra nos atraparían. Como usted es muy hábil, podrá engañarlos y cantar hasta que la Madre del Agua haga lo que debe hacer: mandar la lluvia.

Y como la Reina de los Ríos quería mucho a estos tres pajaritos, los oyó cantar, se conmovió y derramó el agua para apagar la sequía. Entonces crecieron los pastos, los sapos pusieron huevos y nacieron de nuevo renacuajos, las mariposas alegraron a todos y el campo se coloreó con las bonitas flores de las sierras.

Desde entonces, cuando la sequía castiga las tierras cordobesas, la Chuña, la Perdiz y el Crispín despiertan a la Madre del Agua, que envía la lluvia para que los animales, las plantas y los comechingones no mueran de sed y puedan alimentar a sus hijos y descansar la mirada sobre los campos en flor.




Cristina Bajo
Nació el. 17 de junio de 1937 en Córdoba, Argentina, una escritora argentina de novelas románticas históricas y cuentos basados en leyendas argentinas desde 1996. Es una autora super-ventas dentro de país, que ha sido traducida a otros idiomas.
Fuente: rumbosdigital.com - Wikipedia - 
Foto: poramoraloslibros.blogspot.com

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