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viernes, 23 de diciembre de 2016

JUAN SASTURAIN: SPORTIVO VIRREYES



La historia es muy linda y no es mía. Me la contó un amigo. Sólo me he ocupado de entreverar circunstancias, agregar detalles y sumar nombres propios para hacerla más próxima a cosas que sí conocí, que cualquiera conoció. El lector puede imaginarse el contexto de la secundaria, hace unas décadas. No tantas, apenas las necesarias para que nada haya cambiado demasiado.

Ritmo, explicaba Paternó: en principio, era una cuestión de ritmo. La memorización se sustentaba ―en parte― en encontrar la cadencia. Aunque no siempre alcanzaba con eso, advertía Paternó; y enseguida condescendía a recordar el cuento de Jaimito en que, cuando le tomaron la tabla del dos empezó así: «La la-lá, lá; la la-lá, lá; la la-lá, lá…». La maestra lo paró ahí: «¿Y eso qué es?». «Es la música de la tabla. La letra todavía no me la sé». Y Paternó dejaba que la tropa riera, se dejaba franelear demagógicamente como docente permisivo y piola, capaz de contar cuentos en clase. Y enseguida, sobre el pucho y las risas, contaba otro, atribuido nada menos que a Charles Chaplin y llamado precisamente «Ritmo»: un condenado a muerte ya expuesto al pelotón de fusilamiento espera la posibilidad de un indulto de última hora. Vencidos todos los plazos, el oficial dice «Apunteeen», grita «¡Listosss!»… y en ese momento se oye una exclamación: «¡Paren!». Pero todos los soldados ―llevados por una ciega cadencia― hacen fuego. Era el indulto, pero nadie ha escuchado las palabras, sino que todos han oído una orden, llevados por la inercia del ritmo. El indultado está muerto, fusilado.

Paternó lo contaba bien. Cierta mecánica aplicación de recursos y efectos, dada por veinte años de docencia, no alcanzaban a empañar la eficacia del relato. Un profesor de Historia capaz de dramatizar las Guerras Médicas o la muerte de Julio César para apacentar a las fieras de primer año, o de describir las penurias de Cortés en la Noche Triste de Tenotchitlán para mantener suspensos a los salvajes de segundo tenía que ser un buen vendedor de su materia. Y lo era: vendía lo suyo con fervor, sobre todo cuando en la historia había madera aventurera para tallar. En otras zonas más áridas, despertar el interés del hirsuto estudiantado se hacía más difícil, pero ahí es cuando Paternó extremaba recursos, sacaba ideas de la galera. Como cuando se le presentaba el «problema de los virreyes», según solía decir en reuniones de profesores.

La experiencia le indicaba a Paternó que si bien la secuencia de Descubrimiento y Conquista de América era entretenida por los viajes, los charrúas que se comieron a Solís y las morbosas matanzas en las minas de plata, el interés decaía con la insoportable Época Colonial: hacia el mes de junio, la aridez de temas como las Leyes de Indias, la Real Audiencia y el Monopolio, el tratado de Tordesillas y el contrabando hacían casi interminable el camino que llevaba hasta las amenísimas Invasiones Inglesas, penúltimo foco de interés antes de que el pueblo quiera saber de qué se trataba. Por eso, había encontrado un recurso para zafar de los virreyes que, sacando el iluminado Vértiz y el cagón de Sobremonte ―se permitía el exabrupto― eran una serie indiferenciada, imposible de retener.

―Por eso, muchachos ―decía Paternó después de la introducción referida al ritmo, el cuento de Jaimito y de Chaplin―, es cuestión de encontrar un esquema previo, una unidad rítmica y de algún modo visual que les permita memorizar sin esfuerzo esta lista de nombres que van de don Pedro de Cevallos a don Gaspar Hidalgo de Cisneros. Y yo les propongo una ―y ahí se volvía imprevistamente a uno de los más atorrantes―: A ver, vos: ¿Cómo forma Racing?

Luego de unos instantes de vacilación, el adoquín incapaz de hilvanar el nombre de tres próceres recitaba sin vacilación la rítmica oración consabida: Negri; Anido y Murúa; Blanco, Peano y Sacchi; Corbatta, Pizzuti, Manfredini, Sosa y Belén.

―Bien. Y a ver vos: ¿Cómo forma Boca?

Y el otro empezaba: Roma; Silvero y Marzolini; Simeone, Rattin y Orlando…

―Está bien ―interrumpía Paternó yendo hacia el pizarrón, tiza en mano―. Hagan de cuenta que hoy van a aprender otro equipo: Sportivo Virreyes, si quieren. En el arco, Cevallos; dos backs: Vértiz y Del Campo ―y los ponía en forma de pirámide, respetando la vieja, clásica formación futbolera―; la línea media forma con Arredondo de half derecho, Melo de centrehalf y Olaguer de seis; adelante, de wing Avilés; Del Pino de insai; Sobremonte de nueve; Liniers de diez y Cisneros de wing izquierdo. A ver, léanlo, díganmelo.

Y los analfas lo repetían con la precisión inolvidable de una formación con camiseta y todo. Lo repiten todavía.

El amigo que me lo contó es incapaz de armar la Primera Junta sin trabucarse y ni hablemos de los escurridizos Triunviratos. Pero de Sportivo Virreyes no se puede olvidar. Para él, fana de River, Carrizo es Cevallos; Mantegari es Arredondo; Pipo Rossi es Melo y el glorioso Walter Gómez tiene, para siempre, el lugar del cagón de Sobremonte.


Juan Sasturain 

(5 de agosto de 1945 en Adolfo Gonzales Chavesprovincia de Buenos Aires) es un periodista, guionista de historietas, escritor y conductor de TV argentino. 
En sus comienzos tuvo contacto con el ambiente del fútbol y llegó a probarse en varios clubes.

Fuente: cerradopormelancolía.wordpress.com - Juan Sasturain | Del libro «Picado grueso. Cuentos y relatos de Fútbol», Ed. Al Arco, 2006. - es.wikipedia.org - Foto: solesdigital.com.ar

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