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viernes, 14 de octubre de 2016

IBARRECHEA: ¿DÓNDE ESTÁBAMOS CUANDO MÁS NOS NECESITABAS?

-A mi me contaron que cuando el Ignacio Zabala apareció por el centro de este pueblo vendiendo empanadas, y vestido con un delantal blanco y gorro de cocinero, les juro que no lo podía creer. Dicen que la gente primero lo miraba con cierto asombro, luego rumoreaban con cierta sorna y finalmente se le reían a carcajadas limpias, pero el tipo, siempre con la frente alta -Me cuenta Pablo Lencinas-.
Entonces, un poco por curiosidad y otra porque debía tramitar unos papeles en el Banco de la Provincia, bajé al pueblo. Y lo vi.
Coloquen sus cinturones que salimos a la ruta y vamos a ir rapidito, ya son las 11:00 -nos dijo mientras controlaba los instrumentos del auto-.
Pero verlo a sus cincuenta y pico de años y saber que escribía tan bien y que era tan culto, vendiendo empanadas casa por casa puerta por puerta, golpeando las manos ante los ladridos de los perros, haciendo probar sus productos que llevaba prolijamente acomodadas en la canasta, para que a los posibles compradores les de las ganas de pedirle media, o una docena, me daba lástima. Me dio una tristeza enorme. Lo recuerdo ahorita mismo al Ignacio el día que salía de la Municipalidad con la cabeza gacha, con una cara de frustración y rabia porque me dijo que, "hoy tampoco lo habían atendido". En realidad, el Ignacio no quería pedir trabajo. Él iba para allá a golpear puertas de funcionarios para pedirles que hagan algunas mejoras y que, entre sus ideas, estaba esa de que les dieran participación a los vecinos, ya que siempre argumentaban que no tenían personal suficiente para andar limpiando baldíos. Me dijo en aquella oportunidad, mirá Negro, lo recuerdo perfectamente, que les había pedido un almuerzo comunal para todos los que limpiasen una manzana de baldíos, como un estímulo. Lo que hicieron ellos fue decirle que eso lo iban a ver más adelante. Esto hace ya, tres años creo. Después fue con la idea de hacer una colecta o una rifa para comprar los materiales necesarios para hacer un puentecito que cruce el canal. Me dijo que le dijeron que si estaba loco, que eso dependía de Hidráulica y que el Municipio no tenía nada que ver, y según se comentaba, le habrían pedido que no vaya más. Vos viste que hay que caminar cuatro cuadras para allá, por donde pasan las vías del ferrocarril, para poder cruzar al barrio Las Flores. Imaginate a los chicos que van a la escuela y a los que vuelven de noche, y a los que van a laburar, pasar por esa oscuridad, te la debo.
Y hablando de volver, el Ignacio volvió a la Municipalidad, esa vez con su librito de cuentos en borrador, de cuentitos para niños, y una idea genial. Me dijo que era para que algunas personas mayores que tengan tiempo y ganas, les lean esos cuentitos a los niños internados. Me decía con su tono de voz agradable, con su porte de caballero, con su postura de hombre ya medio cansado y que se iba quedando sin plata, que, los cuentitos no eran otra cosa que pequeños personajes de ficción, que ayudaban a levantarles el ánimo a los niños. El Indiecito Valiente, que era un un astuto indiecito Comechingón que se ganó la confianza de los españoles invasores y que a fuerza de juegos como la payana y otros juegos de destreza, les hacía jurar que el que perdía abandonaba las tierras. Ingenioso, ¿verdad? Después había otro de un niñito que quería volar y que todas las noches leía un librito de magia que le enseñaba algunos trucos y que así fue aprendiendo este changuito, a saltar cada vez más alto, una noche, el changuito volador saltó desde el patio hasta arriba del techo de su casa. En su cuentito, el Ignacio Zabala, explicaba que este niñito, se da cuenta que puede recorrer todos los techos de las casas del pueblo sin que nadie se de cuenta. Pero que en cada vuelo extrañaba más a su perrito, y que entonces se da cuenta de algo y deja de volar para que el animalito no llore más. Era su mejor amigo. Vos fijate qué imaginación la del tipo. Y había uno triste, hablaba de un niño que había quedado huerfanito y que cada noche le lloraba a la luna, porque le decían que sus padres estaban escondidos atrás de ella. Pero después, le da un final algo feliz, si se quiere, pues aquel niño, según Zabala, hoy era médico de un hospital. En fin eran como veinte cuentos en total los que había escrito, no recuerdo a todos, pero había uno de una nena que atajaba penales, esas cosas del machismo, vos viste, siempre hay una nena mirando cómo juegan los varones en cada canchita, y que siempre ella quería jugar mezclada con ellos, así es que siempre, cada vez que había que fusilar al arquero en un penal, la ponían al arco. Un día les hace ganar un campeonato atajándolos a todos. Jé.
Se guardaron uno de los borradores y nunca lo llamaron, mala gente. Fue varias veces con el recibo a buscarlo, pero argumentaron que se les había perdido.
No se si te acordás de Diógenes Loyola, el que sabe vida y obra de nuestros próceres, el nombre de las estrellas, numerólogo, quinielero y borrachín. Bueno, el Ignacio sabía lo mismo, pero no decía malas palabras, no puteaba como Diógenes.
Y al Ignacio ya no se lo vio por acá vendiendo empanadas. Le pasó de todo, varias veces le decomisaron la mercancía, los putos estos de los inspectores municipales y hasta le negaron el permiso municipal para seguir vendiendo empanadas, como un simple vendedor ambulante. Eso terminó por matarlo de bronca.
Pensar que vino a estos pagos enamorado, se había juntado con la Delicia Moyano y vivían allá por la calle Rioja, pasando las vías. Ella se había separado y se fue a vivir con la madre, doña Sebastiana, la que limpiaba la casa de la doctora Herrera, esa que es la dueña de todos los terrenos que rodean al cementerio y que, dicho sea de paso, está buena, está linda la jovata.
Bueno te cuento esta parte de la historia del Ignacio, que ya lo vas a conocer, Negro.
Dicen que como él se vino para acá muy esperanzado, metió mucha plata en la casita de doña Sebastiana, una porque él ahora convivía allí con la Delicia, negra linda de aquel barrio. Y otra porque sinceramente creemos que la amaba, que la amaba bien. Nunca lo vimos en fulerías, él solo hablaba de ella. Pensaba en ella.
Bueno, volviendo al tema, me contó este fulano que viene sentado atrás haciéndose el dormido para no tener que hablar...¡Despertate cara de pollo! 
Nicolás siempre se hace el tonto como perro que lo están horconeando...
Cuéntale al Negro lo que me contaste de la Delicia y el Ignacio  -Nicolás se despereza en el asiento trasero del automóvil, baja el vidrio de la ventanilla y enciende un cigarrillo- 

-Lo que pasa es que bien, bien, no me acuerdo -empieza su relato Nicolás López-. Pero hace cosa de dos o tres semanas, me dijo el Fermín Toledano, que la Delicia le había pedido que se vaya de la casa al Ignacio. Y que este como buen tonto que es, se mandó a mudar sin decir palabra y que le contó el Ignacio al Fermín, que lo único que él dijo era que ella era una pobre mujer, que no sabía lo que hacía, que no conocía lo que es amar, que amar es saber renunciar a muchas cosas o algo parecido a eso, me dijo que le había dicho.
-¿Quién es Fermín Toledano? -pregunté-.
-Uno de los mejores arqueros que tuvo el Atlético allá por los años setenta. Ahora tiene una carnicería por el bajo, la "Sin Guantes" porque él atajaba sin guantes. Así es que se "comió" varios goles, ja já. Toledano le fiaba la carne.
-Sigo, Fermín después me contó que fue un día domingo, que le dijo el Ignacio, que él venía cansado porque había mirado parte del clásico entre el Atlético y el Independiente sentado en la tapia y que la policía lo hizo bajar dos veces, claro, el no tenía un peso para pagar la entrada, que después del partido llegó a la casita y que encontró acostada y desnuda a su mujer, a eso de las seis de la tarde, y que entonces se acostó al lado de ella y empezó a acariciarla y que ella le sacaba las manos de las nalgas, haciéndose la dormida, entonces parece que se la quiso introducir por atrás y que ella se levantó y que le gritó de todo. ¡Já! pobre Ignacio que dice que le decía, que él le había dado de todo con sus ahorros y que con las ventas de las empanadas que él mismo hacía, le había comprado toda esa ropa que estaba sin lavar y sin planchar en el ropero, que le dijo de la heladera llena de comestibles y del lavarropas sin usar, es cierto, porque no había comprado la ficha adaptadora por simple olvido, pero que con él nada le había faltado, que solo quería hacerle el amor por atrás, como al principio, que él no sabía porqué se molestaba ahora, tanto lío por eso. ¡Ja ja!

-Creo que calculaba que el enojo de ella era porque estaba desempleado, nunca había conseguido un trabajo y ya nadie le compraba nada.
-Ni le dejaban vender.
-La cuestión es que el domingo a la noche, parece que durmió en un vagón de carga, de esos que están en las vías muertas y que el lunes a la mañana salió caminando rumbo al sur, para el lado de las sierras altas. Le dijo que iba a estar bien y que volvería. 
-Pero Fermín Toledano no supo más de él desde entonces y, por eso, viajó a Córdoba, a la División Búsqueda de Personas y efectuó la denuncia. Dice que contó todo y que no la hacía aquí por el chismerío de la misma policía. Todo se comenta, ustedes vieron como es.
-Por eso Negro, vamos para el lado de La Higuerita. Don Pancho Ayala, dice que vio un vagabundo metido en un viejo puesto de la mina, que se acercó para hablarlo desde su caballo y que el tipo se escondió en el monte. Dice que estaba vestido con la misma ropa que nos dijo que tenía puestas el Ignacio, según Fermín.

-Encima el obispo cerró el albergue para hombres solos, que había en el pueblo.
-Qué bonito.
-Total, a él no le falta nada.
-Por supuesto.
-Si llegamos antes que la bruta policía, que nunca tiene móviles para eso, lo levantamos, lo traemos, lo bañamos, lo vestimos bien y recuperamos un amigo. 
-Si señor, para eso estamos los amigos.
-Cuando uno se pregunta, ¿Dónde están ustedes, cuando más los necesito? Creo que no se piensa en la familia, se piensa en los amigos. ¿Verdad? 
-Verdad, no conozco una familia unida.
-Verdad, amigo.
-Qué triste es, a veces, ser anónimo.
-Si.
-Tenés que doblar por aquí.
-¿Podés conducir con más cuidado, Pablo? 
-Que te pasa ché, mi auto es un VolksWagen 
-Camino de mierda, tierra y pozos, pozos y tierra.
-Encima hace seis meses que no llueve.
-¿Tiene familia este tipo?
-No, creo que no.
-Debe tener. Supongo.
-El pronóstico dice que a lo mejor la semana que viene llueve.
-¡Mirá eso! ¿la pisaste?
-Si, era una víbora, de las venenosas.
-Por aquí está lleno.
-Yo quería bajar a orinar.
-Aguanteselá, amigo.
-Allá está el puesto, los gringos les plantaron álamos alrededor.

Llegamos a las 13:30

-¡Ignacio! ¡Ignacio!
-¡Zabala! ¡Zabala!
-Entremos a buscarlo.
-Vayan ustedes yo voy a orinar.
-Me da un poco de miedo.
-Dame agua.
-A lo mejor ya se fue.
-Fumemos, convidame uno de los tuyos.
-¡Miren para allá!
-¿Que mierda es eso?

Corrimos a ver

-¡Ignacio!
-¡Dios mío! que no sea tarde por favor.
-¿Ignacio?¿Ignacio?

La Policía llegó a las 13:38

Ibarrechea
Extraído del :"Cuaderno de las malas noticias"
Nació en Deán Funes, Córdoba, Argentina en 1955




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