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viernes, 23 de septiembre de 2016

PETER BOYLE: POEMAS



Robert Frost a los ochenta


Pienso que hay poemas más grandes y extraños que cualquiera que hayamos conocido.
Me gustaría encontrarlos.
No están en los grisáceos papeles de viejos libros
o cantados en oscuros labios.
No están en el lenguaje de las sirenas
en los adjetivos de las filosas lenguas del desaparecimiento.
Corren como rasgados hilos a través de las baldosas.
Están agrietados como el cráneo de un hombre viejo.
Se revuelven en el espejo
a los cincuenta,
a los ochenta.
Mi oído sigue intentado escucharlos
pero el malecón es frío.
La marea avanza.
Migran como cuervos hacia un campo de grillos.
Tocan a la puerta cuando estoy fuera.


He hecho con destreza.
¿Cómo puedo enfrentar fantasmas con inteligencia,
el hábil deslizamiento de la paradoja y el ritmo
que transforma al prejuicio
en quebradizas gemas de aparente sabiduría?

Aunque entierre todo lo que poseo o mantengo cerca
aunque mi piel sobreviva a los árboles
aunque las líneas se precipiten resquebrajando las piedras
no puedo atraparlos.
Tienen el cantarín acento
de una casa que alguna vez vi pero a la cual nunca entré.
Son el sonido que escucha un niño –
el agua, la tarde, el cielo.
Los veo ahora
goteando a través del espejo abierto.
Algunas veces, pero casi nunca
tocamos aquello que deseamos.



Educación

Siete años de edad
encargado con un tío
y un manojo de billetes se perdió.
Por tres días encerrado en un cuarto, golpeado.
Los dorados orbes de peniques ardían en un horno
sujetados por tenazas
brillan sobre la piel de una niña
mientras ella grita y grita.
Estas blancas, rondas cicatrices
que permanecen hasta hoy en día
sin pigmentación
sin la sombra del color
sólo con la posluminiscencia de la ceniza.

Tras contar la historia
quemas tu mano con el hierro,
la quemas tú mismo,
tu castigo por romper el silencio.

Corriste hacia el balcón pero te jalaron de regreso adentro.
Querías escupir, gritar insultos a los soldados
para que parasen la golpiza que le daban al viejo en la calle.
“Escucha,” dijo ella, al detenerte, tu madre.
“Escucha, tienes que aprender a decir nada.”
Aprender a ser nadie.
Aprender a ser una pared blanca
que no tiene cara ni lengua.



Parálisis

Enteramente recostado
en la batea de una camioneta prestada a mi padre
veo hacia arriba:
las hojas son inmensas,
verdes y doradas con la clara luz del verano
atravesándolas –
aunque sólo puedo girar mi cuello
puedo verlas todas
a lo largo de esta avenida sin límites.

¿Qué importa
que sea sólo ojos
si debo ser cargado
con tan poco peso
bajo los árboles del mundo?
Desde más allá del entumecimiento de mi extraño cuerpo
la riqueza de las hojas
cae eternamente
en mi pequeña y quieta visión.


Peter Boyle

(Versión del poeta, traductor y crítico Gustavo Osorio de Ita 1986)
textos del poeta australiano Peter Boyle (Melbourne, 1951).
Contrajo polio durante la infancia. Con su primer poemario, Coming Home From the World (1994), ganó el New South Wales Premier’s Award y el National Book Council Banjo Award. The Blue Cloud of Crying (1997) mereció el Banjo Award y el Adelaide Festival Poetry Prize. Es traductor de García Lorca y de Vallejo. 
Fuente: circulodepoesia.com - Foto: festivalamada.blogspot.com

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