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viernes, 8 de julio de 2016

JUAN RODOLFO WILCOCK: LA ATLÁNTIDA

Cuando aquella vasta isla que los antiguos llamaban Atlántida comenzó a hundirse en el océano, los más sagaces de sus habitantes decidieron embarcarse y mudarse a otro continente. Lamentablemente sus barcos eran pequeños y bastó una sola tempestad para tragarse a todos los emigrantes. Pero la gran mayoría de los atlánticos se habían quedado en la isla; de hecho, todas las profecías preveían un gradual reelevamiento del nivel de las tierras, y los isleños, como sucede a menudo, creían más en las profecías que en la realidad de lo que veían con los ojos y tocaban con la mano. Por eso, inundadas las llanuras costeras y amenazadas por las olas las primeras colinas, los periódicos atlánticos continuaban alentando a la población: "Hemos tenido una nueva confirmación, venida de las más altas esferas científicas de la isla, de que está prevista la progresiva elevación de la plataforma continental atlántica, cuyo movimiento parece haber sido tan repentino que ha arrastrado consigo las aguas del océano; esto explica el hecho de que éstas hayan alcanzado en algunas localidades un nivel falsamente preocupante. En la espera del retorno, sin duda inminente de las aguas geológicamente impelidas, los habitantes y animales sobrevivientes se han refugiado en las montañas que rodean a la capital. El gobierno ha tomado las medidas apropiadas para evitar este temporario peligro, mediante oportunos diques y barreras, mientras los sacerdotes amorosamente se ocupan de bendecir los restos flotantes".
Más subían las aguas, más optimistas se volvían los comunicados distribuidos por las agencias de noticias, más inminente era declarado el reflujo de la marea, con la consiguiente adquisición por parte del patrimonio nacional de nuevas e ilimitadas extensiones de tierra enriquecida por el fértil humus de milenios de vida submarina. Por eso nadie hizo nada, y cuando el último habitante, que era justamente el presidente del consejo, se encontró en la cima de la más alta montaña del país, con el agua al pecho, se oyó decir a los ministros que flotaban en torno suyo, cada uno aferrado a su propio escritorio: "Valor, excelencia, lo peor ya pasó".

Juan Rodolfo Wilcock
Poeta argentino, nacido en la ciudad de Buenos Aires. Fue uno de los más destacados escritores de la llamada “generación del 40”, que reunió a un grupo de autores notables que comenzaron a producir por esos años sobre una línea neorromántica, que más tarde incorporaría elementos de la literatura surrealista. El grupo, además, difundía su obra a través de revistas literarias. Entre ellas, Wilcock fue colaborador de Sur y director de Verde Memoria, en las que publicaba poemas inconformistas e innovadores que oscilan entre la melancolía y el sarcasmo. Entre 1949 y 1953 editó los libros Poemas y canciones, Ensayos de poesía lírica, Persecución de las musas menores, Paseo sentimental, Los hermosos días y Sexto. Apenas pasados los 30 años de edad, recibió el Premio de Poesía de la Sociedad Argentina de Escritores. Lingüista y filólogo, dominaba varios idiomas. Esto le valió en 1953 un contrato en Roma para traducir la versión en castellano de L'Osservatore Romano y su instalación definitiva en Italia, desde donde dio a conocer gran parte de su obra, como los relatos -de crueldad y humor infrecuentes- reunidos en Il caos (1961),La sinagoga de los iconoclastas (1972), El templo etrusco (1973) y Libro de los monstruos (1978), además de los libros de poesía Luoghi comuni (1961),Poesías españolas (1963) y Cancionero Italiano: 34 poesías de amor (1974). Ubicado en la primera línea de los intelectuales italianos, cultivó la amistad de figuras tales como Alberto Moravia y Pier Paolo Pasolini y hasta llegó a actuar en la película de este último, El Evangelio según San Mateo, en el papel de Caifás. Durante un breve regreso a la Argentina, compuso con Silvina Ocampo la pieza de teatro Los traidores (1956). Su profesión de ingeniero civil, que había ejercido en la provincia argentina de Mendoza y que abandonó muy pronto, inspiró su novela L'ingegnere, escrita originalmente en italiano y publicada en 1975. En los últimos años de vida, se trasladó a una casa humilde y aislada en la localidad de Lubiano di Bagno Regio, provincia de Viterbo, a unos 65 km al noroeste de Roma, donde permaneció solitario hasta su muerte en 1978. En 1980 se hizo una edición póstuma de sus Poesías. © eMe Fuente: epdlp.com - edilbertoaldan.blogspot.com - ciudadseva.com - Foto: narrativabreve.com

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