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viernes, 3 de junio de 2016

IBARRECHEA: LA BELLA NIÑA ROSARIO KINDELÁN

Me contaron que, a la hija del Tabaquero James Kindelán, conocida por todos en Pueblo Saucedo como la bella niña Rosario, la atendió el doctor Isaac Hoffman, que luego de revisarla con atención, habló con su madre, la española María Nieves Hurtado y que le dijo que le haga tomar el jarabe de mentol que ya le había dicho que se lo haga beber cada ocho horas aunque a la niña no le guste, y sino que pruebe darle miel -que usted sabe, puede ser muy efectiva en el tratamiento de la tos y de la garganta irritada que tiene esta pequeña-. También dicen que le dijo que la niña podía tomarla directamente o, para mejores resultados, que la mezcle con aceite de coco y jugo de limón. Dicen que el doctor Hoffman observó a su alrededor y le comentó a la señora de Kindelán que aproveche la cantidad de cognac europeo que había allí, y se lo mezcle con la miel y un poco de canela en una copita y que la mande a dormir abrigada después de beberla.

Cuentan que el señor James Kindelán, vendió todas sus hectáreas en Peremerimbé antes de que sean inundadas por el lago Imbuté, dicen que dejó la enorme casa vacía, que hizo cargar todos sus muebles en el tren del mediodía y que le ordenó a su mujer que era mejor ver a su padrino don Teófilo Cabanillas, porque el entendía de estas cosas y no ese tal Hoffman que era un médico del Partido Conservador que estaba allí para cuidar a los hombres grises que trabajaban en la represa del Imbuté.

Según parece, en la ciudad de Zanga Funda, lugar donde acontecieron heroicas batallas en las que siempre salía airoso el fallecido Comandante del pueblo Peremerimbino, don Juan Penerguido, y donde perdiera la vida una de sus esposas, la generala doña Laudette Neves, fueron decididos a ver a la llamada curadora Rebeca Martínez Apaz, que le hizo probar a la niña, un remedio de té de pimienta y miel. Ella decía que funcionaría en "Rosarito" porque la pimienta le iba estimular la circulación y el flujo de las flemas, y que la miel es un alivio natural de la tos -no, señor James, los hijos de combatientes no me deben nada-. La señora María Nieves Hurtado tuvo un viaje tranquilo, al lado de su esposo y cargando a su pequeña hija Rosarito entre sus brazos.

La tos le volvió a la niña en la ciudad de Altos Moncadas, y me dicen todos, que desde ahí fue un suplicio el largo viaje hasta Naranjillos, donde ya estaba afincado Don Teófilo Cabanillas, ilustre médico que encontraron en el mercado del puerto, desde donde partían las barcazas de los hermanos Virasolo con alimentos hasta el puerto central de Imbuté.
-También ha muerto la señora del comandante, doña Carlota Henríquez, padrino.
-James, James, James. Ella nos traicionó y nos vendió al gobierno central -Le contestó don Teófilo Cabanillas, pasando una mano sobre sus hombros mientras caminaban hacia el bar por un refresco de limonada-.

Dicen que en el puesto sanitario de Naranjillos, la enfermera Teresa Paniagua López, le aplicó una inyección y luego le dio a tomar dos cucharaditas de un jarabe de mentol que era el mismo que tomaban los soldados peremerimbinos y los soldados nacionales que estaban acuartelados en la Compañía del Norte. El mismo escuadrón del Mayor Castro y del Sargento "Cúter" Tavares, que crearon el famoso "Cuerpo de Combate en Selva". 

La señora María Nieves Hurtado, quería llegar cuanto antes a Mapuyo, para instalarse en su nueva casa. Por eso es que el señor James Kindelán, había ordenado a sus empleados que descargaran sus muebles en la estación de trenes de Altos Moncadas, y que se los lleven en los camiones Bedford hasta la dirección marcada en las afueras de Mapuyo, sobre el camino hacia el cerro del Indio Muerto.

Teófilo Cabanillas les prometió llevarles más jarabe contra la tos una vez que los hermanos Fontana, el macho Fonseca o la Cachita Barragán se los roben a los soldados nacionales. Dicen que Cabanillas les dio un fuerte abrazo y que le alcanzó a la bella niña Rosario, el manual de historia Peremerimbina -total tu ya sabes leer- dicen que le dijo. Pero que recuerdan que la enfermera Teresa Paniagua López, hablándole en Guaraní a la señora María Nieves, le decía que el tomillo es un buen tratamiento contra la tos, y las infecciones respiratorias que tiene la niña. Haga así -le decía-, a las hojitas pequeñas de la hierba póngala en una tacita y macháquelas en agua hirviendo, después, la va a colar, ¿sabe? una vez colada, métale una cucharada de miel grande y un poco de jugo de limón, así la bella niña Rosario no le encuentra mal sabor.

Escúchame ahijado James -decía Teófilo Cabanillas, mientras ellos subían a su automóvil-, el tomillo es un potente remedio que calma la tos y relaja los músculos de la tráquea, y eso le va a reducir la inflamación a la niña, buena suerte y buen viaje.
Dicen que doña María Nieves Hurtado quiso entregarle dinero a la enfermera, pero que ésta no le recibió nada y que se fue adentro sin saludar.

Un año después de la llegada de la familia Kindelán a Mapuyo, llegó un mensajero con la noticia de que el gobierno había atacado y matado a más de treinta peremerimbinos en Naranjillos. Algunos se armaron para defender su tierra, entre ellos el tabacalero James, que agrupó a su gente y repartió directivas de guardias rotativas y fusiles Springfield modelo 1903, para la defensa de la finca.

Dicen que la noche del veintidós de enero, se oyó un disparo, el ruido de un vidrio de la ventana rota y el impensado barullo que produjo al caer, el cuerpo ensangrentado del hijo de Irlandeses, don James Kindelán en el piso de madera de la sala. Parece que el tirador especial llevaba un fusil de largo alcance y los atributos del Cuerpo de Combate en Selva pegados en su uniforme verde olivo.

Los soldados entraron después, tomaron prisionera a doña María Nieves Hurtado a los fondos del patio de la casa y en el forcejeo, ella le clavó un puñal al suboficial Ramos Ramírez, encargado de las Tropas de Asalto. Un soldado la mató de un tiro en la cara.

Me contaron que varios soldados revisaron la casa.
Que se llevaron las armas escondidas en el sótano.
Que se llevaron las municiones escondidas en el altillo.
Que se llevaron los mapas y el manual de historia de Peremerimbé.
Que el cabo Boggy Speckler hizo llevar los cadáveres del señor Kindelán y el de su esposa, la señora Hurtado, para la fosa común de Naranjillos, en el camión Bedford.
Que se llevaron al malherido suboficial al hospital de campaña.
Que soltaron los pájaros de las jaulas y se llevaron los animales del corral.
Que no encontraron más nada.
Ni a nadie.
Y que le prendieron fuego a la casa y que luego salieron presurosos del lugar.

A la mañana siguiente, dicen, que desde la caseta del perro, al fondo del patio, la bella niña Rosario Margareth Hurtado Kindelán, de siete años de edad, asomó su rubia cabellera despeinada y mugrienta.
Dicen que llegó caminando descalza al pueblo Mapuyo, al lado de su perro llamado "Obús."
Dicen que se limpiaba la nariz con las manos.
Dicen que los soldados del cuartel no le prestaron atención.
Dicen que les pidió que le prepararan un te para la tos.
Dicen que decía que ella conocía las recetas.
Dicen que, solita, se quitaba mansamente las espinas de sus pies, mientras esperaba la infusión, sin llorar.













Extraído de la novela "Cúter" de J.A. Ibarrechea
© 2013 Cúter, de Ibarrechea
José Antonio Ibarrechea
Nació en Deán Funes, Córdoba, Argentina en 1955. Escritor

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