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jueves, 5 de mayo de 2016

OSVALDO GUEVARA: POEMAS

NIÑA CARMEN
Niña Carmen: anoche he comido unas uvas
dulces
como sus ojos.
Yo regresaba solo a pieza de hotel.
Iba subiendo, solo, esa escalera
que me pone en los pies lejanías de barco.
Y me salieron al paso los racimos
de un parral numeroso
que lo rodea todo como una sombra verde.
Mi mano deshabitada
que venía de no tocar tu pelo
fue tocando las uvas.
Mi boca desierta
que volvía de hablarle a usted
con la cautela con que una llovizna
se acerca a una paloma
fue comiendo las uvas
lentamente
sintiéndolas
perderse en mi garganta como imposibles besos
oyéndolas
penetrar en mi cuerpo y en mi vida
convertírseme en sangre
una sangre de miel y fuego suave
que cantará en mis venas para siempre.
Minuto tras minuto
uva
tras
uva
seguí yo en la escalera del hotel silencioso
a esa hora en que los huéspedes duermen
pesadamente
o se dejan estar
en un sopor insomne
recordando
olvidando
distintos
ni educados vulgares o feroces
con la brasa indolente del verano
en las respiraciones y las sábanas.
Una sensación honda
delgada
casi como una pena pero sin sufrimiento
entraba en mi memoria
mis manos
mi destino
(una sensación que iría conmigo hasta la pieza
y allí se quedaría
como un agazapado amanecer
hasta este día
este poema).
Y las hojas aún tibias del parral
era una frescura de canción olvidada
de aire envolviéndome el corazón
como un agua
una luz
como una cabellera de mujer.
Inmóvil
subía por las uvas
hasta empujar los racimos del azul con la frente.
Y ya no estuve solo. No me pesaban
enero
los zapatos
la escalera
los años y perjuicios
las habitaciones sordamente entreabiertas
el roce de la noche despierta como un pulso
el amor que no llovió en mi sed
las estrellas cansadas y espesas del verano.
Esas uvas
tan lentamente dulces
tenían el aroma
el color
el sabor de sus ojos
Niña Carmen.


ADIOSES
Las despedidas quedan en la voz.
Cualquier pequeño abismo
-no encontrar una calle
un silencio en medio de una fiesta
un saludo evasivo-
reabre el desamparo.
Ella partió de nuevo esta tarde
y la lejanía se ahondó como un mar.
Crujían en el viento los árboles
de la Terminal de Ómnibus
moviendo pájaros
como pañuelos.
Los adioses son pedazos
de piel
que se pegan para siempre
en la garganta.
Cuando ella regrese
mis palabras de bienvenida
irremediablemente
estarán despidiéndola.


Osvaldo Guevara
Villa Dolores, Córdoba, Argentina
Nacido en Río Cuarto en 1931, 
Guevara es autor de 13 libros de poesía y narrativa.
En la década de 1950 integró en Córdoba el grupo literario Laurel, ejerció el periodismo y la docencia, y desde hace años dicta talleres literarios en Villa Dolores, además de publicar en diversos diarios y revistas del país y del exterior.
“Ser buena persona es en mi un objetivo mayor al de ser buen escritor”

Fuente: asuetohojasdepoesía.blogspot.com.ar - lavoz.com.ar - Foto: chuncania.com

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