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jueves, 7 de abril de 2016

GUILLERMO VALENCIA SALGADO: JULIA LEÓN Y EMETERIO SUÁREZ

JULIA LEÓN 
Era una vez una vieja
que de rojo se vestía, y andaba por Montería
con un pocotón de gatos.
Pobre vieja que creía
ver en esos animales
al hijo que se le fue muriendo
por muchos males.
Desde la muerte del hijo
la vieja se enloqueció.
Nunca más tuvo que ver,
ni con patria ni con Dios.

Como un pañuelo clavado
mensaje de los que viajan,
sobre las manos del río puntal
se vuelve el recuerdo;
y en retazos diluidos
que se ahogan en el agua,
una bandera por traje
me llena el alma de cantos
y los dedos de cordajes.
En el puerto su pollera
—vestuario de cosas idas—
era un blasón hecho trizas
en las manos callejeras.

¡Julia! ¡Julia! Loca Julia.
Así le gritaba el pueblo.
Y ella... ni caso hacía.
Pensativa se quedaba
mirando lejos, muy lejos...
como quien tiene sangrando
un lastimoso recuerdo.
En la arena de la playa
tuvo nido su pollera;
y en los pretiles del pueblo
cantaba sus notas leves
y con hábil mano hilaba
camisas para sus nenes,
los gatos que se encontraba.
Ay, Julia, viejita loca,
eslabón de los recuerdos.
Rosa y mantón en las almas
de los que te conocieron.
¡Cómo tú se van muriendo
todos los viejos del puerto!
Ya son bares las cantinas,
las calles llevan zapatos
de cemento y las esquinas
ya no son descansaderos,
en donde cualquier vaquero
abanicándose el rostro
reposaba del calor.
Ya los timbres de los coches
por las calles no trajinan;
ni los barcos se empecinan
con su bronco pito alado
en despertar el poblado
de su siesta parroquial.
Ya ni la Semana Santa
se reparte en platos limpios.
La gente vive enclaustrada,
en un angosto corral.

Las contiendas a trompadas
Olvidaron su hidalguía.
Ahora muerde carne hermana
el puñal de los malvados.
No sirve el papel sellado
ni la palabra empeñada.
Y entre los criollos sinuanos
de aquellos tiempos ya idos,
con sólo chocar las manos
el contrato era efectivo.

Ay, Julia, viejita loca,
eslabón de los recuerdos.
Rosa y mantón en las almas
de los que te conocieron.
Ya los viejos monterianos
uno a uno van muriendo.
Se nos van poquito a poco
sin tantos carteles blancos.
Aquella tu gente, Julia,
no son los mismos de ahora.
Lograron viajar afuera.
Vinieron con otras modas
que yo creo equivocadas.
Y así copiaron maneras
para hacerse distinguidos.
Dieron nombres a sus hijos,
que ya no son nuestros nombres.
Hora Eduardo... suena Eduard,
Roberto... por Roberson;
y Juan, que era muy del pueblo,
en el club le dicen John.
Y si quieres ser Sajón,
puedes fletar sangre ajena
para simularte blanco
aunque sea tu piel morena.
Tanto imitaron de afuera
que los de afuera llegaron.
Se tomaron puntos clave.
La arepa tumbó al casabe,
el aguardiente a la chicha.

Los asientos de pajitas
son butacones de piel;
y aquella cama sabrosa,
la de lona,
ahora tiene un rival que es el somier.

Y así, viejita loca,
fuimos negando lo nuestro
y aceptando lo de afuera.
El afán de ser distinto
nos ha madurado verde.
¡Ay, Julia, quién lo creyera!

EMETERIO SUÁREZ 
Compadre Emeterio Suárez
vaya sacando el tambor,
que allá viene Pabla Atencio
quemando la muchedumbre
con el fuego de su voz.
El sábado amaneció
lleno de ron y fandango
baile macho y bullerengue.

Las pupilas de la noche refrescáronse
en las aguas del Sinú,
gran trovador, don Juan costeño
que lleva prendido al ojal del tiempo
una rosa y una piedra,
hembra y varón de mi tierra
que nacieron en crescendo.
Los carrizos y las gaitas
con ritmo de mano en choque
una canción martillaron
sobre el yunque del tambor.
Y en la fragua de la noche,
la misma noche moría
quemada por cien espermas
en las orillas del río.
Los bailadores del puerto
poco a poco se subían
por el filo de los versos
que Pabla Atencio mordía
como quien muerde con hambre;
porque en cueros relinchaban
quemados a fuego lento
los corceles de la sangre.

Diez cantos de fino alambre
reclamaban que la noche
resbalara por los poros
de los negros y cayera,
para clavar en sus carnes
los cuchillos de las velas.

Compadre Emeterio Suárez
vaya sacando el tambor,
que allá viene Pabla Atencio
quemando la muchedumbre
con el fuego de su voz.

Noviembre sobre las cercas
apuntaladas del pueblo,
con sus ojos indiscretos
ha preguntado a la gente
por el baile que los negros
pusieron casi a la sombra
de la bonga que se sube
por los aires hasta el cielo.
Diciembre sabe del sitio,
y con pasos vacilantes
va buscando el ambulante
de Emeterio, el cantinero.
Ahí se reunía el pueblo:
negros, indios y mulatos,
zambitos que no tuvieron
la ventaja de un cuchillo.

¡Hombres, sí!
Que por sencillos a “muñeca”
resolvían casi todos sus enfados;
y después de los amagos,
cuatro golpes, dos caídas...
caminaban enseguida
en busca de la cantina
como bueyes enyugados,
porque no fue más que un juego
la riña con pie pisado.
Nunca se le vio en la mano
un tiple ni una bandola.
Con ritmo de embrujamiento
el tambor a cada hora,
lo ataba al són de los bogas
porque era negro por dentro.

Cuando Pabla despertaba
los duendes de su lamento,
Emeterio martillaba las cuñas de su instrumento.
¡El pueblo, baila que baila...
y Pabla, canta que canta!
y el lunes por la mañana
se apagaba la parranda.
Compadre Emeterio Suárez
vaya sacando el tambor,
que allá viene Pabla Atencio
quemando la muchedumbre
con el fuego de su voz.
Ese domingo las aguas
se quedaron en el puerto.
Los almendros alegraron
con sus hojas amarillas
las orillas de mi río.
La noche llegó vestida
con un sayón de luceros.
La bonga bajó del cielo
para buscarse parejo,
y cuando llovieron manos
compases de bullerengues,
el garbo de Pabla Atencio, l
uz en las aguas dormidas,
quemó la orilla del puerto
con la fiebre de su canto;
“a le, le leeee... Montería...

Yo no quiero que me quieran
ni tampoco ser quería.
Yo quiero que me aborrezcan
y sea yo tu aborrecía.
¡A le, le, leeee... Montería!
¡Compadre Emeterio Suárez
vaya guardando el tambor,
porque Pabla se ha marchado
con su canto y su sabor!


Guillermo Valencia Salgado 

(18 Noviembre de1927 en El Sabanal- 29 de Diciembre de 1999 en Montería, Colombia) 
Fue un músico, investigador del folclor, poeta, cuentero y escritor colombiano, mejor conocido como "el compae goyo" gracias a uno de los personajes que con más éxito interpretó. Su obra se centra en el rescate de las tradiciones y la esencia del hombre y la mujer "sinuanos" (habitante de la zona aledaña al Río Sinú en el nor-occidente colombiano).
Fuente: "El Sinú y otros cantos" - Ediciones Unicórdoba y El Túnel - www.emproset.com - Foto: grupoculturaleltunel.com

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