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viernes, 18 de marzo de 2016

PLÍNIO CAMILLO: HISTORIA PARA QUE IOIO DUERMA


Ioio, el más pequeño, aún resistía.
El pequeño aún quería jugar.
Gritar.

Paciente, como el látigo manda, Núbia vino despacio.
Con la autoridad de ser la ama-de-leche de él, lo tomó de la mano.
El la mordió.
— Voy a contarte una historia, ven.

El más grande fue corriendo.
Ioio le tiró el vestido viejo, lo rasgó.
Estuvo ella con los pechos afuera.
La señora la miró con cierto desprecio. Tenía la certeza que después la iba a regañar.
El señor, la miró con codicia. tenía la certeza que después la regañaría.


Se acostaron.
Ioio se acostó sobre ella y tomó de sus senos.
— Cuenta, cuenta, cuenta vieja negra! Cuenta ahora! — le dijo con la boca llena de leche.

"Hace mucho tiempo atrás, en la tierra de mis padres, hubo una guerra de tribus, los Zulus y los Ndwandwes. El motivo de la guerra ninguno se acordaba.
O era por causa de las tierras.
O por causa de dinero.
O por causa de un amor recusado.
O apenas por no tener nada que hacer.

Algunos decían que los otros tenían mal olor.
Los otros decían que algunos olían mal.

Mas era un tiempo de guerra.
Guerra de apenas para vencer.

Un día, el pequeño Shaka, de la tribu Zulu, fue a jugar cerca de una laguna con la lanza que le había regalado su tío, el hermano de su padre.
Se fue aproximando cazando grandes fieras invisibles.
Hasta que vió, acostado, a otro chico: Zwide, de la tribu de los Ndwandwe.
¿Qué hacer?
¿Huir?

Entonces, antes de que Shaka de la vuelta, ellos se miran.
¿Será que iban a pelear?
¿A luchar como los suyos?
¿A batallar por los suyos?

— ¿Que estás haciendo?— preguntó Shaka mientras planeaba su retirada.
— Mirando — le dice medio sonriendo el pequeño Zwide — gusto de venir aquí, ¿sabes?
— Yo También …
— ¿Vas a querer luchar?
— No lo se, ¿y tu?
— Tampoco lo se, creo que no.
— ¿Dudas a que yo le acierto a aquel árbol?
— Muéstrame.

Shaka tiró la lanza. Acertó y Zwide fue a buscarla.
— Tira vos ahora.
— ¡Tá!
Tiró y esta vez Shaka fue a buscar la lanza.

Estuvieron así por horas.
Tiraban y hablaban de sus sueños y de la voluntad de crecer. De las tierras que tenían para conocer y de las frutas que querían saborear.

Después pescaron con las lanzas.
Contaron histórias.
Hablaron mentiras.
Jugaron hasta hacerse amigos.

Y llegó la hora de volver.
Se hizo un gran silencio.
Shaka dijo hasta que volvamos a vernos.
Zwide dijo hasta que volvamos a vernos.

Anduvieron algunos pasos y se dieron vuelta para darse otra despedida.
Shaka volvió corriendo.
Entregó su lanza a Zwide.
— Para que me recuerdes.
— Para que nos recordemos.
— Se agradecen al mismo tiempo y corren cada uno para su lado.

Tiempo después, el hermano del padre de Shaka, le pidió la lanza para verla.
— Se la di a un amigo mio.
— ¿A quién?
— Amigo…
— ¿Cuál amigo?
— Zwide.
— ¿Es uno de los Ndwandwe?
— A él, si!

El padre pegó un grito.
La madre lloró.
La hermana se tiraba los cabellos.
El hermano de su padre maldecía.

— Tonto!! — le dijo su tio — la próxima vez: enfile la lanza en el pecho de él.
— No! Él es mi amigo!
— Nunca! Con certeza la próxima vez, él va a apuntar su lanza en vos!"

… Y Ioio no oyó el final de la historia.




Plínio Camillo
Escritor nacido en Ribeirao Preto actualmente residiendo en San Pablo, Brasil
Fuente: Outras Vozes - negrosoutrasvozes.wordpress.com - Coletânea de contos ficcionais que tratam do cotidiano do negro escravizado no Brasil.
Foto: Plínio Camillo - Facebook

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