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viernes, 18 de marzo de 2016

IBARRECHEA: EL IMPENSADO DRAMATISMO DEL FINAL DE LAS COSAS

-No me desprecie la oferta que le hago, lo mandamos a buscar porque dentro de tres días entro a la sala de operaciones y, como así está escrito, allí moriré. No. no me diga nada ahora, lo acompañará el "cauto" Aldao, que como usted sabe, quería a los "gurises" tanto como yo. El dinero es importante, la mitad está en ese bolso, el resto, quiero entregárselo mañana mismo, cuando terminen el trabajito, después, los dos se vuelven por la ruta 3 hasta Luque, nunca intente volver a Asunción, ni mucho menos cruzar a Ponta Porâ. Quiero que en Luque pasen la noche y de mañana, a primeras horas usted cruce a Clorinda -me dijo don Isidoro López, un contrabandista de armas peruano que conocí en Paragüay-.

El "cauto" Aldao me dijo que la gente del brasileño, conocido como el "lorinho" Meiszner, no pagó un embarque allá en Dourados y que don Isidoro mandó a Raúl Benítez y a Luis Ramírez, (dos conocidos míos de aquel año de exilio, y a los que les supe enseñar el arte de armar trampas cazabobos con explosivos) para cobrarle el dinero pactado en moneda estadounidense, y que se enteró en forma inmediata por agentes del ejército popular paragüayo, que a los "gurises" los habían emboscado y que el famoso "lorinho" Meiszner se había escapado a Campo Bonito y que allí había entregado la carga a los traficantes de "maconha" a buen precio. Pero que después de dos años de los asesinatos, se enteraron que Meiszner andaba dando vueltas por los campos periféricos de la ciudad de Pedro Juan Caballero buscando un poco más de "la mercancía" para cruzarla al Brasil.

-A las once de la mañana, en un bar de la avenida Mariscal Campos, Meiszner se entrevistará con el "cauto," usted estará vestido como los meseros y será el empleado que estará en la caja de cobro, pero que dejará de hacer eso para acercarles la bebida, como sabe, eso se hará para ganar un poco la confianza del "lorinho" que no los conoce a ustedes, esta, y otras medidas como sugerirle al "cara" que se siente de espaldas a la pared y cerca de la puerta de las dependencias interiores del local, que seguramente va a hacer controlar por los suyos, a él le caerá bien. También sabemos que anda con problemas de dinero y eso facilitará las cosas. Querrá pactar rápido cantidad, precio y lugar de entrega. El bandido sabe como, cuándo y por dónde cruzar con "la merca" -Isidoro López tenía 78 años recién cumplidos y ya le faltaba la pierna izquierda, producto de una operación anterior por la diabetes-.

El "cauto" estudiaba, mi comportamiento, mis movimientos, mis gestos. Me dijo que estaba seguro que aceptaría el trabajo que me ofrecía don Isidoro, que había sido como un hermano mayor para mí, porque cuando necesité dinero para poder "viajar" por el sur de Brasil, oeste de Bolivia y sur de Perú, en viajes de "traslado" de armas, él me cuidó las espaldas y me enseñó a negociar los asuntos en plena selva, incluso con las policías militares, que metían "el verso" que todo conflicto estaba en la Triple Frontera, lo cual es casi cierto. Le contesté que a don Isidoro le debo mucho y bajé la cabeza buscando respuestas lejanas en las paredes del hospital.

-Debió quedarse conmigo, amigo argentino. Hubiésemos hecho grandes negocios. Usted conocía todo el sur de Brasil, en Germanía, en el planalto, había clientes ¿Acaso no es eso cierto? Los Sin Tierra andaban alborotados. En cambio, allá en Bolivia nos hubiese ido mejor y era más fácil, lo mismo que en Perú. Quizás hasta hubiese llegado a Ecuador. Pero bueno, eligió irse y como usted acaba de ver, esta es una profesión donde hay muy pocos caballeros. Piense que mañana se acabarán sus graves problemas financieros.

Aldao es alto, de claro rasgo aborígen, de ojos negros, bien oscuros y su cabello está totalmente peinado hacia atrás, prolijo, de buen gusto en la vestimenta. Con voz firme me decía que ni a él, ni a don Isidoro le importaban 86.000 dólares faltantes por el no pago y traición de Meiszner, sino, que la memoria de los "gurises" era una cuestión de honor. Los emboscaron cuando salieron del bar "Xíbara", dicen que los señaló una prostituta que por unos pocos reales se dejó meter los dedos de Raúl entre sus piernas y que Luis les manoseaba los pechos mientras bebían la cerveza Nova Schin. Me cuenta que les arrojaron un camión encima para que los embistiera en la ruta 463 y que con el auto con las ruedas para arriba los fusilaron, y les prendieron fuego. Los cuerpos estaban calcinados. Eran los mejores de la tropa de don Isidoro.

-Esta tarde, antes de partir al norte, quiero que practique algunos disparos con el "cauto," amigo argentino. Le entregaremos un revólver, para que no salten las vainas ¿Cuál prefiere, el colt o el Smith & Wesson?

- Smith & Wesson, don Isidoro.

-¿Dónde se fabrican estos bichos?

- En Springfield, Massachusetts, Estados Unidos.

-¿Qué calibre prefiere?

-.38, tambor de 7 disparos, doble acción, del especial.

-Ese es de caño corto, amigo argentino, le digo por el temblor en sus manos.

-La distancia es mínima don Isidoro, el "cauto" se deberá cubrir de los fogonazos y de la sangre salpicada, le sugiero que sea con el diario de la mañana, el que tenga más páginas, mejor.

Aldao, parece sonreir, dice que seis personas de "su" gente, estarán distribuídos dentro del local, cuatro mujeres, dos de ellas con bebés y dos hombres que harán de maridos de ellas y que estarán armados cubriendo nuestra salida, las otras dos entorpecerán los accesos con gritos y desmayos. En cambio, nosotros saldremos por las puertas traseras, el dueño del local y el encargado han sido ya pagos para dejarse atar y amordazar y para permanecer encerrados en los baños. Estarán limpios de toda sospecha.

Le pregunté a don Isidoro López porqué me eligió a mí. Con Aldao cruzaron sus miradas antes de contestarme.

-Luis Ramírez y Raúl Benítez aseguraban siempre, que jamás trabajaron con buena gente como usted. Ellos le llamaban "el tío argentino." Me hablaron que usted nunca se quedó con dinerillo del mío, y que usted mismo les pagó de su parte, el alojamiento y las comidas, que nunca los dejó gastar ni emborracharse. Que negociaba sin temores y con mucha astucia. Siempre dijeron que era un buen hombre, aunque escucharon algunos lamentos sentimentales, decían que usted tenía el corazón hecho pedazos, pero que era un buen hombre. Y resulta ser que la ex cuñada de Raúl, que vive allá, en sus pagos, les contó que pudo ubicarlo y nos dijo que usted andaba medio triste, buscando trabajo honesto. Siempre supimos de usted.

Aldao abre un maletín, dice que es hora de irnos y extrae una chaquetilla blanca que se coloca sobre su camisa azul, se cuelga en el cuello un fonendoscopio, y toma en la mano izquierda un tensiómetro manual. A mi me alcanza un alba de sacerdote y una estola de color verde, una Biblia cavada para alojar el revólver y cambiados salimos por los pasillos del hospital. Atrás, dos enfermeras envuelven en sábanas nuestros equipajes. Caminamos por los largos pasillos y subimos a una ambulancia rumbo al centro de Asunción.

Por la tarde, antes de viajar, destruí con certeros cuatro balazos la cabeza de isopor de un maniquí, a escasos centímetros del cuerpo de Aldao, que sonreía mientras juntaba las pequeñas partes del poliuretano expandido y esparcidos en la mesa para jugar con ellas entre sus dedos huesudos. Levantó su mirada y sin dejar de sonreir, me dijo que todos sabemos que después de esto, don Isidoro desaparecerá, pues el negocio ahora está controlado por gente corrupta, sin códigos. Seguramente ya no lo veremos más, por eso es que él nos saludó así, es una despedida. En San Pedro vimos un accidente de automóviles, la policía retiraba un cadáver del lugar. Entonces Aldao, "el cauto" que miraba por la ventanilla del autobús, como buscando esquivas estrellas en el cielo nublado de la noche paragüaya, dijo que, "entre los caprichos de Dios, amigo, estará siempre el impensado dramatismo del final de las cosas."














José Antonio Ibarrechea
(extraído de los borradores del "Cuaderno de las malas noticias" 2012)


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