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viernes, 4 de diciembre de 2015

IBARRECHEA: FOTOGRAFÍA

Miremos esta fotografía.
Pero la miremos de atrás hacia adelante, dejemos el primer plano para el final.
Como acostumbramos a recordar.
Como si estuviésemos memorizando, con un dejo de nostalgias rumorosas.

Esta fotografía es de color sepia y les pido que presten atención a los detalles que podamos observar.

La pared del fondo, por ejemplo.
Es de color crema claro y el cielorraso se ve más claro aún pues es de color blanco.
Hay un cuadro grande colgado en la pared. Ese cuadro tenía un marco de madera, que contenía una lámina imitación con un hermoso dibujo de un florero con girasoles, creo. A pesar de la mala calidad, el colorido que tenía, ambientaba muy bien la pared y le daba algo así como un toque de buen gusto.
Luego se ve una puerta, por ella se podía salir hacia otras dependencias de la casa y más hacia la izquierda, hay una ventana sin cortinas.

Ahora venimos nosotros, las personas que estábamos allí. y que no dejamos ver los otros muebles. Pero de nosotros hablaremos después.

Prestemos atención a la mesa.

En la mesa que rodeamos entre todos, hay un montón de cosas, como verán la misma es ovalada. Está cubierta con un grueso mantel bordado con hilos, a la usanza, que yo no sé bien como describirlos.
Probablemente, si le preguntasen a ella, sabría contarles mejor, pues a eso, ella le daba más atención que a otras cosas.
Pero miren, hay varias botellas de vino fino y de champán, copas y algunos platos con resto de comida.
El menú fue variado en esa cena.
Comprendía desde fiambres, quesos, pizzetas, pollo, carne, helados y masas finas.
Todo abundante para una simple reunión de amigos.

A alguien, en este momento no recuerdo bien, se le ocurrió lo de tomar esta fotografía.

Ahora, pensándolo bien, creo que no era el momento para tomarla, pues como verán, todos estaban absortos mirándola a ella, que se había puesto de pié para hablarnos y que al final, lanzara aquella frase inesperada, cargada de una relevante insensatez, que nos fue llevando a un desconcierto casi inocente de la situación planteada.

No habíamos puesto música.

Nos parecía que era mejor así y conseguimos con eso, prestarnos una mayor atención, sin incurrir en suficientes distracciones.

Ahora, como pueden ver, los que estamos alrededor de la mesa, somos siete.

Para presentarlos, voy a iniciar un recorrido anti horario, de derecha hacia la izquierda.

Este es Gabriel.

Antes de la foto habló pormenorizadamente de la situación política del país, dando su particular punto de vista del gobierno nacional y populista, como se hacía llamar.
Cuando ella acertó a pararse para hablar, Gabriel dejó la copa de champán en la mesa, como pueden ver. La mira fijamente, como buscando en las frases que ella pronuncia, algún indicio.

Mateo es el que sigue.

Apreciamos que acaba de dejar, por la posición de las manos, una botella en la mesa.
Casi toda la cena, Mateo habló de fútbol y se mostró muy interesado en la política y en mis cuentos de "Peremerimbé", insistiéndome también en que quería  saber algo más sobre "Cúter" mi personaje que obraba de asesino serial.
Igual que los demás, sale en la fotografía mirándola atentamente, como procurando en las palabras de ella, alguna señal.

Ahora vemos una silla vacía.

Allí estaba Magdalena, que se levantó a tomar la foto, lo hizo segundos antes que ella se pusiese de pié, y me siguió con la mirada, como toda la noche, quizás Magdalena recordaba nuestro pasado. Habló poco, se reía nerviosa y afirmaba siempre con la cabeza, las otras conversaciones.

La que sigue es Mónica.

La dueña de la casa, vemos que tiene una taza de te entre sus manos y parece mirarla de reojo a ella, en una actitud examinadora, como buscando en cada manifestación, interponer su opinión. Pero permaneció callada, sin esgrimir conceptos y con una clara candidez en su rostro, registrando el discurso, buscando algún signo.

A su lado está Perla.

Perla y ella fueron las más locuaces de la noche, ayudaron siempre a Mónica con la comida, cambiaron los platos, intercambiaron comentarios de sus vidas y de la actualidad, rozando temas alegres y riéndose por todo. Perla algo sabía del asunto.
Y aparece en la foto adoptando una posición expectante, como para precisar sus sospechas. Con los brazos cruzados.

Semi tapada está Berenice.

Berenice se había alegrado al verme. No sabía que ella estaba conmigo, y su presencia esa noche debió sorprenderla, quizás porque pensaba que la visita perturbadora de Magadalena y mi inscontancia en esos asuntos, marcaría algún reinicio en la relación antigua, frustrada tantas veces.
Berenice había permanecido esa noche registrando cada detalle y ahora, mientras ella hablaba, aparece en la foto como exasperada, escudriñándola.

Segundos antes que Magdalena se ofreciera a tomar la fotografía, ella se puso de pié. Estaba vestida con esmero y prolijidad.

Ella es la que sigue ahora.

Cuando comenzó a hablar, todos hicimos silencio para escucharla.
Ensayó un gesto tierno y conmovedor que aún hoy recuerdo.
Apoyó su mano derecha en mi hombro. Como puede verse, y con la izquierda entrelazó los dedos de mi mano derecha, que yo cruzo como bandolera sobre mi pecho.
¿Lo ven?
Y ella habló con claridad, aún con algunos momentos de tartamudez nerviosa, sin gesticular.

Un segundo antes del disparo, yo bajo la cabeza buscando los dibujos de las baldosas.

Entonces, éste soy yo.

En primer plano.
Tengo un traje de saco cruzado y pantalón de corte italiano color tabaco, medias claras y zapatos de cuero color marrón. Mi mano izquierda está apoyada en la mesa, mi mano derecha toma una de las suyas, mis ojos están cerrados, había cruzado mis piernas, y si se fijan bien, si observan con detenimiento en mi cara, que está algo inclinada hacia abajo, notarán que hay un detalle.

Un detalle que la mismísima Magdalena toma al apretar el disparador.

¡Clic!

El flash impertinente muestra un punto luminoso en mi mejilla.

¿Ven?
Observen con atención.
¡Aquí, miren!
Es una lágrima.
¿Vieron?
Es una lágrima. Solitaria y triste.
Apenas eso.
Apenas eso.
















Copyright 2012 Ibarrechea
diceelwalter@gmail.com
Foto: máquina Gevaert.

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