TRADUCTOR

jueves, 17 de diciembre de 2015

IBARRECHEA: EL NEGRO PORFIRIO SABÍA. (De la novela "CÚTER")



El mejor plato que sirven en este hotel se llama ceviche, -¡Hey, amigo! -me dice el señor Yosnar Quispe- usted que es periodista debiera dedicarse a brindar información sobre gastronomía internacional, ésa será la profesión del futuro. Anote los ingredientes de este plato exquisito que hice preparar para esta ocasión. Lleva un kilo de filetes de pescado fresco, dos o tres choclos, dos o tres ajíes, mejor no tan picantes los ajíes, veinte limones del tipo sutil, dos camotes grandes, o sea, la batata que le dicen ustedes allá, una cebolla roja grande o métale dos medianas, dos cucharaditas de sal, una de pimienta negra, otra de ají, algunas ramitas de cilantro, dos cucharaditas de ajo molido y ponga algunas hojas de lechuga. Un manjar. 



-¿Cómo se prepara esto don Quispe? 

-Mira hombre, tu picas todos los ingredientes y lo pones en el jugo de los limones, lo acompañas con lo que tu quieras.

Cenamos ceviche.

En realidad -me dice sin dejar de comer y de tomar cerveza el amigo Yosnar Quispe- aquellos Peremerimbinos eran todos unos fabuladores, mira hombre, no hay mujer que vuele, ni siquiera las brujas -se ríe de su comentario- te lo digo yo, que estoy casado hace treinta años con una de ellas -ambos reimos-.

Mire -me dice mientras mastica y mirando el plato-, Peremerimbé existió y el coronel Juan Penerguido también, lo demás es todo cuento, ellos eran de esa clase de gente que tenía mucha fantasía, mucha imaginación, decían que los magos de un circo los había alucinado, y que a través de los años esperaban siempre con ansiedad a esos italianos y turcos locos para maravillarse con esas tonterías de ver a los chimpancés emborracharse con cerveza y diabluras inimaginables que solo a ellos se les ocurría.

Creo que es cierto eso de que unos árabes mataron al enano pervertido llamado Didú Valdivia. -Llama al mesero, haciendo un chasquido con los dedos- 

Porfirio -le dice señalándolo con el tenedor-, nunca se te ocurra dejar esta mesa sin cerveza, anda trae el segundo plato ahora mismo -se seca la transpiración de la cara y se limpia la boca con la misma servilleta el señor Quispe-.

Los del ejército dieron por desparecido a ése tal sargento "cúter" Tavares. Le explico amigo, la verdad es que el sargento murió en la explosión y no que “aparentemente” ése sargento Tavares murió en la explosión del puente sobre el río Naranjillos, hace cuarenta años atrás. El tal Cipriano Tavares que mataron en Altos Moncadas hace veinte años, era un atrevido buscavidas y mujeriego que seguramente andaba en deudas por cuestiones ajenas a mis principios y a todo aquel que profese el orgullo de ser conservador y nacionalista, ¡hey Porfirio, alcánzame el directorio telefónico! -Porfirio el mesero le alcanza un libro bastante gastado de la Compañía de Teléfonos- mire, mire hay en estas provincias decenas de Ciprianos Tavares. Olvídese del asunto, no despierte fantasmas. 

Porfirio nos sirve el segundo plato. 

-Esto se llama guiso de alcauciles, amigo. La preparación consiste en limpiarlos bien, luego tú le sacas las hojas duras y le vas cortando hasta llegar a los corazones, le blanqueas en agua hirviendo y dejas escurrir y guardas, tú sabes. esto va acompañado con batatas como tú le dices, ajo, aceitunas, cubos de papas y zanahorias. 

-Es como un ceviche de alcauciles, Yosnar. 

Lanza una fuerte risotada que altera el salón, se ahoga, tose, Porfirio acude en auxilio de su patrón, le palmea la espalda y Yosnar Quispe me dice luego del susto. 

Qué ocurrente y gracioso eres pendejo, "ceviche de alcauciles" -vuelve a reír y todos los presentes ríen-. Amigo, esto se llama guisado, te dije. 

Su rostro pareció cambiar, se puso serio y se sirvió cerveza.

No pierda tiempo ni deje su vida en esta historia, y no se olvide. Dedíquese al periodismo especializado en la gastronomía. Hágame caso. Buena suerte, camarada -encendió un cigarrillo, de los llamados "Charuto."

Porfirio el mesero, me sugirió conocer y escribir esta otra historia, mientras los dos orinábamos en el baño.

-Averigüe bien y escriba sobre la tragedia de la Teresita Zurita Copertuno y habrá matado la lengua de Yosnar Quispe. Viaje mañana mismo a Sâo Vicente, busque a la viuda de De León, ella le contará.

"Teresita Zurita Copertuno fue la primera femenina en suicidarse arrojándose al paso del tren en el valle de Imbuté, según consta en los libros de guardia de la Policía Local, Libro de actas número cinco, folios treinta y uno, treinta y dos y treinta y tres, de aquel año siniestro." 

La recordaba así su tía doña Ernestina Chacón viuda de De León, mujer que supo guardar durante todo el tiempo de requisa del gobierno Conservador, papeles relacionados a la historia de la zona de Peremerimbé y de los integrantes de la "Turma Sem Bandeiras" de don Teófilo Cabanillas, donde militaban casi todos sus parientes. 


Ella me contó algo parecido a lo que ya me había relatado el ex policía detective, don Ricardo Muñoz, que dijo haber tenido en la mira de su arma al auténtico Cipriano Tavares alias "Cúter" pero que no lo pudo matar porque justo ladró un perro y él se dio vuelta y le mostró un estilete y que como dijo más adelante alguien más estaba en el lugar, que se le acercó lentamente y le apoyó el cañón de una pistola en la nuca, y que por eso se las tuvo que entregar y caer de rodillas implorando por su vida hasta que le arrebataron el arma reglamentaria y que pudo ver que le quitaban la munición, que la vaciaban totalmente y que se la devolvían desarmada en todas sus partes. Diez años de seguimiento de pistas falsas y verdaderas a lo largo y ancho de toda sud américa perdidos por el ladrido de un perro vagabundo y callejero, y un puntapié certero de la mestiza Teresa Paniagua.


Y también dijo que "Por las sombras que alcanzaba a ver en el piso aseguraba que eran dos los hombres, más la mujer de huesos duros que le había pegado en los testículos, los que estaban  en el lugar" -repitió eso todas las veces que pudo, hasta su retiro obligatorio-. 

Pero siguiendo el relato de doña Ernestina, me voy a detener en sus palabras y copiarlas textualmente, ya que explica a través de este drama, cómo era aquella gente, de costumbres exóticas, y siempre sosteniéndose en su memoria prodigiosa.

Ella empezó contando la historia de la siguiente manera: 
Teresita de muy niña, se paraba en un cajón de frutas y miraba como su padre se afeitaba, le veía enjabonarse la cara y con asombro miraba como la navaja guiada por una mano experta, se deslizaba de abajo hacia arriba en el cuello y de arriba hacia abajo por la cara, con cierto cuidado y delicadeza entre la nariz y el labio. Ella reía y aplaudía cuando se rasuraba su padre.Teresita desde el cajón de frutas saltaba y decía que quería volar como las mujeres de Peremerimbé y que a su padre, eso le causaba gracia, mientras la hacía girar a su alrededor tomándola de las manos, y hasta le decía que trepe a los fresnos y que se arroje a sus brazos, cosa que la niña hacía con cierta destreza, bajo la mirada comprensiva de Leonor, que le enseñaba a bailar y cantar las canciones de moda.
Teresita era siempre bañada y vestida como una princesa por su madre, Leonor Chacón, que murió días después de la tragedia de su hija y que a partir de allí, fue que algunos cobardes se fueron entregando a las autoridades, y a dar nombres de otros revoltosos escondidos, pues "Cúter" había vuelto por ellos, y estos traidores del Movimiento, se señalaban entre ellos como los posibles matadores de los soldados Colque y Lizarraga en mutuas acusaciones.

Pero volviendo a Teresita, le cuento que ella había quedado muda la noche que entraron a su casa Cúter y Jensen. Ese tal Tavares era un hombre común, sin rasgos particulares más que su sonrisa y su habilidad para el uso del cuchillo y Jensen era un rubio, de cabello largo que sacó a mi cuñado, don Jaime Zurita Copertuno de los pelos hacia afuera sin dejar de apuntar a mi afligida hermana,  Teresita quiso gritar como gritaba su madre  -se pone a tejer con dos agujas mientras habla- pero no le salió más que el aire de sus pulmones, me dijo Leonor.

Me cuenta que Teresita hizo varios dibujos de lo que ella había visto esa noche, desde la puerta de su habitación, pues a partir del asesinato de su padre, nunca más volvió a hablar. 

Le quité la navaja de rasurar que usaba su padre, y que tenía en sus manos quietecitas, dormidas y la desperté a la mañana siguiente del funeral. 

Ella abrió los ojos, le dije que se levante, pero no quiso.
Te entiendo Teresita  -le hablé despacio, pasándole mi mano por su largos cabellos negros- y la dejé sola para que suelte el llanto guardado. Mientras que mi pobre hermana Leonor, pensativa, miraba la mariposa negra posada en la luminaria del techo.

En los dibujos de Teresita, que deben estar por ahí guardados  -dice señalando la casa- aparece un hombre delgado y rubio apuntando con un arma a su madre. 
En otro, dibuja a Cúter agachado sobre su padre, ella hace una gran mancha color rojiza sobre el piso, y en el siguiente dibuja al mismo hombre de sombrero, con una enorme mariposa nocturna en las manos y que hace como que se la entrega a ella, que resalta la sonrisa de éste como una enorme y grotesca medialuna. 
Tiempo después, Teresita dibuja el vuelo de aquella mariposa negra como una gran ave, negra y misteriosa y ella desde la puerta parece observarla, vestida con su ropita de día domingo y un hermoso sombrero de alas anchas y cintas. 
Y en el último dibujo, que le hace a las autoridades que la interrogaron, muestra muchas manchas que fueron analizadas por el equipo de médicos que mandó el gobierno.
Una mancha roja alargada, es su padre. Una mancha verde adentro de un cuadro, es su madre mirando y gritando por la ventana, una mancha rosa adentro de un rectángulo que simula una puerta es ella, parada observando todo. Y dibuja cuatro manchas negras, tres alargadas y una casi redonda, las que se entendieron que eran tres las personas que vinieron a matar a Zurita Copertuno, mientras que la otra, era el policía Ricardo Muñoz, que así lo admitió en el estudio médico posterior que le hicieron, cuando ya estaba instalada esa disciplina de interpretar las cosas que uno dice y piensa. Algunas pequeñas manchas más, como si fuesen estrellas había, lo que señalaba que el crimen fue de noche y arriba de todo, dibuja una extraña estrella negra. La mariposa, dijimos. Allí coincidimos todos.

- ¿Es la mariposa que le regala Cúter antes de irse, señora Ernestina?

- Así es señor, eso mismo les dije a las autoridades cuando me llamaron como intérprete de mi sobrina, ya que mi hermana continuaba con su estado emocional alterado.

Teresita empezó a ir a la escuela y se entendía con los maestros y compañeros a través de pequeños dibujos, hasta que empezó a escribir.

Recuerda doña Ernestina que su hermana, la madre de Teresita, sufrió un ataque que la dejó postrada en cama hasta su muerte, fue un día en que viajaban ellas dos, en tren y que, entre las estaciones de Altos Moncadas y Manvatará, vieron entre el pasaje a Cúter, al gringo de pelo largo y a la Paniagua  y que por eso Leonor pegó un grito y cayó desmayada y dicen que fue atendida por la presión alta quedando luego con su cuerpo paralizado y que dijo antes de morir que el agente detective Ricardo Muñoz tenía razón. Ella los había visto, todavía estaban vivos y persiguiendo a los Peremerimbinos que como su marido, Jaime Zurita Copertuno, habían emboscado y matado a los soldados del sargento Tavares en las cercanías de Naranjillos.

Mi hermana murió un sábado, preocupada porque su hija no la había visitado el último jueves. No sabía nada de lo ocurrido a su hija, nadie quiso contarle.

Teresita estaba por cumplir quince años de edad, estábamos listos para prepararle una hermosa fiesta todo el vecindario unido. Ella estudiaba por la mañana y los jueves a la tarde visitaba a su madre enferma en el hospital a la salida de la academia de piano de la señorita Beatriz Pereda, la misma de la casa acribillada, que venía desde la ciudad de Altos Moncadas. Si señor, la misma Beatriz Pereda que dijo que ella no sabía quién era Cipriano Tavares, que nunca había oído hablar de él.

En el último dibujo de Teresita, que encontraron al lado de las vías del ferrocarril, se ve claramente a una niña vestida de rosa, caminando pensativa, mientras que a su alrededor, parece que vuelan varias mariposas negras, y allá al fondo, perfectamente delineada, ella había dibujado la silueta oscura y amenazante, de la máquina de un tren.  


La misma máquina que la arrastró cien metros, dicen.








Ibarrechea
del libro "Cúter"
derechos reservados José Antonio Ibarrechea
Copyright 2013

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El comentario estará sujeto a la aprobación del equipo y su administrador. Gracias.