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viernes, 27 de noviembre de 2015

LIVIA GARCÍA-ROZA: WALLACE


- Mamá…, ¡Wallace me golpeó!
- ¿Cómo que te golpeó? ¿Cómo te golpeó ese niño?
- Él me empujó en el corredor, me apachurró contra la pared, torció mi brazo, y me llamó de niña asquerosa.
Mamá se levantó dejando caer la revista y dijo que hablaría con papá, que los dos tomarían providencias.
Quién sabe, quizá hasta consigan la expulsión del monstruo Wallace, contaba por teléfono a la abuela. En seguida, llamó a mi tía, y también a una amiga de infancia. A la vecina se lo contó en el corredor. Doña Vilma dijo que hoy en día los niños nacen sanguinarios.
Luego que llegó papá, mamá le contó todo, y él me quedó mirando, bufando, la nariz ensanchándose, dejando los agujeros enormes. Cuando mamá terminó, papá dijo que resolvería el asunto. Después, golpeando una mano en la otra, preguntó:
- ¿Tú no hiciste nada?
Entonces le dije que Wallace era grande, moreno, usaba coleta de caballo, tenía un tatuaje en la mano derecha, ojos azules…
- Ya – él cerró la boca escondiendo los dientes.
A la semana siguiente, regresando del colegio, conté para mamá que Wallace había golpeado mi cabeza. Y cuando ella quiso saber cómo fue, le dije que él me empujó para adentro del baño, llamándome de vaga, y me ordenó sentarme en el inodoro y bajar la cabeza, y fue ahí que no vi más nada, sólo sentía los palmazos estallando en mi cabeza y mis cabellos subiendo por las manos de Wallace.
Saltando de su silla, mamá hizo argh…, y la revista cayó de su falda. Después volvió a telefonear, para papá, para la abuela, para mi tía, y para su amiga de infancia, y cuando llamó a la puerta de doña Vilma ella avisó que no quería saber más sobre las palizas de la niña, que estaba muy ocupada. Estaba sacando las cutículas, y cerró su puerta.
Al llegar del trabajo, papá informó que volverían a entrar en contacto con la directora, y fue al baño a lavarse las manos.
Antes de terminar esa semana, cuando llegué del colegio contando para mamá que Wallace había bajado mi trusa y pellizcado mi poto varias veces, ella soltó un grito y continuó con la boca abierta, llena de dientes puntiagudos.
Después fue para el teléfono. Cuando terminó de hablar con todos, mamá fue hasta la puerta, abriéndola, y se quedó con el cuerpo trémulo, y en seguida, le cerró la puerta en la cara de doña Vilma.
Ni bien que papá regresó, al momento de abrirse el elevador, mamá le contó lo que había sucedido. Al entrar en casa papá cogió periódicos encima de la televisión y comenzó a rasgarlos, tirando por el aire los pedazos. Después de acabar con las noticias, zarandeó a mamá, diciendo que tomarían medidas, y la empujó para el sofá. Ella en la caída levantó un poco las piernas.
Caminábamos en dirección al colegio, papá, mamá y yo, cuando él mandó que nos apuremos. Marchamos hasta alcanzar el portón de la entrada. Ahí encontramos a la abuela con plátanos en la mano. Me ofreció un platanito, y me dijo que ella esperaría ahí afuera pues ya había asistido muchas peleas de clase.
Entré, aplastada entre los dos.
Al final del patio se encontraba doña Hortensia, al lado de un pie de manacá. Cuentan que ella vive sola, en una casa llena de gatos, porque detesta personas. Cree que le pueden robar.
Al estar frente a frente –papá, mamá y doña Hortensia- él comenzó la historia.
- ¿Golpeada?- preguntó doña Hortensia.
En ese instante papá me pidió para mostrarle. Mamá y yo levantando mi blusa, levantando la falda, buscábamos.
- No me interrumpa por favor señora –él continuó diciendo que si las agresiones a su hija continuaban, la retiraría de la escuela- ¡Y muy brevemente!
Doña Hortensia escuchaba, acomodándose la peluca con las palmas de las manos. Papá terminó de hablar carraspeando, dando la impresión de que enseguida iría a cantar, cuando de pronto mamá se quebró en llanto, soltando lágrimas, hablando, sonándose la nariz, y aspirando, contó los sufrimientos por los cuales yo venía pasando.
- Debe haber algún engaño- dijo la directora, con los ojos súbitamente abiertos-. No tenemos ningún alumno con ese nombre. ¿Cómo se escribe?
 

Livia García-Roza
Nació en Río de Janeiro y es psicoanalista, un título de posgrado en psicología clínica, la Universidad Federal de Río de Janeiro. Debutó en la literatura en 1995 con la novela de habitaciones de la muchacha, que ganó el sello altamente recomendada de la Fundación de Niños Nacional del Libro y Juventud (FNLIJ). Él ha lanzado ya varias otras novelas, libros de cuentos y medios de comunicación de los niños; incluyendo Mis queridos extraños, tarjeta-postal, el rostro de la madre y la casa que vendió elefante. Ahora trayendo historias cotidianas, a veces situaciones extraordinarias o dramáticas; La prosa de Livia siempre inmerso en las emociones humanas, con delicadeza y profundidad extrema. El autor está casada con el escritor y psicoanalista Luiz Alfredo Garcia-Roza.
El trabajo de Livia generalmente giran en torno a las relaciones familiares. En la novela para chicas, el autor cuenta la historia de Luciana hija de un padre intelectual y tranquilidad y una madre inquieto y hablador, que se separaron.Luciana hace su habitación un escondite secreto donde ventila sus problemas con las muñecas y un grillo que vive en una maceta. En libros posteriores, como Cide Odeon, tarjeta postal, solista femenina y fue dejado el perro y otros cuentos; el autor pone de manifiesto nuestros deseos más conflictivos. Ya sea desde la infancia, la juventud o madurez.
"Lo que más me encanta en la ficción es capaz de mirar en otra dirección, es ser una alternativa, un respiro, un descanso en la vida cotidiana"
Tomado de:Boa Companhía - Contos Editorial: Companhia das letras - 2003
Fuentes: manigna.blogspot.com - agenciariff.com.br - Foto: digestivocultural.com

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