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viernes, 14 de agosto de 2015

ANDERSON IMBERT: EL CRIMEN PERFECTO


-Creí haber cometido el crimen perfecto. Perfecto el plan, perfecta su ejecución. Y para que nunca se encontrara el cadáver lo escondí donde a nadie se le ocurriera buscarlo: en un cementerio. Yo sabía que el convento de Santa Eu­lalia estaba desierto desde hacia años y que ya no había monjitas que enterrasen a monjitas en su cementerio.

Ce­menterio blanco, bonito, hasta alegre con sus cipreses y paraísos a orillas del río. Las Iápidas, todos iguales y orde­nadas como canteros de jardín alrededor de una hermosa imagen de Jesucristo, lucían como si las mismas muertas se encargasen de mantenerlas limpias. Mi error olvidé que mi víctima había sido un furibundo ateo. Horrorizadas por el compañero de sepulcro que les acosté al lado, esa noche las muertas decidieron mudarse: cruzaron a nado el río llevándose consigo las lápidas y arreglaron el cemente­rio en la otra orilla, con Jesucristo y todo. Al día los viajeros que iban por lancha al pueblo de Fray Bizco vieron a su derecha el cementerio que siempre habían visto a su izquierda. Por un instante, se les confundieron las manos y creyeron que estaban navegando en direc­ción contraria,° como si volvieran de Fray Bizco, pero en seguida advirtirieron que se trataba de una mudanza y die­ron parte a las autoridades.

Unos policías fueron a inspec­cionar el sitio que antes ocupaba el cementerio y, cavando donde la tierra parecía recién removida, sacaron el ca­daver (por eso, a la noche, las almas en pena de las mon­jitas volvieron muy aliviadas, con el cementerio a cuestas) y de investigación en investigación ... ; iBueno! el resto ya lo sabe usted, señor Juez.
















Anderson Imbert
Nació en Córdoba el 12 de febrero de 1910. Con sólo 16 años afloró su vocación literaria. El joven Anderson comenzó a publicar artículos en la revista literaria del diario bonaerense La Nación y llegó a ser director de la página literaria del periódico socialista La Vanguardia. También colaboró en Nosotros y Sur.
Cuando apenas había cumplido 24 años, obtuvo un premio municipal por su novela Vigilia. Tres años después, los ensayos de La flecha en el aire refirmaron la doble vertiente de creación y erudición en su labor intelectual.
Ha publicado más mil quinientos cuentos de diversos géneros, entre los cuales se destacan los de ciencia ficción. Están reunidos en libros como En el telar del tiempo, La botella de Klein, Dos mujeres y un Julián.
Profesor en la Universidad de Tucumán entre 1941 y 1946. Con la llegada al poder en 1946 del general Perón, obtuvo una beca Guggenheim que le permitió estudiar en la Universidad de Columbia y acceder a distintos puestos docentes en EEUU. En 1965, la Universidad de Harvard creó para él la Cátedra de Literatura Hispanoamericana. Más reconocido en el extranjero que en su país natal, el intelectual argentino Enrique Anderson Imbert cosechó elogios por sus novelas y cuentos, pero también y sobre todo por sus aportaciones a la crítica literaria, actividad en la que se destacó. Tuvo una gran polémica con libro Antiborges, libro que publicó junto a Pedro Orgambide y Raúl Scalabrini, donde denostaba la obra de Borges. En ella pronosticaba un futuro oscuro para la obra del escritor argentino, una profecía que nunca se cumplió. De su estilo se dijo siempre que brotaba de una imaginación frondosa y a la vez acotada al europeísmo del Río de la Plata. Estructuras montadas sobre bases casi matemáticas y la pluma propia de quien da prioridad al raciocinio. En 1994 fue candidato al Premio Cervantes, pero fue superado en votos por el escritor peruano Mario Vargas Llosa.
Jubilado desde 1980 de sus clases en EEUU, regresó a su patria en los últimos años y se instaló en Buenos Aires, donde falleció el 6 de diciembre del 2000 a la edad de 90 años.
(Cuento de « El milagro y otros cuentos »,Editorial Kapelusz)
Fuente:vocesdecordoba.blogspot.com.ar

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