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viernes, 10 de abril de 2015

CARMEN MEMBRILLA OLEA: AMNESIA


Hay ventanas para mirar afuera y las hay para mirar hacia adentro y después de tres años aún no me he atrevido a apartar las cortinas, levantar las persianas y abrir esas que dan directamente a mi interior.
Primero fue la confusión, la inconsciencia; después las palabras sucesivas que me permitieron construirme de nuevo.
Hay dos mujeres dentro de mí, una quedó dormida sobre mi propio cuerpo, sobre mi mente, sobre mi alma atormentada; la otra inició una búsqueda incesante, me arrebató la voluntad de seguir siendo y comenzó a existir nueva, erigiéndose como una diosa capaz de vencer al tiempo y el destino.
Cada noche observo la luna que se alza recordándome mi realidad misteriosa y cotidiana y todo se resume siempre en un mismo sueño: «continuamente, soy una mariposa».
Es un sueño que me desgarra, que ataca directamente mis sentidos, que me revela experiencias y conocimientos tergiversados por la energía onírica, que eleva el problema de mi identidad.
Después del accidente abrí los ojos, el tiempo transcurrido era imposible de determinar. Lo único que vi fue su rostro sonriente, enérgico, invitándome a seguir viviendo. Tenía cogida mi mano. Estaba arrodillado sobre el asfalto, prestándome su atención.
—Me llamo Fernando. Bienvenida. Llevas unos quince minutos inconsciente. Soy médico y me he tomado la libertad de examinarte. El golpe más fuerte ha sido en la cabeza, el resto son magulladuras que sanarán pronto. Te merecerías un castigo... y gracias al casco ¿a quién se le ocurre? ¡Has estado a punto de matarte! ¿Por qué circulabas a tanta velocidad?
—¿Dónde estoy? —pregunté desorientada y absolutamente condolida.
—Estás en una carretera apartada, al sur de la ciudad. Nadie viene por aquí.
—¿Y tú? ¿Cómo que estás tú aquí?
—Vengo del hospital, he terminado mi turno y me dirijo a casa. Vivo solo a menos de un kilómetro. He visto derrapar tu moto y no he podido hacer nada. ¿Cómo te encuentras?
—Fatal. Me duele todo el cuerpo y la cabeza me va a estallar.
—Bien, unos días de reposo y estarás como nueva. —Me ayudó a levantarme—. Mi móvil está en el coche, dime a quién llamo para que venga a recogerte.
Un sobresalto invadió mi alma. En aquel momento podía ser una mujer virgen, una mujer plena, una hechicera, una bruja malvada, una demente, una asesina... Se dirigía hacia el coche y le grité:
—¡FERNANDO!
Se volvió para mirarme, sus cejas estaban arqueadas esperando algo más.
—No sé a quién puedes llamar, no recuerdo absolutamente nada.
Desde aquel momento la palabra «amnesia» actuó como refugio, como proyección de dos vidas encontradas por azar, como soporte de un pacto de silencio que nos ofreció a los dos un poco de sentido.
Fernando me ha prestado su casa, sus libros, sus discos, su ropa, sus recuerdos... sin pedir nada a cambio. Por mi parte el préstamo soy yo misma. Mi presencia llena los múltiples vacíos de esta casa solitaria.
Yo desordeno los libros dormidos sobre estantes de pladur, yo escucho los discos desterrados en cajas de cartón, yo visto sus jerseys de lana y sus pijamas y sus camisas; yo le hago reír y hablar. Yo siempre estoy aquí para celebrar sus triunfos, para respetar sus silencios, para emborracharme con él, para secar sus lágrimas.
Sí, es cierto; hay ventanas para mirar afuera y las hay para mirar hacia adentro.
Llevo tres años sin salir de esta casa que no me pertenece, viviendo con un hombre al que no estoy muy segura de pertenecer.
Sólo reconstruyo historias que nunca me pertenecieron y él lo sabe. Sabe que soy una impostora. Quizá lo supo desde el principio. ¿Es hora de afrontar la verdad? ¿Quién tendría que comenzar, él o yo? Llevo mucho tiempo esperando la formulación de una simple pregunta: ¿Quién eres en realidad?
Jamás lo ha hecho. Tiene miedo de descubrir las sombras de un pasado que no tiene nada que ver con él. Por eso prefiere que me siga inventando cada día, que siga aferrada a él como si nada más existiera. Esta fue su elección desde el principio, desde el momento que comenzó a intuir que mi amnesia había desaparecido. Estoy segura de que me quiere así, tal y como me conoció: amnésica y anacrónica, sin nombre, sin familia, sin trabajo, sin responsabilidades, sin amigos, sin nada que no sea él y su vida dedicada por entero a mí.
Las preguntas que él silencia son las mismas respuestas que durante todo este tiempo han quedado sin pronunciar permitiéndome «olvidarme» casi por completo.
Pero sigo estando ahí, detrás de esas ventanas cerradas herméticamente, entre miles de sombras negras con las que tengo que luchar diariamente, no siendo yo ni la otra; sino «una mariposa plateada por la luz de la luna».











© Carmen Membrilla Olea.
Guadix, Granada, España
http://elquemadordeesencias.blogspot.com.es/
http://anaquelliterario.blogspot.com/2014/12/antologia-microfono-abierto-2014.html

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