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viernes, 20 de marzo de 2015

PLÍNIO CAMILLO: CASI UNA FICCIÓN

1993
Después de diez años, mi padre reapareció en un día jueves.

Casi a las tres de la tarde.
El había desaparecido en un día martes de 1983, cerca de la hora del almuerzo.
Fingía que no me conocía. ¿Quién eres tu?
A mi madre, un poco. "Su expresión no me es extraña." 
A mi hermana, con claridad. "Mi más querida hija, ¡cómo has crecido! ¿Te casaste?"
Mi madre estuvo alterada. mi hermana emocionada y yo salí de la sala para no escupir la cara del granuja.
Pasaron los días en que aquel embustero que se hacía el olvidadizo, fue recordando. 
En cada historia, mi madre estaba cada vez más escandalizada. Mi hermana, amorosa y yo con ganas de perforar los ojos de aquel desgraciado!
Todo el tiempo el juraba  que no había salido solo a "comprarcocaconenvasedepepsi" ni a "comprarcontinentalsinfiltro."
Para los parientes, el contó que volvía de una vigilia de Santa Brígida cuando fue sorprendido por una luz roja. Que de un punto pequeño que era, se volvió un punto enorme. Decía que era un plato volador. 
Para los vecinos, contaba que la cosa se posó muy cerca. Que de repente, de la parte de abajo algo se abrió y que mi padre intentó correr, pero fue alcanzado por un rayo verde que le dejó las piernas duras y atrapadas en el piso. Dice que ahí, el vio un  tipo bajito que andaba con las piernas abiertas como si fuese un reloj que marca que faltan quince minutos para las tres y que tenía ojos grandes, cabeza pequeña y orejas de abanico, tipo Dumbo. Contó también que agarró al tipo de las orejas y le dio unas trompadas. Pero que el bicho se enojó y que le pegó en el mentón a mi padre y que cayó hecho una bolsa de bosta.
Para las personas del bar, afirmaba que cuando despertó estaba desnudo y con otros dos "Dumbinos" que le estaban pasando un tipo de aceite, Refrescante y astringente. El infame juró que a pesar del miedo él se sentía renovado.
Para un diario de circulación nacional, aseguró que un tercer bajito trajo una botella azul que colocaron en la garganta y que tenía gusto de remedios. Estuvo quieto! Estuvo duro! Estuvo entumecido. Dice que de medio de una luz ámbar salio una mujerona, como un ropero grande, desnuda y con tres vaginas. Dos de ellas abajo de los brazos. Y allí ella hizo la fiesta con él.
En la televisión, un día viernes, después de la novela, mi padre relató que cuando más se cansaba, mas tomaba y más comía de las axilas de la gigantona. Decía que por lo menos dos mujeronas y dos mujercitas hubo tomado. Dijo que hubo una hora que querían darle más, pero que no aceptó, descansó, se desmayó y cuando despertó estaba cerca de la casa de mi madre. Que corrió para allá y vio que entonces habían pasado diez años.
Mi padre era noticia.
Agarró la revuelta que se armó..
Mi madre reía con ganas y mi hermana le agradecía a San Judas Tadeo.
Yo nunca hablé nada, más ya me estaba cansando eso de encontrar al granuja en barcitos o dando unas vueltas por la ciudad. Siempre creyéndosela. Siempre haciéndose el punto de la banca. Hubo veces en que me veía y se hacía el que no me reconocía.
Lo dejé quieto.
Muchas habladurías.
Tuve un día de Navidad en que hablé que él era un mentiroso. Conté todo. 
Mi padre con la mayor cara de sonzo. 
Mi padre dijo que debía ser un robot copia!!! Ellos tenían esos, sabías? 
Lo dejé mas quieto todavía.
Un día mi padre murió. Un sábado, por la mañana, en las vísperas del día de los padres.
Mi madre se deshidrató de tanto llorar. 
Mi hermana quedó muda.
Yo nada de nada.
No se quién fue el otario que decidió que el entierro sería la mañana siguiente. Día Domingo!
En la tarde y un poco de la noite de sábado hubo un desfile alrededor del cajón:
Buen hombre..!
lo vamos a extrañar!
Cuánto lo lamento!
Y
Quién era él, su pariente?
Cansadas, mi madre y mi hermana, insistieron que yo me quedase velando al difunto toda la noche.
Yo y mi padre. El granuja y yo! Mierda..!
Noche caliente.
Estuve fumando en la puerta. a veces miraba el cajón, a veces la hora.
El olor fétido de mi padre inundaba el aire de mis recuerdos. No lloré.
Ni tuve tiempo de contarle lo que hice en su ausencia.

Tal vez habrán sido eso de las dos de la mañana, cuando vi al extraterrestre que llegaba. Me quedé con los pies fijos al piso. ¿Sería el rayo verde ahora incoloro?
La mujerota ni siquiera me miró. Fue hasta cerca del cajón y gritó. Alto y dolorido, gritó como que le apretaban el pecho.
Después entraron tres extraterrestres medianas, parecidas a mi hermana y susurraban de cortarse el corazón.
En medio de aquella extañeza, aparecieron los tres feísimos "Dumbinos" que gritaban en forma lastimosa.
Luego, atrás vi a dos medios altos de orejas menores y muy parecidos a mi tío de Ribeirâo, Que lloraban con mucho dolor.
Era un lamento muy triste. Casi lloré.
En medio de aquel lamento, apareció una luz ámbar.
Era intensa, me cegó y desapareció.
Desapareció con todo:
Una corona con crisantemos azules que las personas del barrio mandaron, mi chaqueta de jeans que me regaló Cristina, el libro de firma de los presentes, los candeleros sin velas, todos mis documentos que estaban en la chaqueta, un borracho que estaba durmiendo atrás de la mesita del café, un libro que me había prestado mi amiga Emilia, un cuadro de la última cena, mi etiqueta de cigarrillos cerrada, un tul de nylon verde y el cajón con mi padre adentro.
Bastaba con abrir una revista de escándalos y leer que:
"Individuos desconocidos, robaron a mi padre."











Plínio Camillo
Sâo Paulo, Brasil
cervejaeura.wordpress.com
traducción y adaptación: Ibarrechea

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