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viernes, 13 de marzo de 2015

CHUÑI BENITE: RELATO EN VERSIÓN ORIGINAL

(La siguiente publicación es extraída sin correcciones, de la fuente original.)

Volbió, abatido por la calor, el saco tan inusual y la corbata, y resién al dejarce caer sobre el sillón se dio encuenta de lo que iba ser no tenerla. Le volbieron a temblar los labio y el mentón, como cuando un rato ante le avian avisado que en dies minuto má iban a tené que cerrar el cajón.
Otra ves ese dolor en el pecho, en un lugar imposible de señalar porque el dolor paresía un fluido que no encontraba un sitio en el que descansar y que entonse segía y segía dando vuelta adentro, rebotando entre el corasón, el triperío y los pulmone, entre el presente ausente, el futuro de pronto vasío y el pasado lleno de recuerdo en ebullisión.
Sí, recuerdos hirbiendo en la olla de la vida conpartida con ella, recuerdos callendo en catarata sobre el alma abierta de un solo tajo, recuerdos agarrándoce a piña en el medio del libin con la muerte. La muerte. Qué grande avia resultado ser la muerte.
La Cachi llegó de la cosina, un té en una mano, un vaso de agua en la otra, lo sojo rojo. "Tomá primero la pastilla que te dejé ay, papá, con el agua, y despué el té, que tevacer bien". Se sonriyó con la boca tembleque. Él nunca tomaba té. ¿Y qué podía aser un té pa restaurar una vida que de repente vamoecí era un pedaso de papelito negro que el viento lebantaba de la quemasón?
El sillón haora era un sillón y nada má. Se dio cuenta de eso con tristesa, otra má en toda la cadena de tristesas que le avia tocado hilbanar en la súltima 48 hora, cuando ella tubo el ataque, hubo que internarle y empesó el desfile de médico con una cara paresida a la que, cuando era gurí, le ponía su viejo pa desirle que ya no tenía más boleto pa la calesita.
El sillón era un sillón. Ya no volbería ser esa espesie de puente en el que él se sentaba con ella pacer bailar las pata sobre un rutinario y dulse río de mates, chisme familiare, la sanédota de los nieto, y las cargada resíproca (él asiendose la vítima de una esposa angaú mandona, ella siempre chicaneándole con el clásico "y qué se puede esperar de un hombre que le pidió a su mamá que le ayudara a escribirme las carta de amor").
Qué hermosa cagada le estaba asiendo el destino. Era una estafa esto. Él se avia acomodado desde una cachilada de año ante a la idea de que iva a ser el primero en irse. "A ver si cuando yo no estea má tené la increíble suerte de encontrar uno mejor que yo", le desía cuando se peliaban por algo y al cabo de alguna sora de cabreo ya los dó querían abuenarce y no savían cómo. Entonse ella se reía, con la misma risa que a él le avía enlasado la respirasión en una Navidá que se festejó en lo de los Goitía, cincuentaydó año satrá.
Uf, esa sonrisa.
Dios mío esa sonrisa.
Tragó la pastilla y el agua, tomó el té. La Cachi, de cuclilla frente a él, le frotaba las pierna sin poder ablar y tratando de no llorar tanto. La Cachi che. Sus lágrima le recuerdan a las de ella cuando al fin nasió la nena. "Grasia, grasia", desía, la cara toda tranpirada del parto que venía fulero. "Grasia savó, por toda esta vida que nunca se me ocurrió", le dijo él, y los dó lagrimearon como pendejito acariciando la cabesita todabía mojada de la Cachi.
Sí, una estafa todo, volbió a pensar. La vida no era hací, no era lo que le avian hablado, o al meno no era lo que él se avia hablado a sí mismo que sería. ¿Cómo que la que se iva primero era ella?¿Cómo que vivir haora sin verle, sin escucharle, sin que la pava comience a silbar mientra él se terminaba de cepillar los diente?¿Cómo que dormir sin su mano en el pecho y la mejilla blanda y tibia en su hombro?¿Cómo que regar las planta solo, sin que entre los croto y el jasmín del cielo vuelen sus cansionsita en vos baja?
La esistensia, pensó, debería tener una ofisina de reclamo, o algo hací. Un lugar al que él pudiera ir y desirles que si la vida iva a ser esto, si la vida iva a ser sin ella, él se bajaba, la devolvía, se la dejaba en el mostrador para que se la metieran bien metida en el fondo del culo.
La Cachi agarró la tasa vasía y se fue. Escuchó que la enjuagaba en la bacha. Entonse, miró la ventana y vio que detrá del vidrio bailaba una cala que ella avía acarisiado y olido apena tres día ante. Estendió lentamente la mano asia la isquierda. Los dedo caminaban sobre el paño, lentos por el miedo a la confirmación, y sigieron avansando hací, cada ves más frenado por la desasón de la verdá, en busca de una mano sin la cual él sabía que todo el uniberso se quedaba manco.
Dejó el mobimiento. Respiró hondo. Sintió su perfume. Se acordó que lo mismo le pasaba cuando ella le dijo "no sé, lo tengo que pensar" y lo tubo ocho mese llendo y viniendo. Él asía eso: se encerraba en algún lugar, solo y silensioso, apretaba lo sojo y su fragansia llegaba puntualmente.
La Cachi volbió, y de nuebo quedó a sus piese. "Andate, hija, estoy bien". Le acarisió la cara, le pasó el dedo índise sobre las ceja, como si las dibujara. Las mismas de ella. "Estoy cansado, via domir, no te preocupe". La Cachi insistió. Él la conbensió.
Cuando la puerta se cerró y oyó el auto marchándoce, se puso de pie, caminó asta el patio, llegó a la cala, inclinó la espalda fatigada, y hundió la naris entre los pétalo. Él jura que ay estaban los suspiro que ella le avia dejado.







Chuñi Benite
Fuente: acsión ñerética resistencia
Facebook: Chuñi Benite (oficial sait)
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