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viernes, 16 de enero de 2015

JOSÉ HERNÁNDEZ: EL GAUCHO MARTÍN FIERRO

El Gaucho Martín Fierro

Capitulo 1

Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela,
que el hombre que lo desvela
una pena estrordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.

Pido a los santos del cielo
que ayuden mi pensamiento:
les pido en este momento
que voy a cantar mi historia
me refresquen la memoria
y aclaren mi entendimiento.

Vengan santos milagrosos,
vengan todos en mi ayuda
que la lengua se me añuda
y se me turba la vista;
pido a mi Dios que me asista
en una ocasión tan ruda.

Yo he visto muchos cantores,
con famas bien otenidas
y que despues de alquiridas
no las quieren sustentar:
parece que sin largar
se cansaron en partidas.

Mas ande otro criollo pasa
Martin Fierro ha de pasar;
nada lo hace recular
ni las fantasmas lo espantan,
y dende que todos cantan
yo tambien quiero cantar.

Cantando me he de morir,
cantando me han de enterrar
y cantando he de llegar
al pie del eterno Padre;
dende el vientre de mi madre
vine a este mundo a cantar.

Que no se trabe mi lengua
ni me falte la palabra;
el cantar mi gloria labra
y, poniéndomé a cantar,
cantando me han de encontrar
aunque la tierra se abra.

Me siento en el plan de un bajo
a cantar un argumento;
como si soplara el viento
hago tiritar los pastos.
Con oros, copas y bastos
juega alli mi pensamiento.

Yo no soy cantor letrao
mas si me pongo a cantar
no tengo cuándo acabar
y me envejezco cantando:
las coplas me van brotando
como agua de manantial.

Con la guitarra en la mano
ni las moscas se me arriman;
naides me pone el pie encima,
y, cuando el pecho se entona,
hago gemir a la prima
y llorar a la bordona.

Yo soy toro en mi rodeo
y torazo en rodeo ajeno;
siempre me tuve por güeno
y si me quieren probar,
salgan otros a cantar
y veremos quién es menos

No me hago al lao de la güeya
aunque vengan degollando;
con los blandos yo soy blando
y soy duro con los duros,
y ninguno en un apuro
me ha visto andar tutubiando.

En el peligro !qué Cristos!
el corazón se me enancha,
pues toda la tierra es cancha,
y de eso naides se asombre;
el que se tiene por hombre
ande quiera hace pata ancha.

Soy gaucho, y entiéndaló
como mi lengua lo esplica:
para mi la tierra es chica
y pudiera ser mayor;
ni la víbora me pica
ni quema mi frente el sol.

Nací como nace el peje
en el fondo de la mar;
naides me puede quitar
aquello que Dios me dio:
lo que al mundo truje yo
del mundo lo he de llevar.

Mi gloria es vivir tan libre
como el pájaro del cielo;
no hago nido en este suelo
ande hay tanto que sufrir,
y naides me ha de seguir
cuando yo remuento el vuelo.

Yo no tengo en el amor
quien me venga con querellas;
como esas aves tan bellas
que saltan de rama en rama,
yo hago en el trébol mi cama,
y me cubren las estrellas.

Y sepan cuantos escuchan
de mis penas el relato
que nunca peleo ni mato
sino por necesidá
y que a tanta alversidá
sólo me arrojó el mal trato.

Y atiendan la relación
que hace un gaucho perseguido,
que padre y marido ha sido
empeñoso y diligente,
y sin embargo la gente
lo tiene por un bandido.

Capitulo 2


Ninguno me hable de penas,
porque yo penado vivo,
y naides se muestre altivo
aunque en el estribo esté,
que suele quedarse a pie
el gaucho mas alvertido.

Junta esperencia en la vida
hasta pa dar y prestar
quien la tiene que pasar
entre sufrimiento y llanto;
porque nada enseña tanto
como el sufrir y el llorar.

Viene el hombre ciego al mundo,
cuartiándolo la esperanza,
y a poco andar ya lo alcanzan
las desgracias a empujones;
! la pucha, que trae liciones
el tiempo con sus mudanzas!

Yo he conocido esta tierra
en que el paisano vivía
y su ranchito tenía
y sus hijos y mujer...
era una delicia el ver
cómo pasaba sus días.

Entonces... cuando el lucero
brillaba en el cielo santo,
y los gallos con su canto
nos decían que el día llegaba,
a la cocina runbiaba
el gaucho... que era un encanto.

Y sentao junto al jogón
a esperar que venga el día,
al cimarrón se prendía
hasta ponerse rechoncho,
mientras su china dormía
tapadita con su poncho.

Y apenas la madrugada
empesaba a coloriar,
los pájaros a cantar
y las gallinas a apiarse,
era cosa de largarse
cada cual a trabajar.

Este se ata las espuelas,
se sale el otro cantando,
uno busca un péllon blando,
éste un lazo, otro un rebenque,
y los pingos relinchando
los llaman dende el palenque.

El que era pion domador
enderezaba al corral,
ande estaba el animal
bufidos que se las pela ...
y mas malo que su agüela
se hacía astillas el bagual.

Y alli el gaucho inteligente,
en cuanto el potro enriendó,
los cueros le acomodó
y se le sentó en seguida
que el hombre muestra en la vida
la astucia que Dios le dió.

Y en las playas corcoviando
pedazos se hacía el sotreta
mientras él por las paletas
le jugaba las lloronas
y al ruido de las caronas
salía haciendo gambetas.

!Ah,tiempos!... !Si era un orgullo
ver jinetear un paisano!
cuando era gaucho baquiano,
aunque el potro se boliase,
no habia uno que no parase
con el cabresto en la mano.

Y mientras domaban unos,
otros al campo salían
y la hacienda recogían,
las manadas repuntaban,
y ansí sin sentir pasaban
entretenidos el día.

Y verlos al cair la tarde
en la cocina riunidos,
con el juego bien prendido
y mil cosas que contar,
platicar muy divertidos
hasta después de cenar.

Y con el buche bien lleno
era cosa superior
irse en brazos del amor
a dormir como la gente,
pa empezar el día siguiente
las fainas del día anterior.

Ricuerdo !qué maravilla!
cómo andaba la gauchada
siempre alegre y bien montada
y dispuesta pa el trabajo...
pero hoy en día...!barajo!
no se la ve de aporriada.

El gaucho más infeliz
Tenía tropilla de un pelo,
no le faltaba un consuelo
y andaba la gente lista...
teniendo al campo la vista,
solo vía hacienda y cielo.

Cuando llegaban las yerras,
!cosa que daba calor!
tanto gaucho pialador
y tironiador sin yel.
!Ah, tiempos... pero si en él
se ha visto tanto primor!

Aquello no era trabajo,
mas bien era una junción,
y después de un güen tirón
en que uno se daba mana,
pa darle un trago de cana
solía llamarlo el patrón.

Pues vivía la mamajuana
siempre bajo la carreta,
y aquel que no era chancleta,
en cuanto el goyete vía,
sin miedo se le prendía
como güerfano a la teta.

!Y qué jugadas se armaban
cuando estábamos riunidos!
siempre íbamos prevenidos,
pues en tales ocasiones
a ayudarle a los piones
caiban muchos comedidos.

Eran los días del apuro
y alboroto pa el hembraje,
pa preparar los potajes
y osequiar bien a la gente,
y así, pues, muy grandemente,
pasaba siempre el gauchaje.

Vení,a la carne con cuero,
la sabrosa carbonada,
mazamorra pien pisada,
los pasteles y el güen vino...
pero ha querido el destino
que todo aquello acabara.

Estaba el gaucho en su pago
con toda siguridá,
pero aura... !barbaridá!,
la cosa anda tan fruncida,
que gasta el pobre la vida
en juir de la autoridá.

Pues si usté pisa en su rancho
y si el alcalde lo sabe,
lo caza lo mesmo que ave
aunque su mujer aborte...
!No hay tiempo que no se acabe
ni tiento que no se corte!.

Y al punto dése por muerto
si el alcalde lo bolea,
pues ahí nomas se le apea
con una felpa de palos;
y despues dicen que es malo
el gaucho si los pelea.

Y el lomo le hinchan a golpes,
y le rompen la cabeza,
y luego con ligereza,
ansí lastimao y todo,
lo amarran codo a codo
y pa el cepo lo enderiezan.

Ahi comienzan sus desgracias,
ahi principia el pericón,
porque ya no hay salvación,
y que usté quiera o no quiera,
lo mandan a la frontera
o lo echan a un batallón.

Ansí empezaron mis males
lo mesmo que los de tantos;
si gustan... en otros cantos
les diré lo que he sufrido:
despues que uno está... perdido
no lo salvan ni los santos.

Capitulo 3
Tuve en mi pago en un tiempo
hijos, hacienda y mujer,
pero empecé a padecer,
me echaron a la frontera,
¡Y que iba a hallar al volver!
tan solo hallé la tapera.

Sosegao vivía en mi rancho
como el pájaro en su nido,
allí mis hijos queridosa
iban creciendo a mi lao...
sólo queda al desgraciao
lamentar el bien perdido.

Mi gala en las pulperías
era, en habiendo mas gente,
ponerme medio caliente,
pues cuando puntiao me encuentro
me salen coplas de adentro
como agua de la virtiente.

Cantando estaba una vez
en una gran diversión,
y aprovecho la ocasión
como quiso el Juez de Paz...
se presentó, y ahi nomás
hizo arriada en montón.

Juyeron los más matreros
y lograron escapar:
yo no quise disparar,
soy manso y no había porqué,
muy tranquilo me quedé
y ansi me dejé agarrar

Allí un gringo con un órgano
y una mona que bailaba,
haciéndonos rair estaba,
cuanto le tocó el arreo,
¡tan grande el gringo y tan feo,
lo viera cómo lloraba!.

Hasta un inglés zanjiador
que decía en la última guerra
que él era de Inca-la-perra
y que no queria servir,
tambien tuvo que juir
a guarecerse en la sierra.

Ni los mirones salvaron
de esa arriada de mi flor,
fué acoyarao el cantor
con el gringo de la mona,
a uno solo, por favor,
logró salvar la patrona.

Formaron un contingente
con los que del baile arriaron,
con otros nos mesturaron,
que habían agarrao también,
las cosas que aquí se ven
ni los diablos las pensaron.

A mí el Juez me tomó entre ojos
en la ultima votación:
me le había hecho el remolón
y no me arrimé ese día,
y él dijo que yo servía
a los de la esposición.

Y ansí sufrí ese castigo
tal vez por culpas ajenas,
que sean malas o sean güenas
las listas, siempre me escondo:
yo soy un gaucho redondo
y esas cosas no me enllenan.

Al mandarnos nos hicieron
mas promesas que a un altar,
el Juez nos jué a proclamar
y nos dijo muchas veces:
muchachos, a los seis meses
los van a ir a relevar.

Yo llevé un moro de número
¡sobresaliente el matucho!
con él gané en Ayacucho
mas plata que agua bendita:
siempre el gaucho necesita
un pingo pa fiarle un pucho.

Y cargué sin dar mas güeltas
con las prendas que tenía:
jergas, ponchos, todo cuanto había
en casa, tuito lo alcé:
a mi china la dejé
medio desnuda ese día.

No me falta una guasca
-esa ocasión eche el resto-,
bozal,maniador, cabresto,
lazo, bolas y manea...
¡el que hoy tan pobre me vea
tal vez no creerá todo esto!.

Ansí en mi moro, escarciando,
enderecé a la frontera.
¡Aparcero si uste viera
lo que se llama cantón!...
ni envidia tengo al ratón
en aquella ratonera.

De los pobres que allí había
a ninguno lo largaron,
los más viejos rezongaron,
pero a uno que se quejó
en seguida lo estaquiaron,
y la cosa se acabó.

En la lista de la tarde
el jefe nos cantó el punto
diciendo: -Quinientos juntos
llevará el que se resierte;
lo haremos pitar del juerte,
mas bien dése por dijunto-.

A naides le dieron armas,
pues toditas las que había
el Coronel las tenía,
sigun dijo esa ocasión,
pa repartirlas el día
en que hubiera una invasión.
al principio nos dejaron
de haraganes criando sebo,
pero después... no me atrevo
a decir lo que pasaba...
¡barajo!... si nos trataban
como se trata a malevos.

Porque todo era jugarle
por los lomos con la espada,
y aunque usté no hiciera nada,
lo mesmito que en palermo,
le daban cada cepiada
que lo dejaban enfermo.

!Y que indios, ni que servicio;
si allí no había ni cuartel!
nos mandaba el Coronel
a trabajar en sus chacras,
y dejábamos las vacas
que las llevara el infiel.

Yo primero sembré trigo
y después hice un corral,
corté adobe pa un tapial,
hice un quincho, corté paja...
¡la pucha que se trabaja
sin que le larguen un rial!.

Y es lo pior de aquel enriedo
que si uno anda hinchando el lomo
se le apean como un plomo...
¡quién aguanta aquel infierno!
si eso es servir al gobierno,
a mi no me gusta el cómo.

Más de un año nos tuvieron
en esos trabajos duros;
y los indios, le asiguro
dentraban cuando querían:
como no los perseguían,
siempre andaban sin apuro.

A veces decía al volver
del campo la descubierta
que estuvieramos alerta,
que andaba adentro la indiada,
porque había una rastrillada
o estaba una yegua muerta.

Recién entonces salía
la orden de hacer la riunión,
y caibamos al cantón
en pelos y hasta enancaos,
sin armas, cuatro pelaos
que ibamos a hacer jabón.

Ahi empezaba el afán
-se entiende, de puro vicio-
de enseñarle el ejercicio
a tanto gaucho recluta,
con un estrutor... ¡que... bruta!
que nunca sabía su oficio.

Daban entonces las armas
pa defender los cantones,
que eran lanzas y latones
con ataduras de tiento...
las de juego no las cuento
porque no había municiones.

Y un sargento chamuscao
me contó que las tenían
pero que ellos la vendían
para cazar avestruzes;
y asi andaban noche y día
déle bala a los ñanduses.

Y cuando se iban los indios
con lo que habían manotiao,
salíamos muy apuraos
a perseguirlos de atrás;
si no se llevaban más
es porque no habían hallao.

Allí sí, se ven desgracias
y lágrimas y afliciones;
naides le pida perdones
al indio: pues donde dentra,
roba y mata cuanto encuentra
y quema las poblaciones.

No salvan de su juror
ni los pobres angelitos;
viejos, mozos y chiquitos
los mata del mesmo modo:
que el indio lo arregla todo
con la lanza y con gritos.

Tiemblan las carnes al verlo
volando al viento la cerda,
la rienda en la mano izquierda
y la lanza en la derecha;
ande enderieza habre brecha
pues no hay lanzazo que pierda.

Hace trotiadas tremendas
desde el fondo del desierto;
ansí llega medio muerto
de hambre, de sé y de fatiga;
pero el indio es una hormiga
que día y noche esta despierto.

Sabe manejar las bolas
como naides las maneja;
cuanto el contrario se aleja,
manda una bola perdida,
y si lo alcanza, sin vida
es siguro que lo deja.

Y el indio es como tortuga
de duro para espichar;
si lo llega a destripar
ni siquiera se le encoge;
luego sus tripas recoge,
y se agacha a disparar.

hacían el robo a su gusto
y después se iban de arriba;
se llevaban las cautivas,
y nos contaban que a veces
les descarnaban los pieces,
a las pobrecitas, vivas.

¡Ah! ¡si partía el corazón
ver tantos males, canejo!
los perseguíamos de lejos
sin poder ni galopiar;
¡y qué habíamos de alcanzar
en unos vichocos viejos!

nos volvíamos al cantón
a las dos o tres jornadas,
sembrando las caballadas;
y pa que alguno la venda,
rejuntábamos la hacienda
que habían dejao rezagada.

Una vez entre otras muchas,
tanto salir al botón,
nos pegaron un malón
los indios y una lanciada,
que la gente acobardada
quedó dende esa ocasión.

Habían estao escondidos
aguaitando atrás de un cerro...
¡lo viera a su amigo Fierro
aflojar como un blandito!
salieron como maiz frito
en cuanto sonó un cencerro.

Al punto nos dispusimos
aunque ellos eran bastantes;
la formamos al instante
nuestra gente, que era poca,
y golpiándose en la boca
hicieron fila adelante.

Se vinieron en tropel
haciendo temblar la tierra.
no soy manco pa la guerra
pero tuve mi jabón,
pues iba en un redomón
que habia boleao en la sierra.

¡Que vocerío! ¡Que barullo!
¡que apurar esa carrera!
la indiada todita entera
dando alaridos cargó,
¡jue pucha!... y ya nos sacó
como yeguada matrera.

¡Que fletes traiban los bárbaros!
¡como una luz de ligeros!
hicieron el entrevero
y en aquella mezcolanza,
este quiero, éste no quiero,
nos escogían con la lanza.

Al que le daban un chuzazo,
dificultoso es que sane.
En fin, para no echar panes,
salimos por esas lomas,
lo mesmo que las palomas
al juir de los gavilames.

¡Es de almirar la destreza
con que la lanza manejan!
de perseguir nunca dejan,
y nos traiban apretaos.
¡Si queríamos, de apuraos,
salirnos por las orejas!

Y pa mejor de la fiesta
en esa aflición tan suma,
vino un indio echando espuma,
y con la lanza en la mano,
gritando: -Acabáu critiano,
metáu el lanza hasta el pluma.

Tendido en el costillar,
cimbrando por sobre el brazo
una lanza como un lazo,
me atropelló dando gritos:
si me descuido... el maldito
me levanta de un lanzazo.

Si me atribulo o me encojo,
siguro que no me escapo:
siempre he sido medio guapo,
pero en aquella ocasión
me hacia buya el corazón
como la garganta al sapo.

Dios le perdone al salvaje
las ganas que me tenía...
desaté las tres marías
y lo engatusé a cabriolas...
¡pucha...! si no traigo bolas
me achura el indio ese día.

Era el hijo de un cacique,
sigun yo lo averigüé;
la verdá del caso jué
que me tuvo apuradazo,
hasta que por fin de un bolazo
del caballo lo bajé.

Ahi no más me tiré al suelo
y lo pisé en las paletas;
empezó a hacer morisquetas
y a mezquinar la garganta...
pero yo hice la obra santa
de hacerlo estirar la jeta.

Allí quedó de mojón
y en su caballo salté;
de la indiada disparé,
pues si me alcanza me mata,
y al fin me les escapé,
con el hilo de una pata.

Capitulo 4

Seguiré esta relación,
aunque pa chorizo es largo:
el que pueda hágase cargo
como andaría de matrero,
después de salvar el cuero
de aquel trance tan amargo.

Del sueldo nada les cuento,
porque andaba disparando;
nosotros de cuando en cuando
solíamos ladrar de pobres:
nunca llegaban los cobres
que se estaban aguardando.

Y andábamos de mugrientos
que el mirarnos daba horror;
les juro que era un dolor
ver esos hombres,!por cristo!
en mi perra vida he visto
una miseria mayor.

Yo no tenía ni camisa
ni cosa que se parezca;
mis trapos solo pa yesca
me podían servir al fin...
no hay plaga como un fortín
para que el hombre padesca.

Poncho, jergas, el apero,
las prenditas, los botones,
todo, amigo, en los cantones
jué quedando poco a poco;
ya me tenían medio loco
la pobreza y los ratones.

Sólo una manta peluda
era cuanto me quedaba
la había agenciao a la tabla
y ella me tapaba el bulto;
yaguané que alli ganaba
no salía... ni con indulto.

y pa mejor hasta el moro
se me jué de entre las manos;
no soy lerdo... pero, hermano,
vino el Comendante un día
diciendo que lo quería
-pa enseñarle a comer grano..-

Afigúrese cualquiera
la suerte de este su amigo,
a pie y mostrando el umbligo,
estropiao, pobre y desnudo;
ni por castigo se pudo
hacerse más mal conmigo.

ansí pasaron los meses,
y vino el año siguiente,
y las cosas igualmente
siguieron del mesmo modo:
adrede parece todo
pa atormentar a la gente.

No teníamos mas permiso,
ni otro alivio la gauchada,
que salir de madrugada,
cuando no habia indio ninguno,
campo ajuera a hacer boliadas
desocando los reyunos.

Y cáibamos al cantón
con los fletes aplastaos,
pero a veces medio aviaos
con plumas y algunos cueros,
que pronto con el pulpero
los teníamos negociaos.

Era un amigo del jefe
que con un boliche estaba;
yerba y tabaco nos daba
por la pluma de avestruz,
y hasta le hacía ver la luz
al que un cuero le llevaba.

Solo tenía cuatro frascos
y unas barricas vacías,
y a la gente le vendía
todo cuanto precisaba...
algunos creiban que estaba
allí la proveduría.

¡Ah, pulpero habilidoso!
nada le solia faltar.
¡ahijuna!, para tragar
tenía un buche de ñandú;
la gente le dió en llamar
-el boliche de virtú.-

Aunque es justo que quien vende
algún poquito muerda,
tiraba tanto la cuerda
que, con sus cuatro limetas
el cargaba las carretas
de plumas, cueros y cerda.

Nos tenía apuntaos a todos
con más cuentas que un rosario,
cuando se anunció un salario
que iban a dar, o un socorro;
pero sabe Dios qué zorro
se lo comió al Comisario;

Pues nunca lo vi llegar,
y al cabo de muchos días
en la mesma pulpería
dieron una güena cuenta,
que la gente muy contenta
de tan pobre recibia.

Sacaron unos sus prendas,
que las tenían empeñadas;
por sus deudas atrasadas
dieron otros el dinero;
al fin de fiesta el pulpero
se quedó con la mascada.

Yo me arrescosté a un horcón
dando tiempo a que pagaran,
y poniendo güena cara
estuve haciéndome el poyo,
a esperar que me llamaran
para recibir mi boyo.

Pero ahi me puede quedar
pegao pa siempre al horcón,
ya era casi la oración
y ninguno me llamaba;
la cosa se me ñublaba
y me dentró comezón.

Pa sacarme el entripao
vi al Mayor, y lo fí a hablar;
yo me lo empecé a atracar,
y como con poca gana
le dije:--Tal vez mañana
acabarán de pagar.-

-¡Que mañana ni otro dia!-,
al punto me contestó:
-la paga ya se acabó;
¡siempre has de ser animal!-
me rai y le dije:-Yo...
no he recebido ni un rial.-

Se le pusieron los ojos
que se le querían salir,
y ahi no más volvió a decir
comiéndome con la vista:
-y que querés recibir
si no has dentrao en la lista?-

-Esto sí que es amolar-,
dije yo pa mis adentros;
-van dos años que me encuentro
y hasta aura he visto ni un grullo;
dentro en todos los barullos
pero en las listas no dentro.-

Vide el plaito mal parao
y no quise aguardar más...
es güeno vivir en paz
con quien nos ha de mandar;
y reculando pa atrás
me le empecé a retirar.

Supo todo el Comendante
y me llamó al otro día,
diciéndome que quería
aviriguar bien las cosas...
que no era el tiempo de Rosas,
que aura a naides se debía.

Llamó al cabo y al sargento
y empezó la indagación:
si había venido al cantón
en tal tiempo o en tal otro...
y si había venido en potro,
en reyuno o redomón.

Y todo era alborotar
al ñudo, y hacer papel;
conocí que era pastel
pa engordar con mi guayaca;
más si voy al Coronel
me hacen bramar en la estaca.

¡Ah, hijos de una...! ¡la codicia
ojala les ruempa el saco!
ni un pedazo de tabaco
le dan al pobre soldao,
y lo tienen, de delgao,
más ligero que un guanaco.

Pero qué iba a hacerles yo,
charabón en el desierto;
más bien me daba por muerto
pa no verme más fundido:
y me les hacía el dormido
aunque soy medio despierto.

Capitulo 5

Yo andaba desesperao,
aguardando una ocasión
que los indios un malón
nos dieran, y entre el estrago
hacérmeles cimarrón
y volverme pa mi pago.

Aquello no era servicio
ni defender la frontera;
aquello era ratonera
en que sólo gana el juerte:
era jugar a la suerte
con una taba culera.

Allí tuito va al revés;
los milicos son los piones,
y andan en las poblaciones
emprestaos pa trabajar;
los rejuntan pa peliar
cundo entran indios ladrones.

Yo he visto en esa milonga
muchos Jefes con estancia,
y piones en abundancia,
y majadas y rodeos;
he visto negocios feos
a pesar de mi inorancia.

Y colijo que no quieren
la barunda componer;
para eso no ha de tener,
el Jefe que esté de estable,
mas que su poncho y su sable,
su caballo y su deber.

Ansina, pues, conociendo
que aquel mal no tiene cura,
que tal vez mi sepoltura
si me quedo iba a encontrar,
pensé mandarme mudar
como cosa más sigura.

Y pa mejor, una noche
¡que estaquiada me pegaron!
casi me descoyuntaron
por motivo de una gresca:
¡ahijuna, si me estiraron
lo mesmo que guasca fresca!

Jamás me puedo olvidar
lo que esa vez me pasó;
dentrando una noche yo
al fortín, un enganchao,
que estaba medio mamao,
allí me desconoció.

Era un gringo tan bozal,
que nada se le entendía,
¡quién sabe de ande sería!
tal vez no juera cristiano,
pues lo único que decía
es que era pa-po-litano.

Estaba de centinela
y por causa del peludo
verme más claro no pudo,
y esa jué la culpa toda:
el bruto se asustó al ñudo
y fí el pavo de la boda.

Cuando me vido acercar:
-quien vivore...?- preguntó;
-que viboras?-, dije yo.
-¡Ha garto!-, me pegó el grito,
y yo dije despacito:
-¡mas lagarto seras vos!-

Ahi no más, ¡Cristo me valga!,
rastrillar el jusil siento:
me agaché, y en el momento
el bruto me largó un chumbo;
mamao, me tiró sin rumbo,
que si no, no cuento el cuento.

Por de contao, con el tiro
se alborotó el avispero;
los Oficiales salieron
y se empezo la junción;
quedo en su puesto el nación,
y yo fí al estaquiadero.

Entre cuatro bayonetas
me tendieron en el suelo;
vino el mayor medio en pedo
y allí se puso a gritar:
-¡pícaro, te he de enseñar
andar reclamando sueldos!-

De las manos y las patas
me ataron cuatro cinchones;
les aguanté los tirones
sin que ni un !ay! se me oyera,
y al gringo la noche entera
lo harté con mis maldiciones.

Yo no sé porqué el gobierno
nos manda aquí a la frontera
gringada que ni siquiera
se sabe atracar a un pingo.
¡si creerá al mandar un gringo
que nos manda alguna fiera!

No hacen más que dar trabajo,
pues no saben ni ensillar;
no sirven ni pa carniar:
y yo he visto muchas veces
que ni voltiadas las reses
se les querían arrimar.

Y lo pasan sus mercedes
lengüetiando pico a pico
hasta que viene un milico
a servirles al asao...
y eso sí, en lo delicaos,
parecen hijos de rico.

Si hay calor, ya no son gente;
si yela, todos tiritan;
si usté no les da, no pitan
por no gastar en tabaco,
y cuando pescan un naco
uno al otro se lo quitan.

Cuando llueve se acoquinan
como perro que oye truenos.
¡Que diablos!, sólo son güenos
pa vivir entre maricas,
y nunca se andan con chicas
para alzar ponchos ajenos.

Pa vichar son como ciegos;
no hay ejemplo de que entiendan,
ni hay uno solo que aprienda,
al ver un bulto que cruza,
a saber si es avestruza,
o si es jinete, o hacienda.

Si salen a perseguir
después de mucho aparato,
tuitos se pelan al rato
y va quedando el tendal:
esto es como en un nidal
echarle güevos a un gato.

Capitulo 6
Vamos dentrando recién
a la parte mas sentida,
aunque es todita mi vida
de males una cadena:
a cada alma dolorida
le gusta cantar sus penas.

Se empezó en aquel entonces
a rejuntar caballada,
y riunir la milicada
teniendola en el cantón,
para una despedición
a sorprender a la indiada.

Nos anunciaban que iríamos
sin carretas ni bagajes
a golpiar a los salvajes
en sus mesmas tolderías;
que a la güelta pagarían
licenciándolo al gauchaje;

Que en esta despedición
tuviéramos la esperanza;
que iba a venir sin tardanza,
según el Jefe contó,
un menistro o que se yo...
que le llamaban don Ganza;

Que iba a riunir el ejército
y tuitos los batallones,
y que traiba unos cañones
con más rayas que un cotín;
!pucha!... Las conversasiones
por allá no tenian fín.

Pero esas trampas no enriedan
a los zorros de mi laya;
que esa Ganza venga o vaya,
poco le importa a un matrero.
yo también deje las rayas...
en los libros del pulpero.

Nunca juí gaucho dormido;
siempre pronto, siempre listo,
yo soy un hombre, !que Cristo!,
que nada me ha acobardao,
y siempre salí parao
en los trances que me he visto.

Dende chiquito gané
la vida con mi trabajo,
y aunque siempre estuve abajo
y no sé lo que es subir
tambien el mucho sufrir
suele cansarnos, !barajo!

En medio de mi inorancia
conozco que nada valgo:
soy la liebre o soy el galgo
asigún los tiempos andan;
pero también los que mandan
debieran cuidarnos algo.

Una noche que riunidos
estaban en la carpeta
empinando una limeta
el Jefe y el Juez de Paz,
yo no quise aguardar más,
y me hice humo en un sotreta.

Me parece el campo orégano
dende que libre me veo;
donde me lleva el deseo
allí mis pasos dirijo,
y hasta en las sombras de fijo
que donde quiera rumbeo.

Entro y salgo del peligro
sin que me espante el estrago,
no aflojo al primer amago
ni jamás fuí gaucho lerdo:
soy pa rumbiar como el cerdo,
y pronto caí a mi pago.

Volvía al cabo de tres años
de tanto sufrir al ñudo
resertor, pobre y desnudo,
a procurar suerte nueva;
y lo mesmo que el peludo
enderecé pa mi cueva.

No hallé ni rastro del rancho:
!solo estaba la tapera!
!por cristo si aquello era
pa enlutar el corazón!
¡yo juré en esa ocasión
ser mas malo que una fiera!

!Quien no sentirá lo mesmo
cuando ansí padece tanto!
puedo asigurar que el llanto
como una mujer largué:
!Ay, mi Dios: si me quedé
mas triste que Jueves Santo!

Sólo se oiban los aullidos
de un gato que se salvó;
el pobre se guareció
cerca, en una vizcachera:
venía como si supiera
que estaba de güelta yo.

Al dirme dejé la hacienda
que era todito mi haber;
pronto debíamos volver,
sigún el Juez prometía,
y hasta entonces cuidaria
de los bienes, la mujer.

Después me contó un vecino
que el campo se lo pidieron;
la hacienda se la vendieron
pa pagar arrendamientos,
y que sé yó cuantos cuentos;
pero todo lo fundieron.

Los pobrecitos muchachos,
entre tantas afliciones,
se conchabaron de piones;
!más que iban a trabajar,
si eran como los pichones
sin acabar de emplumar!

Por ahi andarán sufriendo
de nuestra suerte el rigor:
me han contao que el mayor
nunca dejaba a su hermano;
puede ser que algún cristiano
los recoja por favor.

¡Y la pobre mi mujer,
dios sabe cuánto sufrió!
me dicen que se voló
con no sé qué gavilán:
sin duda a buscar el pan
que no podía darle yo.

No es raro que a uno le falte
lo que a algún otro le sobre
si no le quedó ni un cobre
sino de hijos un enjambre.
que más iba a hacer la pobre
para no morirse de hambre?

¡Tal vez no te vuelva a ver,
prienda de mi corazón!
dios te de su proteción
ya que no me la dió a mí,
y a mis hijos dende aquí
les hecho mi bendición.

Como hijitos de la cuna
andarán por ahi sin madre;
ya se quedaron sin padre,
y ansí la suerte los deja
sin naides que los proteja
y sin perro que les ladre.

Los pobrecitos tal vez
no tengan ande abrigarse,
ni ramada ande ganarse,
ni rincón ande meterse,
ni camisa que ponerse,
ni poncho con que taparse.

Tal vez los verán sufrir
sin tenerles compasión;
puede que alguna ocasión,
aunque los vean tiritando,
los echen de algún jogón
pa que no estén estorbando.

Y al verse ansina espantaos
como se espanta a los perros,
irán los hijos de Fierro,
con la cola entre las piernas,
a buscar almas mas tiernas
o esconderse en algún cerro.

Mas también en este juego
voy a pedir mi bolada;
a naides le debo nada,
ni pido cuartel ni doy:
y ninguno dende hoy
ha de llevarme en la armada.

Yo he sido manso primero,
y seré gaucho matrero;
en mi triste circunstancia,
aunque es mi mal tan projundo,
nací y me he criado en estancia.
pero ya conozco el mundo.

Ya les conozco sus mañas,
le conozco sus cucañas;
sé como hacen la partida,
la enriedan y la manejan;
deshaceré la madeja
aunque me cueste la vida.

Y aguante el que no se anime
a meterse en tanto engorro
o si no aprétese el gorro
y para otra tierra emigre;
pero yo ando como el tigre
que le roban los cachorros.

Aunque muchos creen que el gaucho
tiene alma de reyuno,
no se encontrará a ninguno
que no le dueblen las penas;
mas no debe aflojar uno
mientras hay sangre en las venas. 

Capitulo 7

De carta de más me vía
sin saber a donde dirme;
mas dijeron que era vago
y entraron a perseguirme.

Nunca se achican los males,
van poco a poco creciendo,
y ansina me vide pronto
obligado a andar juyendo.

No tenía mujer ni rancho
y a más, era resertor;
no tenía una prenda güena
ni un peso en el tirador

A mis hijos infelices
pensé volverlos a hallar,
y andaba de un lao al otro
sin tener ni que pitar.

Supe una vez por desgracia
que habia un baile por allí,
y medio desesperao
a ver la milonga fuí.

Riunidos al pericón
tantos amigos hallé,
que alegre de verme entre ellos
esa noche me apedé.

Como nunca, en la ocasión
por peliar me dió la tranca.
y la emprendí con un negro
que trujo una negra en ancas.

Al ver llegar la morena,
que no hacía caso de naides,
le dije con la mamúa:
-Va...ca...yendo gente al baile.

La negra entendió la cosa
y no tardó en contestarme,
mirándome como a un perro:
-Mas vaca será su madre.-

Y dentró al baile muy tiesa
con más cola que una zorra,
haciendo blanquiar los dientes
lo mesmo que mazamorra.

-¡Negra linda!-... dije yo.
-Me gusta... pa la carona-;
y me puse a champurriar
esta coplita fregona:

-A los blancos hizo Dios,
a los mulatos San Pedro,
a los negros hizo el diablo
para tizón del infierno.-

Había estao juntando rabia
el moreno dende ajuera;
en lo escuro le brillaban
los ojos como linterna.

Lo conocí retobao,
me acerqué y le dije presto:
-Po...r...rudo que un hombre sea
nunca se enoja por esto.

Corcovió el de los tamangos
y creyéndose muy fijo:
-¡Mas porrudo seras vos,
gaucho rotoso!-, me dijo.

Y ya se me vino al humo
como a buscarme la hebra,
y un golpe le acomodé
con el porrón de ginebra.

Ahi nomás pegó el de hollín
mas gruñidos que un chanchito,
y pelando el envenao
me atropelló dando gritos.

Pegué un brinco y abrí cancha
diciéndoles: -Caballeros,
dejen venir ese toro.
solo nací... solo muero.

El negro, después del golpe,
se había el poncho refalao
y dijo: -Vas a saber
si es solo o acompañado.

Y mientras se arremangó,
yo me saqué las espuelas,
pues malicié que aquel tío
no era de arriar con las riendas.

No hay cosa como el peligro
pa refrescar un mamao;
hasta la vista se aclara
por mucho que haiga chupao.

El negro me atropelló
como a quererme comer;
me hizo dos tiros seguidos
y los dos le abarajé.

Yo tenía un facón con S,
que era de lima de acero;
le hice un tiro, lo quitó
y vino ciego el moreno;

Y en el medio de las aspas
un planazo le asenté,
que lo largue culebriando
lo mesmo que buscapié.

Le coloriaron las motas
con la sangre de la herida,
y volvió a venir jurioso
como una tigra parida.

Y ya me hizo relumbrar
por los ojos el chchillo,
alcanzando con la punta
a cortarme en un carrillo.

Me hirvió la sangre en las venas
y me le afirmé al moreno,
dándole de punta y hacha
pa dejar un diablo menos.

Por fin en una topada
en el cuchillo lo alcé,
y como un saco de güesos
contra un cerco lo largué.

Tiró unas cuantas patadas
y ya cantó pal carnero:
nunca me puedo olvidar
de la agonía de aquel negro.

En esto la negra vino
con los ojos como ají
y empezó la pobre allí
a bramar como una loba.


yo quise darle una soba
a ver si la hacía callar,
mas pude reflesionar
que era malo en aquel punto,
y por respeto al dijunto
no la quise castigar.

Limpié el facón en los pastos,
desate mi redomón,
monté despacio y salí
al tranco pa el cañadon.

Después supe que al finao
ni siquiera lo velaron,
y retobao en un cuero,
sin rezarle lo enterraron.

Y dicen que dende entonces,
cuando es la noche serena
suele verse una luz mala
como de alma que anda en pena.

Yo tengo intención a veces,
para que no pene tanto,
de sacar de allí los güesos
y echarlos al camposanto.















José Hernández
(nacido como José Rafael Hernández y Pueyrredón, el 10 de noviembre de 1834, fallecido el 21 de octubre de1886) militar, periodista, poeta y político argentino,
www.taringa.net

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