TRADUCTOR

viernes, 9 de enero de 2015

IBARRECHEA: NOTICIAS SOBRE EL CAMPEÓN

-Estoy buscando algunas noticias del campeón, doctora Cecilia.


Hábleme de su amigo el campeón -me dijo mientras se soltaba el cabello-.

Mire doctora, él tiene por costumbre caminar por las calles de Córdoba y observar vidrieras con juguetes. A veces, compra muñecas, las lleva, y las deja en los sillones de su living, otras, compra trencitos, autitos y pelotas de plástico, y los mira con cierta curiosidad mientras escribe. Él es un nostálgico de aquellos, un tipo que nos asombra contándonos sus recuerdos, porque el campeón estimada doctora, siempre me dijo que tenía miedo de morir aburrido, solo y de viejo, será por eso que siempre me pregunta noticias de su pueblo, porque yo querida doctora soy un viajero inagotable. Usted sabe que cada vez que puede, a solas en algún bar, me dice que en su pueblo no hay fantasmas, porque todos los que vivieron allí tuvieron una infancia feliz. Fíjese qué interesante, queridísima doctora, y hasta me cuenta que los muertos, los muertos de su pueblo, dice que todos murieron con la cicatriz de la sonrisa bien marcada en su cara. Una vez me contó entre cervezas y cervezas que una mujer le dijo que "lo quería no por lo que él tenía, sino por ser un hombre de allá." Por eso es que el tiene tantos juguetes estimada doctora, los compra para regalárselos a los niños que se asoman para ver esos grandes barcos que surcan las aguas de la Cañada, rumbo al río Suquía, en cada botella de plástico que el agua empuja. Los compra para dárselos a los niños que recogen el cartón de las calles con una aureola sobre sus cabezas, así es de loco nuestro campeón.

-Niños, les apuesto dos mangos que las botellas de jugo llegan más lejos.
-Niños, les apuesto dos mangos que habrá más cartón a la salida de la escuela. 


Y los niños, querida doctora, esos energúmenos atorrantes que nos desvelan por andar corriendo con los pies descalzos entre la basura, le hacen caso. Entonces adorable doctora, él les hace escribir cartitas, es de no creer, pero él les hace escribir cartitas para los navegantes de aquellos locos barcos imaginarios, deseándoles un muy buen y feliz viaje. Y junto a ellos, arroja los papeles que caen al agua mansa, al agüita tímida del arroyo que le llena el corazón de alegría. ¿Qué cosas tiene mi amigo el campeón, no?

Él les dice: no fumes niño, no hasta el primer desamor. ¿Escuchó bien? No hasta el primer desamor. Así es él, así es mi amigo el campeón.

A veces, bonita doctora, lo he visto jugar con artistas callejeros, lo he visto discutir con estafadores, lo he visto calmar a las lloronas, alejarse de los delatores, y explicarles a los poetas que las palabras difíciles no son poesía, ni las metáforas tampoco.  

-Mira viejo, respira, eso es poesía. Ya déjate de inventar frases estúpidas.
Eso les dice, y los otros enojados, no le ponen "me gusta" en el facebook.

Lo he visto enamorarse de cada boca que le dijo que lo quería, hasta encontrar en ése verso que de ellas sale, la mentira. A veces, cuando estamos solos en la mesa de algún bar, me cuenta cada capítulo del manual de las mentiras que es de no creer, de no creer fascinante doctora. 

Eso es poesía, me dice siempre.  Los amores y los desamores son poesía.
Entiende eso de una vez por todas, para que comprendas -me dijo un día en la mesa de un bar de la calle Belgrano en el barrio Güemes-.

Él piensa así, y creo que es porque tiene una enorme voluntad de servicio. Fíjese hermosa doctora, que yo considero necesario que antes de espiar las fisuras de su corazón, se debiera leer detenidamente lo que él escribe, para comprender lo de sus heridas. Hay que estudiarle el pulso para saber qué es lo que le pasa. Hasta creo que debe considerarse como un asunto de interés nacional y me atrevo que hasta debe convocarse a una comisión analizadora y fuertemente comprometida en resolver las angustias y las expectativas del campeón y de los otros soñadores que andan sueltos por ahí, porque en realidad, nosotros los muchachos del club social, vamos a venir a hacerle el aguante a nuestro ídolo. Hasta que salga de este combate caminando solo y victorioso. Porque nadie nunca ha soñado como él. Entonces nos verán golpear las mesas de los bares por la inmensa alegría, nos verán brindar con nuestros vasos y copas en alto locamente emocionados hasta las lágrimas, y nos verán a todos fundidos en un prolongado abrazo. Porque aquí estamos sus amigos, los muchacho trabajadores, los que nos ganamos el pan de sol a sol, los que amamos locamente, los tiernos, los bravos, los que sentimos un pinchazo en el alma ante cada muerte, los que creemos en Dios, los que alabamos los nacimientos, los que ayudamos a los viejitos a cruzar las calles, los que alguna vez caímos presos, los que deseamos mujeres ajenas, los que nos abrazamos por algún festejo futbolero. Golazo mi negro. 
Esos somos sus amigos, los que no queremos que ningún tipo extraño al barrio nos levante nuestras minas, los que miramos a la luna, los que suspiramos por unas piernas, los que empujamos los autos para que arranquen. Así somos, como lo es él.

Yo lo he visto al campeón, apetecible doctora, rezándole a San Expedito. Y Quizás ahí está el secreto. Junto a sus viejas fotos, junto a las nuevas fotos. Quizás está en la cajita de cartón para zapatillas de lona del número cuarenta y uno, el lugar donde guarda todas las estampitas de sus Santos favoritos y de la Virgencita. O en aquel banco de la plaza Colón, desde donde les arroja migajas a las palomas, y les habla al oído para que, cuando sea su hora, lo lleven hasta el Cielo. "No se olviden de su promesa, de volar hasta morir." Escuché decir que les decía. Es una máquina de sueños. Es un tipo imbatible. Por eso, al campeón, amadísima doctora Cecilia, escúchelo, háblele, hágale mimitos porque también lo he visto mirar cómo camina una mujer para opinar sobre sus flaquezas y sus ambiciones. "A aquella dama le pasa algo, aquella otra es una mujer feliz, aquella, aquella que está allá, está desconsolada..." Y eligió escribir. Eligió escribir y sufrir cada desencanto amoroso agregándole una cicatriz a su corazón, el que usted acaba de ver.  Eligió escribir sobre los sueños truncos de los pobres, sobre los caminos sin recorrer de los viejos, sobre los barriletes sin cola que dan la vuelta al mundo, sobre las esquirlas de las bombas fragmentarias que aún navegan en el aire buscando a sus víctimas, sobre los adioses, sobre las bienvenidas, sobre esos ojos tristes que lo miraron bajo la luna y le dijeron "espérame." 

Así es él, linda doctora Cecilia. Déjelo fumar si sale de ésta, déjelo apretar los dedos en el alambrado olímpico de las canchas de fútbol cada vez que Instituto Atlético Central Córdoba le regale un gol. No le diga nada. Eso, para él es pura poesía. Deje que su corazón estalle en mil lucecitas de fuegos artificiales cada vez que ella, el amor de su vida lo llame, y no se olvide preciosa doctora, que a él le gusta jugar en las plazas con las palomas y con algunos chiquilines de sueños insobornables, que quizás como él, también esperan tener mesas familiares y bulliciosas. No mire sus heridas, busque el porqué de ellas. Él campeón está en sus manos. Por eso, si sale de ésta, déjelo con sus sueños, que atrás de ésa sonrisa encantadora, el campeón es apenas un payaso triste que sólo quiere que le digan "acá estoy, vos también podés contar conmigo." Y que le den la mano y le regalen pequeñas porciones de alegría que alimenten su alma.

No, no. No se ponga así. Mire, le cuento que antes de venir a pedirle a usted, un poco de noticias sobre el estado del campeón, yo acudí a su llamado y llegué primero que todos. Llegué antes porque lo conozco. Y estuve allí cuando preparó todo para ésta, su segunda y definitiva pelea del siglo. Escuche bien, divina doctora de ojitos lindos, le cuento que fue lo que hizo el campeón. Me dijo que "Un hombre bien nacido debe comprometerse con la vida que elige, lo demás, es para otros hombres." 

Y Cerró el agua. Y cortó la luz. Y cortó el gas. Besó a la muñeca desparramada en el sillón, colocó sobre una vía imaginaria los trencitos de lata y de madera, enrolló el piolín sobre el trompo, embocó al balero y pegó la última figurita en el álbum de sus recuerdos. 

Ahora si, llévame al viejo hospital de los muñecos malheridos, amigo -me dijo-.

Y como un campeón, salió de su vestuario. Como salen los campeones, imagínelo, envuelto en una bata blanca, rodeado de cuatro guardaespaldas vestidos de blanco que empujaban la camilla hacia la ambulancia, apurados y nerviosos, atrás, parecía que lo alentaba un coro de ángeles y al subir al ring del gran combate, yo vi que estallaron miles y miles y miles de lucecitas multicolores, y el ambiente se llenó de imágenes que revoloteaban sobre su cabeza como fotos viejas de su niñez, de su juventud, como fotos viejas de sus viejos seres queridos y de voces multitudinarias que ensayaban cantos victoriosos para alentarlo. 

Lo que no se, hermosísima doctora Cecilia, es para que lado ha peleado hoy.
Si del lado de la razón, o del lado del corazón.
Por eso busco noticias sobre nuestro campeón.


















José Antonio Ibarrechea
http://diceelwalter.blogspot.com
diceelwalter@gmail.com


Música: "What a wonderful world"
Intérprete: Rod Steward
Autores: Thiele & Weiss
Subido por: Condemorch
Gentileza: YouTube


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

El comentario estará sujeto a la aprobación del equipo y su administrador. Gracias.