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viernes, 9 de enero de 2015

GILBERTO SOARES: POETIZACIÓN DEL ALMA

Gilberto Soares nació en San Pablo, ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida, y a la que odiaba profundamente. Como suele ocurrir con los grandes poetas, es difícil etiquetarlo dado que estaba muy por encima de las escuelas. La muerte se lo llevó antes de tiempo. Murió a poco de cumplir sesenta y un años, de una manera absurda para un tipo que nunca se metía en problemas: lo mató de dos tiros por la espalda un novio celoso porque lo confundió con el amante de su chica. En otra ocasión contaré las extrañas circunstancias en que nos conocimos, baste por ahora señalar la intensidad de su poesía, bajo la aparente sencillez de sus versos. Que fue un poeta genial lo prueba su poema Alma poetada que quedó inconcluso, y cuya traducción libre entrego hoy a mis seguidores. Si bien los poemas de Soares son transparentes, uno se encuentra con dificultades inesperadas al tiempo de traducirlos. Le gustaba inventar palabras, conjugar verbos inexistentes y elaborar complicados eslabones etimológicos. Esto es lo que sucede, por ejemplo, con el grupo  Alma y con el grupo poetada, cuyos rizomas filológicos aparecen en los sentidos más insospechados. También le gustaba proveer sentido rompiendo con las reglas de la gramática. Esas son, en buena parte, las dificultades a las que me enfrenté y de las que no estoy seguro de salir airoso, por lo que decidí publicar los versos originales en portugués a continuación de mi traducción. El poema me llegó por email unos días antes de su absurdo asesinato, pidiéndome que lo leyera y que le hiciera las correcciones que creyera necesarias. No leí el poemas hasta unos cuántos días después de tener noticia de su muerte, por respeto a él decidí darlo a conocer tal como me lo envió, sin la menor intervención de mi parte.  Quizá por esas mismas dificultades y desafíos que presentaba la tarea, lejos de resultar abrumadora y tediosa, la traslación al castellano argentino fue sumamente gratificadora y placentera. Espero que disfruten su lectura, como yo disfruté al traducirlo.
Juan Ignacio Prola

Poetización del alma
Primer movimiento
Ahí viene un alma poetizada hasta la desnudez
por este arabesco del sentido en que se despliega su vida,
para darle al mundo el humor del verbo 
recuperando la evanescencia laberíntica de su esencia
y así poder hacer como si lo innombrable no existiera.
Tal vez sea esa pesada tarea que la abruma,
que le provoca ese desgano incomparable, 
esa tendencia natural hacia la nada,
deseos ocultos y traicioneros 
para los que no alcanzan los números.

¿Cómo puede vivir en medio de esta vida urbana
tan prosaica un alma poetizada sino enajenada?
¿Cuánto tiempo puede soportar sin quebrarse
esa constante agresión de los seres amarillos,
a quienes les han extirpado el órgano de los sueños?
Ya casi no le quedan fuerzas para resistirlo
por eso vaga en la eterna agonía de encontrar
a cada paso eso que no se puede decir.
Ahí viene el alma poetizada, por una ciudad
fría de ilusiones y muda de esperanzas,
siguiendo el camino de los arabescos del verbo.

Segundo movimiento.
Aterida de cemento,
esta vida urbana que ha perdido la poesía
no es el sitio ideal para un alma poetizada.
Significa estar siempre en peligro.
Se convierte en un brote redivivo, cuya sola presencia
amenaza constantemente con irrumpir
para incomodar diciendo lo que nadie quiere oír,
como un espía capaz de sabotear todo acuerdo
con el único fin de subvertir la ley primordial.
Es un alma que no alcanza nunca la dicha,
porque  se lo impiden los grises 
con que se escribe e inscribe la vida urbana.
Todos en la vida urbana quieren silenciarla
y encuadrarla en la comodidad de las formas,
como una de las tantas ventanas que mudas se recortan
en la oscuridad de la noche citadina
y cuya única libertad es encenderse desde adentro 
con una una luz tenue, muy tenue hacia fuera,
como avergonzándose de su audacia.
Atragantada de invierno
la vida urbana vaga prosaica hasta el hastío.
No es el lugar ideal para que un alma poetizada
despliegue pomposa su hesitación 
–cualquiera se da cuenta de esto,
basta con mirar el fondo de sus ojos perplejos.
Es un alma pequeña que vacila todo el tiempo,
sin decidirse a ser dicha o a ser callada,
porque, después de todo, también en el silencio hay palabra,
sólo que no la deja fluir esta vida urbana reseca 
agobiada de motores, bocinas y sirenas.
Aturdida de soledad
el alma poetizada vaga borracha por la ciudad impía,
sólo tras ese velo puede soportar que le recorten sus alas.
Hay para ella una vida anónima y anémica, 
a veces urdida como un plan maligno,
y otras desperdigada entre los destinos terrosos y opacos,
acusada de ser un vulgar insecto
que merece ser aplastado por el ocaso.
Tercer movimiento
La noche está furiosa,
se echa sobre los hombros su manto rojo
y sale despechada a tomársela con el primero que encuentre.
Es un mantón de Manila de un rojo opaco,
amarronado como la sangre del asesinado,
y oscuro como los ojos del traidor.
Nada es más denso que el rojo manto de la noche,
omnipresente en la furia que lanza silenciosa 
el golpe anunciado del puñal que la ansiedad hunde
en el corazón del alma beoda y tambaleante.
Caprichosa, autónoma, desafiante,
cubierta con su manto escarlata, la noche cunde.
A esa opacidad de la noche se rinde el alma poetizada,
quizá porque en el fondo es inocente y cándida
y no presagia que lo bello puede ser terrible.
Así, casi sin querer, va descubriendo músicas pequeñas,
brotes incipientes de un arte que se resiste a desaparecer
y que le permiten encontrar un poco de calor 
para sobrevivir en el mundo yermo de acero y cemento.
En este punto es una obsesión, un alma poetizada
no se cansa de perseverar, quizá porque siente
que el jardín de la insistencia guarda siempre
la porfía de una flor entre las grietas del muro amohosado
o entre las hojas olvidadas del viento.
Cuarto movimiento
Por supuesto, en este ejercicio portentoso
y cotidiano de la supervivencia,
un alma poetizada tiene aliados y enemigos.
El primero es el cuerpo almado,
que ungido de cierta rebelión contra la nada
pelea una batalla perdida de antemano
por el sentido de una historia no relatada.
Claro que hay amigos que mejor perderlos.
¿Quién no tiene un amigo inexplicable?
En la soledad de su mesa de café,
el alma poetizada intuye su próximo encuentro:
será en la calle plúmbea, bajo un cielo plúmbeo,
junto al frío plúmbeo de paredes plúmbeas.
Y no hace nada para evitarlo
porque su aliento seductor es lo único tibio en la noche
aunque no sea real, aunque sea tan leve.
Ella se dejará llevar.
Quinto movimiento.
Dado que no abundan,
muchos creen que la poetización del alma
es una enfermedad, incluso, una tara.
Señalan cierta protuberancia lombrosiana en el lóbulo frontal
que claramente indica una labilidad por la perversión,
cierta debilidad moral que denuncia su incapacidad de comprender
este mundo fugaz de placeres pasajeros,
en el que las emociones son narcotizadas
y todo se pierde en la banalidad del efecto.
Así, con los sentidos adormecidos,
¿cómo alguien puede atreverse a mirar debajo
de la alfombra mágica y salir indemne del intento?
Mira donde miran todos
y no mires más allá, aconseja el sabio,
pero el alma poetizada no se conforma.
Un científico no tan loco ha pensado
que se trata de un problema congénito
y está ensayando en algún laboratorio secreto
una vacuna para inocular a las embarazadas
con el fin de combatir el virus que poetiza las almas.
Son almas madres cuyos vientres guardan
almitas sin padre, simiente sembrada en otro vientre 
de otra alma más antigua todavía.
Almita transportada de vientre en vientre a través del tiempo 
para ser dada a luz siglos más tarde
en medio de la vorágine de la vida urbana.

Agradecimiento a:
RARA POESÍA (blogspot) de Juan Ignacio Prola 

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