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viernes, 25 de diciembre de 2015

IBARRECHEA: LA CURANDERA DE MOMPOX


Una señora me dijo que esto de la curandería no se aprende, que viene solo. Fue un día, mientras estaba atrás del mostrador de mi negocio, donde vendía mis cosas y entró esta señora que me dijo que si yo no sabia medir para curar el empacho. Yo le dije que ni siquiera creía en el empacho. Estoy descompuesta y tu tienes cara de curandera, me decía. Entonces me dijo que hiciera así y asá y la medí como ella me dijo y dice que se compuso pero yo no. Yo me caí desmayada del dolor. Eso que me pasó con ella fue como una cosa, como que alguien me mandaba un aviso, porque de ahí, a partir de ese día, la gente empezó a venir a medirse, y no sé por qué, pero yo les componía.
Esa señora fue la que me llevó a ver a una ancianita que se llamaba Ángela que dicen que era Colombiana, de la zona de Mompox y que ya estaba en cama, ella no se podía mover de viejecita que estaba. 

¿Tu me tienes fe?
Fue lo que me preguntó cuando me vio, y yo entonces le dije que si, y ella me dijo que me iba a dar su poder y que debía para eso invocar al Espíritu Santo, vas a ver que Dios te va a llamar, y bueno, a partir de esos momentos me fueron pasando un montón de cosas raras. Había un montón de cosas raras que me dieron mucho miedo, pero que no eran feas, no eran malas, no. Pero cerré mi tienda.

Entonces comprendí que esas señales eran parte del llamado. Entonces aprendí las palabras que debía decir, la técnica que hay que emplear para curar y el poder que me dio ella, la curandera de Mompox. Todo me lo enseñó desde su lecho, me fue enseñando cómo se curaba tal cosa, cómo se curaba lo otro. yo empecé a curar, primero a la gente conocida de acá y después a gente que no conocía, porque anduvieron pasando la voz, mas aún cuando ella, la señora Ángela, falleció

Ahora te digo que no solamente viene la gente que es de acá, también vienen de otros lados, y me mandan cartas contándome que tienen tal y cual cosa, y luego que yo les curo, ellos me vuelven a escribir contándome que se compusieron de sus males.

"Jesús, dulce nombre de Jesús, donde Jesús se nombró todo el mal se quitó, donde Jesús se ha nombrado todo el mal se ha quitado. Santa Ana parió a María, nuestra señora Santa Isabel y a San Juan Bautista, así como estas palabras son santas y verdaderas, permíteme señor quitar este mal quebranto y espanto que en el cuerpo de José Antonio se encuentre."



Voy a medirte tres codos, desde la punta de esta cinta de color rojo y voy a hacer una cruz en tu estómago y también he de tirarte el cuerito en la espalda y voy a rezar.

"Jesús Jesús, mil veces Jesús. Donde Jesús sea nombrado todo el mal sea quitado. Bocado mal comido, bebida mal tomada, tumor, sangre, cólico o quebranto, que en la barriga de José Antonio esté. Yo lo corto con mi mano pecadora y con la tuya de gloria. Así como Jesús entró en Belén y murió en Jerusalén y estas palabras son ciertas y verdaderas, yo te corto con mi mano pecadora y la tuya de gloria y te tiro al fondo del mar." 

Y quiero que también te ayudes aflojándole a esa cosa de tomar whisky por demás.
¿Tu me tienes fe?















diceelwalter@gmail.com

OCTAVIO PAZ: EL RAMO AZUL


Desperté, cubierto de sudor. Del piso de ladrillos rojos, recién regados, subía un vapor caliente. Una mariposa de alas grisáceas revoloteaba encandilada alrededor del foco amarillento. Salté de la hamaca y descalzo atravesé el cuarto, cuidando no pisar algún alacrán salido de su escondrijo a tomar el fresco. Me acerqué al ventanillo y aspiré el aire del campo. Se oía la respiración de la noche, enorme, femenina. Regresé al centro de la habitación, vacié el agua de la jarra en la palangana de peltre y humedecí la toalla. Me froté el torso y las piernas con el trapo empapado, me sequé un poco y, tras de cerciorarme que ningún bicho estaba escondido entre los pliegues de mi ropa, me vestí y calcé. Bajé saltando la escalera pintada de verde. En la puerta del mesón tropecé con el dueño, sujeto tuerto y reticente. Sentado en una sillita de tule, fumaba con el ojo entrecerrado. Con voz ronca me preguntó:


-¿Dónde va señor?

-A dar una vuelta. Hace mucho calor.

-Hum, todo está ya cerrado. Y no hay alumbrado aquí. Más le valiera quedarse.

Alcé los hombros, musité “ahora vuelvo” y me metí en lo oscuro. Al principio no veía nada. Caminé a tientas por la calle empedrada. Encendí un cigarrillo. De pronto salió la luna de una nube negra, iluminando un muro blanco, desmoronado a trechos. Me detuve, ciego ante tanta blancura. Sopló un poco de viento. Respiré el aire de los tamarindos. Vibraba la noche, llena de hojas e insectos. Los grillos vivaqueaban entre las hierbas altas. Alcé la cara: arriba también habían establecido campamento las estrellas. Pensé que el universo era un vasto sistema de señales, una conversación entre seres inmensos. Mis actos, el serrucho del grillo, el parpadeo de la estrella, no eran sino pausas y sílabas, frases dispersas de aquel diálogo. ¿Cuál sería esa palabra de la cual yo era una sílaba? ¿Quién dice esa palabra y a quién se la dice? Tiré el cigarrillo sobre la banqueta. Al caer, describió una curva luminosa, arrojando breves chispas, como un cometa minúsculo.

Caminé largo rato, despacio. Me sentía libre, seguro entre los labios que en ese momento me pronunciaban con tanta felicidad. La noche era un jardín de ojos. Al cruzar la calle, sentí que alguien se desprendía de una puerta. Me volví, pero no acerté a distinguir nada. Apreté el paso. Unos instantes percibí unos huaraches sobre las piedras calientes. No quise volverme, aunque sentía que la sombra se acercaba cada vez más. Intenté correr. No pude. Me detuve en seco, bruscamente. Antes de que pudiese defenderme, sentí la punta de un cuchillo en mi espalda y una voz dulce:

-No se mueva , señor, o se lo entierro.

Sin volver la cara pregunte:

-¿Qué quieres?

-Sus ojos, señor –contestó la voz suave, casi apenada.

-¿Mis ojos? ¿Para qué te servirán mis ojos? Mira, aquí tengo un poco de dinero. No es mucho, pero es algo. Te daré todo lo que tengo, si me dejas. No vayas a matarme.

-No tenga miedo, señor. No lo mataré. Nada más voy a sacarle los ojos.

-Pero, ¿para qué quieres mis ojos?

-Es un capricho de mi novia. Quiere un ramito de ojos azules y por aquí hay pocos que los tengan.

Mis ojos no te sirven. No son azules, sino amarillos.

-Ay, señor no quiera engañarme. Bien sé que los tiene azules.

-No se le sacan a un cristiano los ojos así. Te daré otra cosa.

-No se haga el remilgoso, me dijo con dureza. Dé la vuelta.

Me volví. Era pequeño y frágil. El sombrero de palma le cubría medio rostro. Sostenía con el brazo derecho un machete de campo, que brillaba con la luz de la luna.

-Alúmbrese la cara.

Encendí y me acerqué la llama al rostro. El resplandor me hizo entrecerrar los ojos. El apartó mis párpados con mano firme. No podía ver bien. Se alzó sobre las puntas de los pies y me contempló intensamente.
La llama me quemaba los dedos. La arrojé. Permaneció un instante silencioso.

-¿Ya te convenciste? No los tengo azules.

-¡Ah, qué mañoso es usted! –respondió- A ver, encienda otra vez.

Froté otro fósforo y lo acerqué a mis ojos. Tirándome de la manga, me ordenó.

-Arrodíllese.

Mi hinqué. Con una mano me cogió por los cabellos, echándome la cabeza hacia atrás. Se inclinó sobre mí, curioso y tenso, mientras el machete descendía lentamente hasta rozar mis párpados. Cerré los ojos.

-Ábralos bien –ordenó.

Abrí los ojos. La llamita me quemaba las pestañas. Me soltó de improviso.

-Pues no son azules, señor. Dispense.

Y despareció.

Me acodé junto al muro, con la cabeza entre las manos. Luego me incorporé. A tropezones, cayendo y levantándome, corrí durante una hora por el pueblo desierto. Cuando llegué a la plaza, vi al dueño del mesón, sentado aún frente a la puerta.

Entré sin decir palabra.

Al día siguiente huí de aquel pueblo.










Octavio Paz
Octavio Irineo Paz y Lozano Nació el 31 de Marzo de 1914 y falleció el 19 de Abril de 1998 en México D.F.
Fue un poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, Premio Nobel de Literatura en 1990. Se le considera uno de los más influyentes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos.
Fuente:narrativabreve.com - wikipedia

EGIDIO CERRITO: PINTURAS


Duraznero en flor


Paisaje


Ascochinga


Paisaje


Cosecheros

Egidio Cerrito 
Había nacido en Nápoles, Italia, pero vino aquí cuando tenía tres años de edad. Me recibió en su departamento de un piso alto con vistas a La Cañada y a lo que fuera la Plaza Vélez Sarsfield, cuando todavía no estaban ni el hotel del bulevar, ni el Patio Olmos, que por entonces seguía siendo la escuela. Eran tiempos de predominio de las fotos monocromas. Estas son algunas de sus definiciones. "Hay quienes no quieren a la juventud por su natural rebeldía. Yo pienso que son sus estados perceptivos tan agudos los que producen esa rebeldía y si no la tuviese, nocrearía sino que repetiría todo lo anterior. La humanidad no tendría estados evolutivos. "Dos cosas me sorprendieron en mi Nápoles natal. La primera fue encontrarme en el Museo San Martino con un cuadrito, una pequeña obra popular, que parecía haber sido pintada por mi: la técnica y el estilo eran similares, el ancestro volvía. La otra fue encontrarme con un grato museo musical donde, introduciendo en unas máquinas una fichitas, se podían escuchar las antiguas canzonettas interpretadas con los instrumentos originales "Para mi, la pintura y la fotografía se complementan. Cada una de ellas tiene sus ventajas. En la pintura, el color lo decide el autor y esa es una ventaja, pero además el sentido de los ángulos, de la perspectiva, de la luz y el color nos da un handicap considerable por sobre alguien que se inicia en este arte. Es más sencillo que un pintor se convierta en un buen fotógrafo, que a la inversa. Cierta vez debía pintar un cuadro sobre la campiña santafesina. Tela tras tela inutilizadas y trigal tras trigal que no me convencían. La última tela la había colocado frente a la pared y una noche, cuando yo acostumbraba a dormir en mi atelier, me quedé dormido y al despertar vi sobre la tela todo lo que iba a pintar. Allí mismo comencé a hacerlo. Se llama "Campo Argentino" y está en el Museo Provincial de Santa Fe". "Actualmente ya no existen los ismos en pintura. Pienso que la gente ya se ha cansado de los modernismos, que más que eso son macaneos y de eso el público se da cuenta aunque no tenga profundos conocimientos pictóricos. Es muy difícil decir cuál es el pintor cordobés que más admiro, porque sería mencionar un sólo nombre y dejar de lado, injustamente, a otros que también son excelentes. Lo que sí puedo decir es que toda la obra de Fernando Fader me emociona. Recuerdo haber asistido a un remate en Buenos Aires donde había todas las firmas que uno se puede imaginar y perdidas entre ellas una obrita, por las dimensiones digo, de fernando Fader, que debe haber sido uno de los tantos apuntes que realizó antes de pintar su Corral de Cabras. Una tras otra salían las obras al remate y volvían al lugar sin ser vendidas ni siquiera por su valor de base. Apareció el casi diminuto Fader y su base era de un millón y medio. Las ofertas llegaron en tropel y finalmente fue vendido en cuatro millones ochocientos mil pesos" (*) "Como pintor no me sirven los viajes programados por excursión porque muestran sólo el costado bonito del país de que se trate. A los pintores nos hace falta lo espontáneo, lo fresco, lo natural y esto se suele encontrar más asiduamente en los lugares por donde no cruzan los senderos turísticos".  
Reportaje de Ramón Verdú
Fuente: www.ramonverdu.com
(*) Reportaje del año 1978, de ahí la cifra enunciada.
Imágenes extraídas de internet

CHARLES WARNKE - ROSEMARY URQUICO: SALIR CON UNA CHICA QUE NO LEE / SAL CON UNA CHICA QUE LEE



Sal con una chica que no lee (Charles Warnke)



Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela. 

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta. 

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe. 

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato. 

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida. 

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza. 

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.

Sal con una chica que lee (Por Rosemary Urquico)

Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca. 

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió elUlises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella. 

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace. 

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo. 

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos. 

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo. 

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat yAslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.


Charles Warnke
Escritor
Nació en Estados Unidos en 1990.
Autor del blog "el parasito de la miel"
Fuente: www.elmalpensante.com
Traducido por: Cristina Esguerra


PIER PAOLO PASOLINI: POEMAS


Versos sutiles como rayas de lluvia

Hay que condenar
severamente a quien
crea en los buenos sentimientos
y en la inocencia.

Hay que condenar
igual de severamente a quien
ame al subproletariado
carente de conciencia de clase.

Hay que condenar
con la máxima severidad
a quien escuche en sí mismo y exprese
los sentimientos oscuros y escandalosos.

Estas palabras de condena
han empezado a resonar
en el corazón de los Años Cincuenta
y han continuado hasta hoy.

Mientras tanto la inocencia,
que efectivamente existía,
ha empezado a perderse
en corrupciones, abjuraciones y neurosis.

Mientras tanto el subproletariado
que efectivamente existía,
ha acabado por convertirse
en una reserva de la pequeña burguesía.

Mientras tanto los sentimientos
que eran por su naturaleza oscuros
han sido atropellados
en la añoranza de las ocasiones perdidas.

Naturalmente, quien condenaba
no se dio cuenta de todo eso:
él continúa riéndose de la inocencia,
desinteresándose del subproletariado

y declarando los sentimientos reaccionarios.
Continúa yendo de casa
a la oficina de la oficina a casa,
o si no enseñando literatura:

es feliz por el progresismo
que le hace parecer sagrado
el deber enseñar a los domésticos
el alfabeto de las escuelas burguesas.

Es feliz por el laicismo
por lo que es más que natural
que los pobres tengan casa
coche y todo lo demás.

Es feliz por la racionalidad
que le hace practicar un antifascismo
gratificante y elegido,
y sobre todo muy popular.

Que todo esto sea banal
ni siquiera se le pasa por la cabeza:
en efecto, que sea así o que no sea así,
él nada se mete en el bolsillo.

Habla, aquí, un mísero e impotente Sócrates
que sabe pensar y no filosofar.
el cual tiene sin embargo el orgullo
no sólo de ser un entendido

(el más expuesto y descuidado)
en los cambios históricos, sino también
de estar directamente
y desesperadamente interesado en ellos.


Manifestar (apuntes)

Manifestar significar con palabras no se podría
pero con aullidos sí
y también con pancartas, o canciones;
.
Vinieron para rehacer el mundo
y, manifestando, se declararon a la altura
La fuerza está en la virilidad, como en otros tiempos
Pero la amabilidad se ha perdido
.
Cualquier cosa que se manifieste
lo único que se manifiesta es la fuerza
aunque sólo sea la fuerza de los destinados a la derrata (1)
.
Todo lo que no se puede significar con palabras
no es más que pura y simple fuerza-
¡Pero cuánta inocencia en no saber esto!
¡Qué jóvenes hay que ser para creerlo!
.
Ya se que la libertad es incompatible con el hombre
y el hombre, en realidad, no la quiere, intuyendo que no es para él,
¡cuántas obligaciones me he inventado envejeciendo
para no ser libre!
De acuerdo, pero los más ingenuos, los más inexpertos, los más simples,
los más jóvenes, aún se inventan más obligaciones de éstas,
es más, al venir al mundo lo primero que hacen es adaptarse a ello;
triunfalmente;
haciendo creer a sí mismos y a los demás
que se trata de obligaciones necesarias a una nueva libertad.
La realidad es que un muchacho venido aquí de la nada, y totalmente nuevo,
se las ingenia enseguida para defenderse de la verdadera libertad (2)
Es, sobre todo, un muchacho que conoce y acepta los deberes;
y manifiesta la fuerza de su aceptación,
maravillosa adulación del mundo.
.
La gracia renace siempre a través de la obediencia
y puede que, puede que…
¡Obedecer a los deberes de la revolución! ¡Manifestando!
.
Por densa que sea la trama de los deberes de un anciano
algo en ella se ha desgarrado
y yo, en efecto, vislumbro la intolerable faz de la libertad;
no teniendo ya ni gracia ni fuerza,
intenté entonces defenderme sonriendo, como precisamente
los viejos, que se las saben todas -
Pero la libertad es más fuerte: aunque sea por un rato
quiere ser vivida -
.
Es un valor que destruye cualquier otro valor
pues todo valor no es más que una defensa
erigida contra ella;
.
y los valores, precisamente, son sentidos sobre todo por los simples;
por los jóvenes
(sólo en ellos, precisamente, la obediencia es gracia);
.
Es en ellos en quienes los Jefes cuentan para seguir adelante,
con sus limpias, inocentes filas -
Sencillez y juventud, formas de la naturaleza,
en vosotras la libertad es renegada
.
a través de una serie infinita de deberes,
limpios, inocentes deberes, a los que, manifestando
se grita con aire amenazador obediencia
que los sencillos y los jóvenes son fuertes
y aún no saben que no pueden tolerar la libertad.





Pier Paolo Pasolini
Poeta, novelista, cineasta, dramaturgo y ensayista italiano nacido en Bolonia en 1922. Hijo de un militar fascista y una madre profundamente católica, sus ideas siempre fueron de izquierda, llegando incluso a unirse por algún tiempo al partido comunista. A los diecisiete años se matriculó en la Universidad de Bolonia para estudiar Filosofía y Letras, y cinco años después publicó el primer libro de poemas. Una etapa muy importante de su producción literaria se produjo entre 1954 y 1966, cuando publicó "Las cenizas de Gramsci" "El ruiseñor de la Iglesia católica", "Poesía en forma de rosa",  y los ensayos "Pasión e ideología", y "La religión de mi tiempo". Fue además un gran guionista y director de cine. Sus escritos sobre crítica social alcanzaron gran brillo con uno de sus últimos trabajos, "Cartas luteranas", en las que analizó la situación decadente de la sociedad italiana. Fue asesinado el 2 de noviembre de 1975, en la ciudad de Roma. Fuente: amediavoz.com - atlasdepoesia.blogcindario.com 
Foto: amediavoz.com

VELVET LOUNGE PROJECT: MÚSICA


"Contigo"
Subido por: Sublimenso's Channel
Vídeo: Emanuel
Gentileza: YouTube




"Somos amigos"
Subido por: Pierre Allard
Vídeo: Pierre Allard
Gentileza: YouTube 

Velvet Lounge Proyecto

Velvet Lounge Proyect

Teclados, Rodas: M. Wehrstedt
DJing, Teclados: N. Radzio
Vocales: Nedime Ince, Marga Sol, Lazy
Hammock, Vadim Kapustin, Nidia Ortiz,
Brook Sapphire
Guitarra: Anthony Island, Eric Driven,
Sven Dillenburger
Trompeta: Pete Dingon
Productores: m.mix, DJ Sleeptalker
Velvet Lounge Project fue fundado a principios de 2008 por los músicos Matthias
Wehrstedt y normandos Radzio, para hacer realidad sus ideas y pasión en el género
de la sala de estar-pop. Desde el principio, tanto era importante colaborar con artistas
de todo el mundo. El resultado es una experiencia musical sin límites.
Fuente:http://www.tyranno.de


jueves, 17 de diciembre de 2015

IBARRECHEA: EL NEGRO PORFIRIO SABÍA. (De la novela "CÚTER")



El mejor plato que sirven en este hotel se llama ceviche, -¡Hey, amigo! -me dice el señor Yosnar Quispe- usted que es periodista debiera dedicarse a brindar información sobre gastronomía internacional, ésa será la profesión del futuro. Anote los ingredientes de este plato exquisito que hice preparar para esta ocasión. Lleva un kilo de filetes de pescado fresco, dos o tres choclos, dos o tres ajíes, mejor no tan picantes los ajíes, veinte limones del tipo sutil, dos camotes grandes, o sea, la batata que le dicen ustedes allá, una cebolla roja grande o métale dos medianas, dos cucharaditas de sal, una de pimienta negra, otra de ají, algunas ramitas de cilantro, dos cucharaditas de ajo molido y ponga algunas hojas de lechuga. Un manjar. 



-¿Cómo se prepara esto don Quispe? 

-Mira hombre, tu picas todos los ingredientes y lo pones en el jugo de los limones, lo acompañas con lo que tu quieras.

Cenamos ceviche.

En realidad -me dice sin dejar de comer y de tomar cerveza el amigo Yosnar Quispe- aquellos Peremerimbinos eran todos unos fabuladores, mira hombre, no hay mujer que vuele, ni siquiera las brujas -se ríe de su comentario- te lo digo yo, que estoy casado hace treinta años con una de ellas -ambos reimos-.

Mire -me dice mientras mastica y mirando el plato-, Peremerimbé existió y el coronel Juan Penerguido también, lo demás es todo cuento, ellos eran de esa clase de gente que tenía mucha fantasía, mucha imaginación, decían que los magos de un circo los había alucinado, y que a través de los años esperaban siempre con ansiedad a esos italianos y turcos locos para maravillarse con esas tonterías de ver a los chimpancés emborracharse con cerveza y diabluras inimaginables que solo a ellos se les ocurría.

Creo que es cierto eso de que unos árabes mataron al enano pervertido llamado Didú Valdivia. -Llama al mesero, haciendo un chasquido con los dedos- 

Porfirio -le dice señalándolo con el tenedor-, nunca se te ocurra dejar esta mesa sin cerveza, anda trae el segundo plato ahora mismo -se seca la transpiración de la cara y se limpia la boca con la misma servilleta el señor Quispe-.

Los del ejército dieron por desparecido a ése tal sargento "cúter" Tavares. Le explico amigo, la verdad es que el sargento murió en la explosión y no que “aparentemente” ése sargento Tavares murió en la explosión del puente sobre el río Naranjillos, hace cuarenta años atrás. El tal Cipriano Tavares que mataron en Altos Moncadas hace veinte años, era un atrevido buscavidas y mujeriego que seguramente andaba en deudas por cuestiones ajenas a mis principios y a todo aquel que profese el orgullo de ser conservador y nacionalista, ¡hey Porfirio, alcánzame el directorio telefónico! -Porfirio el mesero le alcanza un libro bastante gastado de la Compañía de Teléfonos- mire, mire hay en estas provincias decenas de Ciprianos Tavares. Olvídese del asunto, no despierte fantasmas. 

Porfirio nos sirve el segundo plato. 

-Esto se llama guiso de alcauciles, amigo. La preparación consiste en limpiarlos bien, luego tú le sacas las hojas duras y le vas cortando hasta llegar a los corazones, le blanqueas en agua hirviendo y dejas escurrir y guardas, tú sabes. esto va acompañado con batatas como tú le dices, ajo, aceitunas, cubos de papas y zanahorias. 

-Es como un ceviche de alcauciles, Yosnar. 

Lanza una fuerte risotada que altera el salón, se ahoga, tose, Porfirio acude en auxilio de su patrón, le palmea la espalda y Yosnar Quispe me dice luego del susto. 

Qué ocurrente y gracioso eres pendejo, "ceviche de alcauciles" -vuelve a reír y todos los presentes ríen-. Amigo, esto se llama guisado, te dije. 

Su rostro pareció cambiar, se puso serio y se sirvió cerveza.

No pierda tiempo ni deje su vida en esta historia, y no se olvide. Dedíquese al periodismo especializado en la gastronomía. Hágame caso. Buena suerte, camarada -encendió un cigarrillo, de los llamados "Charuto."

Porfirio el mesero, me sugirió conocer y escribir esta otra historia, mientras los dos orinábamos en el baño.

-Averigüe bien y escriba sobre la tragedia de la Teresita Zurita Copertuno y habrá matado la lengua de Yosnar Quispe. Viaje mañana mismo a Sâo Vicente, busque a la viuda de De León, ella le contará.

"Teresita Zurita Copertuno fue la primera femenina en suicidarse arrojándose al paso del tren en el valle de Imbuté, según consta en los libros de guardia de la Policía Local, Libro de actas número cinco, folios treinta y uno, treinta y dos y treinta y tres, de aquel año siniestro." 

La recordaba así su tía doña Ernestina Chacón viuda de De León, mujer que supo guardar durante todo el tiempo de requisa del gobierno Conservador, papeles relacionados a la historia de la zona de Peremerimbé y de los integrantes de la "Turma Sem Bandeiras" de don Teófilo Cabanillas, donde militaban casi todos sus parientes. 


Ella me contó algo parecido a lo que ya me había relatado el ex policía detective, don Ricardo Muñoz, que dijo haber tenido en la mira de su arma al auténtico Cipriano Tavares alias "Cúter" pero que no lo pudo matar porque justo ladró un perro y él se dio vuelta y le mostró un estilete y que como dijo más adelante alguien más estaba en el lugar, que se le acercó lentamente y le apoyó el cañón de una pistola en la nuca, y que por eso se las tuvo que entregar y caer de rodillas implorando por su vida hasta que le arrebataron el arma reglamentaria y que pudo ver que le quitaban la munición, que la vaciaban totalmente y que se la devolvían desarmada en todas sus partes. Diez años de seguimiento de pistas falsas y verdaderas a lo largo y ancho de toda sud américa perdidos por el ladrido de un perro vagabundo y callejero, y un puntapié certero de la mestiza Teresa Paniagua.


Y también dijo que "Por las sombras que alcanzaba a ver en el piso aseguraba que eran dos los hombres, más la mujer de huesos duros que le había pegado en los testículos, los que estaban  en el lugar" -repitió eso todas las veces que pudo, hasta su retiro obligatorio-. 

Pero siguiendo el relato de doña Ernestina, me voy a detener en sus palabras y copiarlas textualmente, ya que explica a través de este drama, cómo era aquella gente, de costumbres exóticas, y siempre sosteniéndose en su memoria prodigiosa.

Ella empezó contando la historia de la siguiente manera: 
Teresita de muy niña, se paraba en un cajón de frutas y miraba como su padre se afeitaba, le veía enjabonarse la cara y con asombro miraba como la navaja guiada por una mano experta, se deslizaba de abajo hacia arriba en el cuello y de arriba hacia abajo por la cara, con cierto cuidado y delicadeza entre la nariz y el labio. Ella reía y aplaudía cuando se rasuraba su padre.Teresita desde el cajón de frutas saltaba y decía que quería volar como las mujeres de Peremerimbé y que a su padre, eso le causaba gracia, mientras la hacía girar a su alrededor tomándola de las manos, y hasta le decía que trepe a los fresnos y que se arroje a sus brazos, cosa que la niña hacía con cierta destreza, bajo la mirada comprensiva de Leonor, que le enseñaba a bailar y cantar las canciones de moda.
Teresita era siempre bañada y vestida como una princesa por su madre, Leonor Chacón, que murió días después de la tragedia de su hija y que a partir de allí, fue que algunos cobardes se fueron entregando a las autoridades, y a dar nombres de otros revoltosos escondidos, pues "Cúter" había vuelto por ellos, y estos traidores del Movimiento, se señalaban entre ellos como los posibles matadores de los soldados Colque y Lizarraga en mutuas acusaciones.

Pero volviendo a Teresita, le cuento que ella había quedado muda la noche que entraron a su casa Cúter y Jensen. Ese tal Tavares era un hombre común, sin rasgos particulares más que su sonrisa y su habilidad para el uso del cuchillo y Jensen era un rubio, de cabello largo que sacó a mi cuñado, don Jaime Zurita Copertuno de los pelos hacia afuera sin dejar de apuntar a mi afligida hermana,  Teresita quiso gritar como gritaba su madre  -se pone a tejer con dos agujas mientras habla- pero no le salió más que el aire de sus pulmones, me dijo Leonor.

Me cuenta que Teresita hizo varios dibujos de lo que ella había visto esa noche, desde la puerta de su habitación, pues a partir del asesinato de su padre, nunca más volvió a hablar. 

Le quité la navaja de rasurar que usaba su padre, y que tenía en sus manos quietecitas, dormidas y la desperté a la mañana siguiente del funeral. 

Ella abrió los ojos, le dije que se levante, pero no quiso.
Te entiendo Teresita  -le hablé despacio, pasándole mi mano por su largos cabellos negros- y la dejé sola para que suelte el llanto guardado. Mientras que mi pobre hermana Leonor, pensativa, miraba la mariposa negra posada en la luminaria del techo.

En los dibujos de Teresita, que deben estar por ahí guardados  -dice señalando la casa- aparece un hombre delgado y rubio apuntando con un arma a su madre. 
En otro, dibuja a Cúter agachado sobre su padre, ella hace una gran mancha color rojiza sobre el piso, y en el siguiente dibuja al mismo hombre de sombrero, con una enorme mariposa nocturna en las manos y que hace como que se la entrega a ella, que resalta la sonrisa de éste como una enorme y grotesca medialuna. 
Tiempo después, Teresita dibuja el vuelo de aquella mariposa negra como una gran ave, negra y misteriosa y ella desde la puerta parece observarla, vestida con su ropita de día domingo y un hermoso sombrero de alas anchas y cintas. 
Y en el último dibujo, que le hace a las autoridades que la interrogaron, muestra muchas manchas que fueron analizadas por el equipo de médicos que mandó el gobierno.
Una mancha roja alargada, es su padre. Una mancha verde adentro de un cuadro, es su madre mirando y gritando por la ventana, una mancha rosa adentro de un rectángulo que simula una puerta es ella, parada observando todo. Y dibuja cuatro manchas negras, tres alargadas y una casi redonda, las que se entendieron que eran tres las personas que vinieron a matar a Zurita Copertuno, mientras que la otra, era el policía Ricardo Muñoz, que así lo admitió en el estudio médico posterior que le hicieron, cuando ya estaba instalada esa disciplina de interpretar las cosas que uno dice y piensa. Algunas pequeñas manchas más, como si fuesen estrellas había, lo que señalaba que el crimen fue de noche y arriba de todo, dibuja una extraña estrella negra. La mariposa, dijimos. Allí coincidimos todos.

- ¿Es la mariposa que le regala Cúter antes de irse, señora Ernestina?

- Así es señor, eso mismo les dije a las autoridades cuando me llamaron como intérprete de mi sobrina, ya que mi hermana continuaba con su estado emocional alterado.

Teresita empezó a ir a la escuela y se entendía con los maestros y compañeros a través de pequeños dibujos, hasta que empezó a escribir.

Recuerda doña Ernestina que su hermana, la madre de Teresita, sufrió un ataque que la dejó postrada en cama hasta su muerte, fue un día en que viajaban ellas dos, en tren y que, entre las estaciones de Altos Moncadas y Manvatará, vieron entre el pasaje a Cúter, al gringo de pelo largo y a la Paniagua  y que por eso Leonor pegó un grito y cayó desmayada y dicen que fue atendida por la presión alta quedando luego con su cuerpo paralizado y que dijo antes de morir que el agente detective Ricardo Muñoz tenía razón. Ella los había visto, todavía estaban vivos y persiguiendo a los Peremerimbinos que como su marido, Jaime Zurita Copertuno, habían emboscado y matado a los soldados del sargento Tavares en las cercanías de Naranjillos.

Mi hermana murió un sábado, preocupada porque su hija no la había visitado el último jueves. No sabía nada de lo ocurrido a su hija, nadie quiso contarle.

Teresita estaba por cumplir quince años de edad, estábamos listos para prepararle una hermosa fiesta todo el vecindario unido. Ella estudiaba por la mañana y los jueves a la tarde visitaba a su madre enferma en el hospital a la salida de la academia de piano de la señorita Beatriz Pereda, la misma de la casa acribillada, que venía desde la ciudad de Altos Moncadas. Si señor, la misma Beatriz Pereda que dijo que ella no sabía quién era Cipriano Tavares, que nunca había oído hablar de él.

En el último dibujo de Teresita, que encontraron al lado de las vías del ferrocarril, se ve claramente a una niña vestida de rosa, caminando pensativa, mientras que a su alrededor, parece que vuelan varias mariposas negras, y allá al fondo, perfectamente delineada, ella había dibujado la silueta oscura y amenazante, de la máquina de un tren.  


La misma máquina que la arrastró cien metros, dicen.








Ibarrechea
del libro "Cúter"
derechos reservados José Antonio Ibarrechea
Copyright 2013

PLÍNIO CAMILLO: LA NIÑA LENINHA Y EL NEGRO MATEUS

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Podía terminar diciendo que fueron felices para siempre.
No se si es mentira.
O verdad.
Lo cierto es que no se como termina.
Ni si termina.
Nadie lo sabe.
Todo comenzó cuando éramos niños. Niños que hasta los seis años estábamos todos juntos, desnuditos.
Los blancos y los negros.
Pido pido, subir a los árboles, trepar a los montes, eran nuestros juegos.
Éramos compañeros, Mateus, yo, el chiquinho y la Niña Leninha.
Ya crecidos, a eso de los siete años, los negros entrábamos a trabajar.
Unos en el campo.
Otros con el ganado.
Otros en la casa, los de piernas finas.
Estuve en el criadero.
Y Mateus en la huerta.
Ya los blancos iban a estudiar.
Primero en la casa. Piano, buenos modales, costuras y lenguas.
Después en la ciudad. Números, cuentas y libros.
Después en la capital, los hombres, letras y leyes.
Las mujeres no iban, no. Andaban por los terrenos, mirándonos y a coser. ¡Vigilaban, eso sí!

Todos juntos estábamos solo los domingos.

Los blancos dentro de la Iglesia.
Nosotros afuera.
Arrodillados y estando parados.
Resurrexit Sicut Dixit

Reco-reco, Chico dice.
Después todos volvemos.
Los blancos adelante.
Los negros bien atrás.
En algunos momentos conseguíamos cambiar algunas miradas.
Sonrisas, recuerdos de las trepadas a los árboles.
Niña Leninha está muy bonita..!
Una señorita..!
Qué piel tan linda..!
Blanca como la Virgen María. Pura como el Manto de Nuestro Señor Jesús Cristo.
Ya llegando, nosotros corríamos para hacer rendir nuestro día.
Trabajábamos con nuestro ganado.
En nuestras casas.
Con nuestras creaciones.
En nuestras huertas.
Al formarse la noche, bailábamos un poco.
Batucadas.
Mateus y los otros negros bailaban la danza de la Zebra aprendida de un cantor que pasó por aquí.
En el centro los niños pequeños zapateaban.
Saltaban.
Lundum entonando.
Cachamba silbando.
Maringa cantando.
Chocalho ritmando.
Todo el cuerpo festejando.
Hasta el alma sonreía.

A veces los blancos nos venían a ver. Arriesgando una mirada y pidiendo más.
Un día, la niña Leninha quiso coliflor fresco.
Las negrinhas salieron en polvorosa. Andaban de un lado para otro como hormigas en el piso caliente.
Solo había picadas,
La niña quería entonces picadas pero nuevas.
Las negrinhas corrieron atrás de Mateus para que busque y recoja una.
Fue ligero fue.
Fue. Coliflor en la mano, y se quedó arrebatado con la mirada que la Niña Leninha le dispensaba.
Lo recuerdo contando que estuvo primero avergonzado.
Aquella mirada de mujer para un hombre no cabía en la Niña Leninha.
Después, estuvo feliz. Porque eso le iluminaba la vida.
Y triste en la hora en que Donana entró..
Tuve que hablar mucho con el negro: estaba teniendo voluntades que solo hacen que el hombre se equivoque.
Tuve que usar palabras fuertes para colocarlo en su lugar.

Más la Niña Leninha no ayudó.
Domingo de Alegría.
La negrada festejando por tener horas sin trabajo para los blancos.
Batucada acompañando al corazón.
Mateus bailaba con los ojos iluminados.
La Niña llega sola.
Se queda en la esquina. Como queriendo no ser vista. O solo por Mateus.
Abrimos camino.
Allá fue Mateus, moviéndose lentamente hasta quedar cerca de ella.
La tomó de la mano y la trajo al centro del terreno.
Bailaban como si estuviesen solos.
La Niña Leninha todavía recordaba los pasos de nuestro tiempo de pequeños..!
Suerte fue que Bertoleza entró y se llevó a la Niña para la casa.
Con una lluvia de sopapos tuve que colocar a Mateus en su lugar.
Le pegué hasta el día que la Niña Leninha lo mandó a llamar al zonzo para llevar un carro a la ciudad.
No es servicio de Mateus, es de Tomás..!
Nadie me oyó y se fueron.
Solos, volvieron bien de noche.
Mateus con una enorme sonrisa en la cara.
LLevó mucho tiempo de batuque y baile, para que el cuente.
Habló de los besos.
De los juramentos.
De su piel suave.
De sus gritos.
De la explosión y del impulso.
Se llevó unos insultos de todos nosotros.
A mi me parecía que no iba a durar mucho.
Valentim encontraba que era cosas de locos.
Luis acreditaba que era el fin del mundo.
Isaura la consideraba una linda historia.
Expedito juzgaba que era un amor imposible.
Aparecida no quería saber nada.
André decía que era cosas del demonio.
Adelina suponía que algo estaba fuera de lugar.
Almerinda admitía que Mateus era un galán.
Antonio confiaba en Dios.
Bertoleza acataba las órdenes de los señores.
Fátima temía por el diluvio.
Jorge sentía envidia de Mateus
Tadeu sentia envidia de la Niña Leninha.
Mas nada grave aconteció de verdad.
Apenas que un día, cuando Mateus estaba mostrando su danza, vino el capataz, y le pegó más de trescientos azotes. Diciendo que ahora eso era prohibido.
No se podía bailar más!
La Niña Leninha le pasó alcanfor en sus heridas.
Mateus mostrando dolor, pidió que los dejasen solos.
Al dia siguiente los dos desaparecieron.
Yo creía que los dos se habían matado.
Valentim acreditaba que huyeron para Europa.
Luis afirmaba que se fueron para Botucatu.
Isaura consideraba una linda historia.
Expedito sabía dónde quedaba África.
Aparecida no quería saber nada.
André se bendecía diciendo que era cosa del demonio.
Adelina decía que todo estaba en su lugar, gracias a Dios.
Almerinda admitía que Mateus era un buen mozo
Antonio confiaba en Dios.
Bertoleza imploraba que ellos se hayan ido para un caserío cualquiera.
Fátima temia por el dilúvio.
Jorge sentia envidia de Mateus
Tadeu sentia envidia de la Niña Leninha.

PLÍNIO CAMILLO
Escritor nacido en Ribeirao Preto actualmente residiendo en la ciudad de San Pablo, Brasil.

Plinio Camillo sabe o que fala. Depois de intensa pesquisa, ele nos traz histórias em que o negro é o protagonista e a partir do qual as histórias são narradas, e esta é a grande novidade que ele nos propõe. Ora o escravo é o oprimido, ora o opressor. Sim, por incrível que possa parecer, escravos em melhores posições oprimiam os de baixo e podiam ser igualmente cruéis. Neste livro construído a partir de uma sequência de contos cuja narrativa muitas vezes flerta com a sonoridade do poema, Plinio Camillo nos transporta para variados cenários e enredos, desde a vinda nos navios negreiros e o trabalho nas fazendas, passando pelos “negros de estimação”, até os alforriados que trabalhavam nas cidades e os mestiços protegidos pelos pais que não os podiam assumir e moravam nos fundos da Casa Grande com certos privilégios. Ioiô, Madalena - que nasceu sem os braços, Zumira - que teve os seus filhos vendidos, Ifigênia – a cozinheira desdentada, o acorrentado sem dedo, João Criolo – o escravo faiscador (segundo o dicionário, valente, destemido), Conceição - a mulata trigueira talvez filha do patrão ou do judeu que passou por ali, Antonio - o negro alforriado e Bilal - o condenado a 24 dias de açoites. Estes são apenas alguns dos personagens que conhecemos nestas páginas escritas com muita potência e capazes de tornar o autor Plinio Camillo porta-voz de uma etnia que matiza 52% dos brasileiros.

Fuente: Outras Vozes - negrosoutrasvozes.wordpress.com - Coletânea de contos ficcionais que tratam do cotidiano do negro escravizado no Brasil.- 11editora.com.br

Foto: Plínio Camillo - Facebook
Traducción: Ibarrechea