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viernes, 7 de noviembre de 2014

WALTER RICARDO QUINTEROS: EL SEÑOR JOSÉ ANTONIO ME DIJO QUE SE HA CASADO.


Me dijo que cuando la volvió a ver sintió esa cosa parecida a la que sienten los humanos cuando algo en su vida va a cambiar y que eran algo así como maripositas y luciérnagas en la panza y que él le había echado la culpa a que había dejado de fumar y a eso de andar por ahí masticando chicles, que le parecía ése el motivo de la cuestión, pero cuando no pudo dejar de pensar en esos ojazos negros redondos y enormes que lo envolvieron en una caricia suave, persistente e invisible y en esa sonrisa de medialuna blanca y brillante que le dijeron hola, como un coro celestial, y de nuevo hola, que pensó en la situación y me dijo que empezó a tener certezas que se trataba de que fue eso. Lo que le dijo esa boca maravillosa que más tarde lo besó y lo transportó a no sabe que mundo, porque le parecía que le decía otras cosas que él claramente no entendía porque recordemos que el médico le dijo que se estaba quedando sordo del oído derecho pero que eso no le importaba, ni quería que nadie se enterara porque así es el bueno del señor José Antonio que me siguió contando que con ella se tomaron de la mano y que caminaron por la cañada que divide a Córdoba como una delgada línea que separa los sueños de las esperanzas y que en la cañada hay un lugar donde sale una escalera que te lleva a las nubes bajas que ves encima de los edificios y que según él, de allí sale otra que te lleva a las nubes altas, que tienen otra temperatura y que de allí apareces en el cielo y le das unas vueltas de manzana a la luna y empiezas a saltar por las estrellas como lo hacemos nosotros cuando queremos cruzar un arroyo saltando piedras y que eso te hace sentir feliz y eres un agradecido y gritas y corres y no prometes y no te lamentas y no esperas y no piensas más que en ése momento, pero no me pregunten que lugar de la cañada es exactamente en que se abre la puerta que te lleva al cielo a jugar entre las estrellas, pero lo que si me dijo como tirándome una pista, que la llave de esa puerta es un beso sincero, un beso entregado bajo el follaje de las tipas. Pero la cuestión es que el bueno del señor José Antonio, siguió contándome de que cuando la volvió a ver hablaron lo escasamente suficiente para darse cuenta que siempre habían estado ella y él como dos marionetas olvidadas en un baúl y el baúl olvidado en un rincón y el rincón parecía que estaba a oscuras porque nadie se daba cuenta que allí había un baúl y de haberse dado cuenta alguien por ahí que el baúl estaba ahí, seguramente de puro curioso lo hubiese abierto y hurgado con las manos adentro, y seguramente hubiese encontrado que había dos marionetas una triste y la otra esperanzada mezcladas entre tantas cosas que los marionetistas y titiriteros del destino arrojan a los baúles en desuso y olvidados para que se les sequen allí las penas en esa cosa llamada olvido y no se cuántas cosas más me dijo, porque ustedes saben que hay que encender una vela a los santos para que deje de hablar cuando se pone a hablar, hasta que de repente, me dijo que la luz entró y los iluminó. Es allí cuando el retoma esa frase de que cuando se volvieron a ver etcétera etcétera, pero esperen que eso no es todo porque me habló que los besos entre ellos eran tan dulces que parecían una lluvia de gotitas de miel que los animaba y que había lucecitas de colores que parecían bichitos de luz que revoloteaban a su alrededor y asombraban a los transeúntes de aquella galaxia a la que eran transportados, y que así espontáneamente y que casi veinticuatro horas después de que se tomaran de las manos aparecieron con la misma ropa a escasos metros donde dormía plácidamente un sacerdote y sin los protocolos ni los formulismos que usamos nosotros los humanos, aunque mojados por la lluvia que él asegura  eran pequeñas gotas dulces, pero escandalosas por el alboroto que causaban y que eran como chispitas multicolores que regocijaban a todos, aparecieron nuevamente en lo que él cree era este planeta, y que tomados de la mano, se anunciaron y lograron que el sacerdote se despertara, tomara asiento en su cama, estirara los brazos y bostezara con cierto fastidio por la hora y atendiera a quienes querían juramentarse la vocación al matrimonio que, dice él, este buen cura les dijo que se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer que salieron de la mano del Creador, así pues, con el antecedente de un largo silencio en que los dos se miraron, se sonrieron y se abrazaron, con el pretexto de un solo, pero larguísimo beso, con saberse mimados por el roce de sus manos, y con esas tontas excusas de recuperar tiempos perdidos en que sólo se pensaron, escucharon atentamente al sacerdote. Me contaba que éste les dijo que el matrimonio no es una institución puramente humana y a pesar de las numerosas variaciones que haya podido sufrir a lo largo de los siglos, en las diferentes civilizaciones, estructuras sociales y actitudes espirituales, existe, en todas las culturas un cierto sentido de grandeza en la unión matrimonial. Me dijo que él entendía claramente lo que el sacerdote con su cara de sueño les explicaba, y me contaba que les seguía hablando de que las Sagradas Escrituras afirman que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro pues no es bueno que el hombre esté solo y que la mujer, que es carne de su carne, es decir su otra mitad, su igual, o sea, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como un auxilio, y que por eso deja el hombre a su padre y a su madre, y se une a su mujer, de manera que ya no son dos, sino una sola carne, me dijo que lo recuerde y que anotara eso y entiende que eso significa una unión indefectible de sus dos vidas, me decía y agregó que el sacerdote le decía que en el principio, ése era el plan del Creador, me dijo que le parecía que su novia estaba a punto de romper en lágrimas que saben a dulzura de ésas que sólo tienen las flores silvestres donde revolotean las abejas, cuando les explicaban que el Código de Derecho Canónico dice que esta alianza matrimonial por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges, fue elevada por Cristo Señor, a la dignidad de sacramento entre bautizados en la Fe, y que en forma inmediata y ya si más protocolo, el sacerdote procedió a interrogarlos con su cara de sueño pero con un gesto paternal, sobre su libertad de elección, sobre su voluntad de contraer matrimonio, el uno con el otro, sobre el deseo de preservarse fieles el uno al otro y que ellos en forma muy natural le contestaron que si, lo hacemos. Y que entonces les volvió a preguntar si se comprometían a amarse y a respetarse, como esposos fieles durante toda su vida a lo que le contestaron que sí, que se comprometían, y que  de nuevo el sacerdote continuaba diciéndoles que manifiesten su decisión de contraer matrimonio el uno con el otro tomándose de la mano derecha, y expresando ante Dios y su Iglesia su consentimiento matrimonial. Y que a él le dijo, si quería recibir por esposa a la novia, allí presente por supuesto, y si le prometía serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándola y respetándola durante toda su vida. El bueno del señor José Antonio me dijo que dijo que "Sí, quiero." Y que acto seguido el sacerdote le preguntó a su novia, allí presente por cierto y con los ojos brillantes que lanzaban destellos alegres y envolventes, si prometía serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándole y respetándole durante toda su vida y me contó que ella dijo tres veces que sí, o sea, si, si, si, un poco nerviosa, mientras su cuerpecito se sacudía cargado de emociones. Entonces fue que el sacerdote dijo, que sea el Señor quién confirme y fortalezca el consentimiento que han manifestado delante de la iglesia, les colme de bendiciones, y realice en ustedes lo que su bendición promete. Y me dijo que ellos dijeron Amén. Y que salieron a la calle solos, tomados de la mano, bajo la lluvia. 
Como debiéramos hacerlo nosotros, los humanos, me dijo.













Walter Ricardo Quinteros
Escribidor

Tema musical: "Love the way"
de y por: Jorge Santana
Gentileza:YouTube
subido by Phillip Maldonado



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