TRADUCTOR

viernes, 26 de septiembre de 2014

IBARRECHEA: ANOCHE SOÑÉ CON VOS

Anoche soñé con vos, querida. 
Es en serio lo que te digo. 
Vos estabas hamacándote en un columpio mágico que colgaba de las nubes, y que ibas de un cerro a otro como un arco iris brillante.
Como siempre, yo tenía temor a que te lastimases.
Pero vos querida mía, vos solamente te reías. Sin preocupación alguna.

Yo veía que disfrutabas del viento en tu cara, y tu melena larga que iba y venía y tenías descubiertas tus piernas largas y bellas que estirabas como alas. 
Me parece, es cierto lo que te digo, me parece que eso ya no te importaba. 
Vos cantabas, alegres canciones de amor, vos cantabas en la hamaca.
Yo recuerdo como tu, querida mía, te comportabas. Eras pensativa, quieta, distraída. Como quién espera un hecho, como quién espera un día. 
Anoche soñé con vos, querida. Pero no eras la misma. No eras la que mirabas pasar la luna por las ventanas. No eras la que apenas suspirabas. No eras la que en silencio, inundaba de plantas y flores nuestra casa. No eras la que me miraba con una sonrisa tierna y dulce mientras te amaba.
No eras la que me contabas historias de platos voladores y marcianos que comían de tu mano las manzanas, ni de abuelas ni madres ni esposas ni novias ni hermanas que  en puntas de pie oteaban el mar en busca de perdidas barcazas, ni de carteros temblorosos entregando tardíos telegramas. 
No me hablabas de tu tierra, ni de tus ríos ni de tus mares ni de tus cielos ni de tus sueños ni de tus proyectos ni de tus esperanzas con tu voz triste, con tu voz calma. 
No se cómo explicarte, pero anoche soñé con vos. Pero no eras la misma.
Recuerdo a tu abuela, cuando en voz baja me decía, "te llevas la niña buena, te llevas la niña frágil..."
Recuerdo a tu madre, cuando en voz baja me decía, "has hecho bien las cosas, eres un buen hombre, gracias en nombre de mi hija..."
Según me dijeron ellos, cuando todos los demás se fueron, que vos ya no tenías fuerzas y que tu cuerpo ya estaba sin defensas. 
Afuera, te cuento, juega muy divertida con sus amigas, nuestra niña.
Es en serio lo que te digo, anoche soñé con vos querida mía.
Debe ser por lo tanto que te extraño. 
A esta edad, a los hombres solos se les da por soñar cosas lindas. 
Y vos estabas como siempre linda, pero tan, tan distinta.






diceelwalter@gmail.com

IBARRECHEA: QUE NADIE ME DIGA NADA

Que nadie me diga nada si les cuento que quiero volver a la casa donde yo nací. 
La casa donde yo nací era la casa de mi abuelo. 
A mi me parecía que si los abuelos de antes dejaban a sus mujeres por otras mujeres, eso estaba mal, porque todos en la casa lloraban. 
Las abuelas de antes armaban sus valijas y se iban no se exactamente adónde.
Mi abuelo terminó su vida peleado con mi abuela. Y sin casa.

Entonces, amigos míos, si se me ocurre cambiar mi "smart phone" por un teléfono público que funcione con monedas y que disque el número 19 y le pida a la operadora que quiero hablar con mi abuela sobre eso, les pido que nadie me diga nada.

Tengo pensado ir caminando hacia el lugar que está cerca de la cañada. Donde los artesanos fabrican sueños que venden a buen precio porque son sueños nuevos. Los sueños antiguos de la calle Belgrano son más caros. He visto eso, y son cosas que me recuerdan a mis abuelos cuando estaban juntos.

Los abuelos de antes gastaban dinero en sueños nuevos, para que disfruten sus hijos.
Aunque sabían arreglar los sueños viejos. 
Los he visto, agarraban alambre, un poco de clavos y mantenían sus sueños a martillazos.
Por eso quiero ver a qué precio están aquellos sueños de otros abuelos y que ocupan media calle.

Que nadie me diga nada si antes de abandonar Córdoba ciudad, paso por el barrio llamado la República de San Vicente, allí es el lugar donde los abuelos todavía resisten. 
Los he visto, aún rodeados por el implacable avance de los sueños nuevos y el tropel de parcas soplándoles la nuca. 

Queridos niños, también anoten que: 
Las abuelas de antes te tatuaban la espalda a escobazos si les ensuciabas el zaguán con tierra, arena, barro y otras calamidades que hacíamos.

Queridos niños, los abuelos de antes, sacaban un envoltorio de papel de diarios del bolsillo del saco y te lo entregaban sin que tu madre lo supiera. 

Eso, amiguitos, eran claros indicios del fuerte amor que proclamaban.

Lo que quiero decirles amigos míos, es que extraño a mis abuelos.
Eso me pasa por haberme ido a vivir lejos de ellos.

Les cuento que a veces sueño con sus sueños.

En la casa de mi abuela había una hermosa cama para esconderse del cuco.
El cuco era un tipo malo que tenía a satanás metido en el cuerpo, me decían eso para amedrentarme,
Había, un ropero inmenso donde el hombre de la bolsa no se animaba a entrar por miedo a perderse entre tanta ropa.
El hombre de la bolsa espiaba por las ventanas a los niños que se portaban mal, los levantaba y los metía adentro y se los entregaba al cuco por algunas monedas.
Había una mesa de madera donde podías pegar la goma de mascar masticada, y otras calamidades, a escondidas de los mayores.
Había una almohada gigante para leer novelas al lado del velador.
Había una radio inmensa a válvulas Philips modelo 1934 para escuchar tangos y noticias que mucho tiempo después, manos anónimas la guardaron en el galponcito del fondo para darle lugar al combinado Ranser. 
La primera imagen que vi en un televisor blanco y negro fue la de Clint Eastwood, haciendo el personaje del cowboy llamado Rowdy Yates, en la serie Cuero Crudo.  
Al lado, el combinado Ranser pedía una segunda oportunidad.
Mi abuela se fue con mis tías, lejos de mi abuelo caravanero.
Algunas conversaciones de mayores que un niño podía escuchar mientras jugaba a las escondidas eran: "Le hacía la vida imposible." "Siempre fue un mujeriego." "No era vida, pobre mujer."

En realidad, quería decirles amigos míos, que extraño mucho a mis abuelos y que no sabía por dónde diablos empezar. 
Aunque ahora tengo una idea maravillosa.

Voy a comenzar por esta anécdota:
Mi madre siente que empujan el portón de la calle y se asoma por la ventana, él entra.
Mi madre me manda al dormitorio con la consigna de que no haga ruido y me quede callado, sino, yo me las tendría que ver con mi padre cuando llegue del trabajo. Sentencia inapelable. 
Mi abuelo asoma su cara sin afeitar y la saluda, le pide un vaso de agua.
Mi madre le pregunta donde estuvo porque la abuela lo andaba buscando desde hace una semana y larga un llanto cargado de aflicción y reproches.
Él mira hacia la puerta de mi dormitorio. 
Parece darse cuenta que yo lo miro por el ojo de la cerradura. 
Saca un paquetito hecho con papel de diarios del bolsillo de su saco, y le dice a mi madre: 
-salí a comprarle unos caramelitos al negrito tuyo y bueno, me demoré unos días. Que nadie me diga nada. 













José Antonio Ibarrechea
diceelwalter@gmail.com

CRIS ROCK: ALMAS GEMELAS


Christopher Julius Rock III (Nació en Andrews, Carolina del Sur, Estados Unidos el 7 de Febrero de 1965.  Más conocido como Chris Rock, es un comediante, actor guionista, productor y director de cine.) 

Gentileza: YouTube













Cris Rock

OLIVERIO GIRONDO: CREO QUE CREO EN LO QUE CREO QUE NO CREO

ESPANTAPÁJAROS,  POEMA N° 11 

Si hubiera sospechado lo que se oye después de muerto, no me suicido.
Apenas se desvanece la musiquita que nos echó a perder los últimos momentos y cerramos los ojos para dormir la eternidad, empiezan las discusiones y las escenas de familia.
¡Qué desconocimiento de las formas! ¡Qué carencia absoluta de compostura!
¡Qué ignorancia de lo que es bien morir!
Ni un conventillo de calabreses malcasados, en plena catástrofe conyugal, daría una noción aproximada de las bataholas que se producen a cada instante.
Mientras algún vecino patalea dentro de su cajón, los de al lado se insultan como carreros, y al mismo tiempo que resuena un estruendo a mudanza, se oyen las carcajadas de los que habitan en la tumba de enfrente.
Cualquier cadáver se considera con el derecho de manifestar a gritos los deseos que había logrado reprimir durante toda su existencia de ciudadano, y no contento de enterarnos de sus mezquindades, de sus infamias, a los cinco minutos de hallarnos instalados en nuestro nicho, nos interioriza de lo que opinan sobre nosotros todos los habitantes del cementerio.
De nada sirve que nos tapemos las orejas. Los comentarios, las risitas irónicas, los cascotes que caen de no se sabe dónde, nos atormentan en tal forma los minutos del día y del insomnio, que nos dan ganas de suicidarnos nuevamente.
Aunque parezca mentira -esas humillaciones- ese continuo estruendo resulta mil veces preferibles a los momentos de calma y de silencio.
Por lo común, éstos sobrevienen con una brusquedad de síncope. De pronto, sin el menor indicio, caemos en el vacío. Imposible asirse a alguna cosa, encontrar una asperosidad a que aferrarse. La caída no tiene término. El silencio hace sonar su diapasón. La atmósfera se rarifica cada vez más, y el menor ruidito: una uña, un cartílago que se cae, la falange de un dedo que se desprende, retumba, se amplifica, choca y rebota en los obstáculos que encuentra, se amalgama con todos los ecos que persisten; y cuando parece que ya se va a extinguir, y cerramos los ojos despacito para que no se oiga ni el roce de nuestros párpados, resuena un nuevo ruido que nos espanta el sueño para siempre.
¡Ah, si yo hubiera sabido que la muerte es un país donde no se puede vivir...!











Oliverio Girondo
(Buenos Aires, Argentina. 1881 - 1967) 

JULIO CORTÁZAR: TU MÁS PROFUNDA PIEL

Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía -sábelo, allí donde estés- es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel. No el tabaco que se aspira, el humo que tapiza las gargantas, sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa, en los dedos y que en algún momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de delicia para encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco velamen de las sábanas.
No me mires desde la ausencia con esa gravedad un poco infantil que hacia de tu rostro una máscara de joven faraón nubio. Creo que siempre estuvo entendido que sólo nos daríamos el placer y las fiestas livianas del alcohol y las calles vacías de la medianoche. De ti tengo más que eso, pero en el recuerdo me vuelves desnuda y volcada, nuestro planeta más preciso fue esa cama donde lentas, imperiosas geografías iban naciendo de nuestros viajes, de tanto desembarco amable o resistido de embajadas con cestos de frutas o agazapados flecheros, y cada pozo, cada río, cada colina y cada llano los hallamos en noches extenuantes, entre oscuros parlamentos de aliados o enemigos. ¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido! Y entonces me paso la mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de un efímero encuentro.
Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía. Con el perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo abarca todo en un instante que es como un vórtice, sé que dijiste ” Me da pena, y yo no comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de caricias que nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba sobre el otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos, de unos brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y repetir las caída desde lo alto o lo hondo, jinete o potro arquero o gacela, hipogrifos afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena en tu boca era otro nombre del pudor y la vergüenza, y que no te decidías a mi nueva sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa manera de esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme en la boca más que el negro nido de tu pelo.
Dijiste “Me da pena, sabes”, y volcada de espaldas me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una flor de lentos pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar un último deseo con el correr de las manos por las más dulces colinas, sintiendo como poco a poco cedías y te echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda donde un menudo omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado. Te daba pena, y de esa pena iba a nacer el perfume que ahora me devuelve a tu vergüenza antes de que otro acorde, el último, nos alzara en una misma estremecida réplica. Sé que cerré los ojos, que lamí la sal de tu piel, que descendí volcándote hasta sentir tus riñones como el estrechamiento de la jarra donde se apoyan las manos con el ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a perderme en el pasaje hurtado y prieto que se llegaba al goce de mis labios mientras desde tan allá, desde tu país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una última defensa abandonada.
Con el perfume del tabaco rubio en los dedos asciende otra vez el balbuceo, el temblor de ese oscuro encuentro, sé que una boca buscó la oculta boca estremecida, el labio único ciñéndose a su miedo, el ardiente contorno rosa y bronce que te libraba a mi más extremo viaje. Y como ocurre siempre, no sentí en ese delirio lo que ahora me trae el recuerdo desde un vago aroma de tabaco, pero esa musgosa fragancia, esa canela de sombra hizo su camino secreto a partir del olvido necesario e instantáneo, indecible juego de la carne oculta a la conciencia lo que mueve las más densas, implacables máquinas del fuego. No eras sabor ni olor, tu más escondido país se daba como imagen y contacto, y sólo hoy unos dedos casualmente manchados de tabaco me devuelven el instante en que me enderecé sobre ti para lentamente reclamar las llaves de pasaje, forzar el dulce trecho donde tu pena tejía las últimas defensas ahora que con la boca hundida en la almohada sollozabas una súplica de oscura aquiescencia, de derramado pelo. Más tarde comprendiste y no hubo pena, me cediste la ciudad de tu más profunda piel desde tanto horizonte diferente, después de fabulosas máquinas de sitio y parlamentos y batallas. En esta vaga vainilla de tabaco que hoy me mancha los dedos se despierta la noche en que tuviste tu primera, tu última pena. Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese perfume de tu carne más secreta, quisiera no abrirlos a este ahora donde leo y fumo y todavía creo estar viviendo.





Julio Florencio Cortázar
(Escritor, traductor e intelectual de nacionalidad argentina. Aunque nacido en Ixelles, Bélgica, el 26 de agosto de 1914. Falleció el 12 de febrero de 1981 en París, Francia.). 

MÚSICA: CHICO NOVARRO



"Cuenta conmigo"
(Novarro - Parentella)


Cuenta Conmigo 
Cuando le tengas que encontrar algún motivo 
Si necesitas algo más que conformarte 
Si se te ocurre por ejemplo enamorarte 
Aquí me tienes. 
Siempre dispuesto 
A ver el mundo como tú ni lo imaginas 
Si me quieres ver feliz no te animas 
Cierra los ojos al aroma de una rosa 
Mientras mi alma 
Te cuenta cosas.. 
Cosas que nunca, te dijeron hasta ahora 
Si eres consciente de la gente que te adora 
De ser un poco la razón de esta canción…. 
Y si resulta 
Que no resulta, mi sistema de quererte 
Cuenta conmigo nada más que para siempre 
Y si tuvieras que dejarme 
No te preocupes 
Yo me podría acomodar sin molestarte 
En un rincón donde pudieras acordarte 
Y cuando el tiempo haya pasado 
y tengas ganas en esas ganas 
Me encontraras
Y si resulta 
Que no resulta, mi sistema de quererte 
Cuenta conmigo nada más que para siempre 
Y si tuvieras que dejarme 
No te preocupes 
Yo me podría acomodar sin molestarte 
En un rincón donde pudieras acordarte 
Y cuando el tiempo haya pasado 
y tengas ganas en esas ganas 
Me encontraras.




"Algo contigo"
(Chico Novarro)

Hace falta que te diga, 
que me muero por tener algo contigo
Y es que no te has dado cuenta, 
de lo mucho que me cuesta ser tu amigo 
Ya no puedo acercarme a tu boca, 
sin deseártela de una manera loca. 
Necesito controlar tu vida, 
saber quién te besa y quién te abriga. 
Hace falta que te diga, 
que me muero por tener algo contigo 
Y es que no te has dado cuenta, 
de lo mucho que me cuesta ser tu amigo 
Ya me quedan muy pocos caminos, 
y aunque pueda parecer un desatino, 
no quisiera yo morirme sin tener algo contigo. 
Ya no puedo continuar espiando, 
día y noche, tu llegada adivinando. 
Ya no sé con qué inocente excusa pasar por tu casa. 
Ya me quedan muy pocos caminos, 
y aunque pueda parecer un desatino, 
no quisiera yo morirme sin tener... 

Algo contigo.



Ediciones musicales: Daniel Shocrón
Gentileza YouTube

Chico Novarro, nombre artístico de Bernardo Mitnik Lerman (nacido el 4 de septiembre de 1933 en la ciudad de Santa Fe, provincia de Santa Fe.)
















Chico Novarro

viernes, 19 de septiembre de 2014

IBARRECHEA: ASÍ HABLABA EL SARGENTO TAVARES, ALIAS "CÚTER"

(Pertenece a la segunda parte del libro "CÚTER")

El cabo oficinista Boggy Speckler era un tipo incapaz de matar una mosca, magrinho y de sobacos transpirados y hasta creo que cargaba una cierta miopía. Obsecuente con los jefes pero le tremía el culo cuando el sargento primero Tavares, entraba a la oficina -me decía don Jorgelino Céspedes Aranda-, pero tenía una cualidad que impresionaba. Su memoria prodigiosa, y su capacidad para escribir casi cincuenta palabras por minuto en una Remington. Él fue quién escuchaba a Tavares y después escribía lo que el tipo decía.

"Nuestro Ejército Nacional sustenta, orienta y organiza el accionar en un conjunto pleno de valores, de virtudes y de cualidades que conforman nuestra base ética, espiritual y profesional de este cuerpo. 
Sepan ustedes, camaradas y soldados, que de este conjunto de valores, todos importantes por cierto, hay tres que son esenciales y que forman tres inmensos pilares donde se apoya nuestra moral. 
Sepan ustedes y nunca lo olviden que me refiero a nuestra Fe en Dios, en nuestro amor a la Patria y en nuestro deseo de Libertad. Por eso estamos aquí, es ésta la vocación que nos hace camaradas, señores suboficiales, y es ésta la pasión que quiero inculcarles a mis soldados, hoy y por este tiempo, jóvenes hombres de armas.
Sepan ustedes que cuando hablo de nuestra Fe en Dios, les estoy hablando de lo espiritual que nos une como grupo, como equipo, como cuerpo, a los que llamaremos orgánicamente como pelotones, secciones, compañía, grupo, subunidad y unidad. 
Nosotros conformamos la gloriosa Compañía del Norte y sepan que nuestro destino final como hombres, es el encuentro con nuestro Creador.
Sepan ustedes que cuando nombro el amor a la Nación estoy impulsándolos a que juntos, como un mismo cuerpo, pongamos nuestro máximo esfuerzo y nuestra mayor dignidad para velar por los intereses de nuestra Nación. Solamente así, demostrando nuestro profundo amor, nos llenaremos de convicción para vivir y para morir por ella. 
Sepan ustedes que lucharemos por la Libertad. Y la Libertad establece que tenemos principios del orden republicano y federal que no todos por esta bendita tierra admiten, y que nosotros fuimos seleccionados para que esos principios mantengan su plena vigencia.
Soldados, sepan ustedes que los valores que he mencionado no son privativos de quienes hemos abrazado la carrera de las armas. Lo son de ahora en más, de ustedes, que deberán vestir orgullosos el uniforme y afrontar los renunciamientos que por servir a la Nación, desde las armas, implica. 
Compañía, ¡Firmes!
Compañía, saludo ¡Uno!
Al jefe de Compañía, ¡Vista dere-chá!"

-Era un loco. El sargento primero Tavares era un loco explosivista entrenado por Yanquis y por no se quién puta más, pero así hablaba, él.

-Nos entreteníamos leyendo las frases con las que nos arengaba.

-A veces de reojo, mirábamos a sus camaradas, los otros suboficiales que le tenían terror.

-Los Peremerimbinos no sabían que tenían los días contados con este tipo.

-Nos daba instrucción de tiro con fusil, también.

-A mi me causó gracia una vez que dijo que la cabeza bien colocada en el cuerpo era esencial para el tiro en el combate cuerpo a cuerpo con el fusil. Me cagó a palos.

-Recuerdo que a vos y a varios que nos reímos por eso, nos estaqueó en un pozo húmedo por dos días y dos noches.

-Y tenía razón, había que hacer equilibrio con la cabeza para tener buena puntería con esos fusiles automáticos.

-Era un hijo de puta.

"En la selva no hay tiempo para apoyar el fusil en el hombro o para levantar el arma y tirar. Con los dos ojos bien abiertos, con el dedo índice de la mano izquierda apoyado sobre el guardamonte y señalando el bulto disparan. Con la cabeza recta, con los pies paralelos y flexionando las rodillas, para acompañar el martilleo del arma, disparan."

-Todo en menos de dos segundos, decía.

"Para aquellos que no sepan, les digo que ya nadie duda de la importancia que tiene el buen estado físico. El trabajo muscular contínuo, favorece la irrigación sanguínea del cerebro, pues según sea la cantidad de oxígeno que inhalemos, llegaremos a obtener, o no, un mayor rendimiento mental. Por ejemplo, la práctica de la lectura es uno de los elementos que ayuda a desarrollar la inteligencia. En tanto la educación física, fortifica esas potencias escondidas en el alma, sin las cuales nos resultaría inútil toda cultura intelectual. Hablo de la energía, hablo de la iniciativa, hablo de la voluntad. ¡Carrera march para allá!" 

-Era un loco de mierda el sargento Tavares.

-Era el mejor lanzador de cuchillos que vi en mi vida.

Jorgelino Céspedes Aranda había nacido en Arroyo Guaymás, a casi trescientos kilómetros de Manvatará, donde cumplió con los servicios de armas a la Nación por dos largos años. Lo mandaron al grupo de Cazadores de Monte. Nos cuenta que en una de sus salidas de franco de servicios, conoció a quién hoy es su esposa, doña Mirian. Dice Jorgelino que ella estaba sentada en el asiento del tren, a su frente y que él no dejó de mirarla nunca y por casi una hora de viaje y que de repente ella también lo miró y le dijo que si tenía algo que decirle que sea ahorita mismo pues descendía en Guajipato, y que él no supo que decir pues tartamudeba y que entonces ella le dijo que se siente a su lado. Al finalizar su servicio se casaron. Desde la cocina de la casa, Miriam preparaba arroz con porotos negros, carne de cerdo y gallina con mandioca. A veces ella les pedía sosiego a sus nietos que se columpiaban en la rama del árbol solitario del patio.
Compartía nuestra conversación Zacarías Merlo, hachero, carpintero y hoy restaurador de viejas puertas, en especial las que dejaron los europeos, antes de marcharse cuando las minas se secaron de dar cobre, me dijo.
Zacarías era un montón de arrugas en la piel, y era según él, experiencia, ni el sol, ni la lluvia, ni el frío, ni el viento, ni las mujeres tenían nada que ver con sus arrugas. 
Experiencia es sufrir, y yo he sufrido, decía este hombre que hoy recordaba al sargento "Cúter" Tavares como un hombre ejemplar.

-Lo he visto acompañar a los curas en las misas semanales, lo he visto siempre bien arreglado, con su uniforme brillante y lustrado, bien peinado y con un bigote fino, de un carácter de mierda, ni te convenía mirarlo niño, si te pescaba observándolo, te hacía buscar petróleo con el dedo -ambos ríen-.

-Las hijaputeses que hacía estaban relacionadas siempre con la formación militar, es cierto, pero creo que a veces se le iba la mano.

-En una oportunidad, en la época de lluvias allá en el monte, al norte de Manvatará, cerca de Mapuyo creo, fuimos a sacar en los botes a la gente que estaba inundada y él primero rescató a los animales encerrados en corrales, y después nos ordenó retirar a los niños y a las mujeres. Por los hombres no volvimos.

"Si son machos sobrevivirán" -le dijo al oficial que estaba a cargo-.

-Recuerdo que dijo que la inundación era culpa de los hombres, por haber intentado desviar el curso de las aguas -que naden o que se ahoguen, que busquen las tierras altas-, dijo.

"Nosotros lo militares y en especial todo el Cuerpo de Combate en Selva, participamos en ayuda de las Instituciones Civiles en catástrofes, como en ésta inundación, y eso hace que estemos expuestos a ciertos peligros, como la mordedura de víboras, por eso, y en cumplimiento de expresas directivas, antes de partir a la misión encomendada, tomarán conocimiento sobre el ofidismo de la región. Cada jefe de pelotón hará examinar las áreas de ocupación y todos aquellos lugares que puedan albergar serpientes. Se extremarán las medidas en depósitos, criaderos de gallinas y de cerdos y todo, absolutamente todo el personal vestirá la ropa adecuada que será entregada en la ropería de la Subunidad. Cuando estemos en la zona afectada no quiero ver a ningún chato imbécil metiendo las manos en los huecos de los árboles, en los nidos ni en las cuevas que en la tierra encuentren. Si es necesario se librará de malezas el camino de escape. Ninguno se sienta a cagar cerca del río y orinan lejos de los arbustos. ¿Entendido?" 

-Era un tipo común, como nosotros, latinos que nos dicen, medio indio y de modales finos.

-Mujeriego, se oían historias de mujeres que se peleaban por él.

-Una tarde oscura y fría me ordenó acompañarlo, ¡Merlo! llame al maldito médico y llévelo a la casa de doña Lucila, estaré esperándolo allá, dígale que el nietito de la vieja se está muriendo. Y salí disparado para la enfermería, el doctor era un capitán médico que me contestó que él era un oficial y no recibía órdenes de ningún sargento. 
Les cuento bien cómo sucedió. Entré corriendo por la puerta principal de la Enfermería, fui hasta la sala y el cabo enfermero me dijo que el doctor Llanos estaba en la dirección. Volví corriendo por el mismo pasillo, abrí la puerta sin golpear, era la primera vez que entraba, los pisos eran de madera y estaban bien lustrados, el escritorio era precioso, pero me di cuenta que tenía varias capas de barniz marino, lo asocié como que venía del Imbuté o de Peremerimbé, todo hacía juego con todo, los marcos de los cuadros, el perchero y el resto de los muebles era un conjunto armónico, hasta el sillón donde estaba sentado el capitán médico que al verme pareció sorprendido, luego se quitó los anteojos, los puso sobre los libros que leía, tenía unos ojos muy azules, azules profundos, lindos ojos y me dijo eso. Me dijo, salga de aquí soldado y no se le ocurra volver, yo no recibo órdenes de ningún sargento, yo soy oficial médico. Para salir por el puesto de guardia dije que debía ir por orden del sargento primero Tavares  hasta el pueblo, hasta la casa de la señora Lucila, la que le lava la ropa, dije eso, el cabo de consigna me tomó los datos y mandó abrir el portón, corrí tres de los cuatro kilómetros hasta el pueblo y llegué a la casa de doña Lucila, unos vecinos me acompañaron hasta el dormitorio donde todos hacían de todo y nada de lo que hacían servía. No había médicos aquel día en la unidad sanitaria de Cerritos, Algunas personas trajeron a las enfermeras, ya era de noche cuando entré, Tavares me preguntó por el médico, moví la cabeza negativamente. Espéreme afuera, me dijo. Todos los vecinos y familiares que estorbábamos salimos del dormitorio húmedo y triste de la hija de doña Lucila, adentro quedaron tres enfermeras y él. 
Fue un tiempo eterno donde solo se escuchaba el rezo de las mujeres y hombres que, sentados o parados se persignaban ante la imagen de Nuestra Señora Aparecida. Supe, cuando salí a fumar a la calle con un vecino, que la Laureana Pereyra se fue de Cerritos hacía ya una semana, que se había ido a buscar trabajo en Altos Moncadas o en Manvatará. Y que desde que se fue, dejó al Pedrito al cuidado de su madre, la señora Lucila y que de repente se le enfermó, que empezó a hincharse el cuerpecito y que el nene parecía que no respiraba y que ella se dio cuenta recién después que el sargento vino a buscar la ropa de todos los viernes a la tarde. Decía este vecino que era prohibido enfermarse en Cerritos de viernes a la tarde hasta el lunes a la mañana y allí fue que sentimos el grito. Y los llantos. Pedrito había muerto en las manos de tres enfermeras y del sargento. Nunca supe de qué. Algunos dijeron que encontraron un escorpión bajo la cama.

-Yo contaré la parte que me toca de aquella historia triste -dijo Jorgelino Céspedes-. Había un cartel de directivas expresas dónde en la enfermería se prohibía la atención de civiles, debido a los contínuos ataques de los Peremerimbinos a las unidades militares, por eso Tavares le pide al capitán médico que levante el culo y vaya al pueblo. Pero el médico no sale. Primero por soberbia y segundo porque había quedado a cargo de la Compañía del Norte. Yo era el furriel que llevaba los partes que escribía Speckler y eso sabía.

-Si, pero nadie sabe, ni supo porqué a la mañana siguiente, después de discutir con Tavares, el Capitán pidió el relevo del cargo y la baja posterior. El Lunes siguiente se retiró en silencio de la unidad. Boggy Speckler le ayudó con las valijas.

-Dicen que Tavares le había salivado la cara y le había puesto un cuchillo en la garganta.

"Debemos atenernos a lo que dictan nuestros manuales, están escritos por camaradas que combatieron, por camaradas que ya no están entre nosotros, y que siempre, cada vez que puedo, hago referencia. Especialmente al capítulo de la Secretaría de Doctrina del Personal en cuanto al llamado ejercicio del mando. Es simple son tres reglas inolvidables: 
La primera es creer en la causa que debemos servir, auxiliándonos en la Fe, en Nuestro Señor Jesús Cristo.
La segunda, es cumplir con nuestro régimen de servicio.
La tercera y última, es tener autoridad y dignidad."

-Había un tal Mayor Castro que se hizo cargo en ausencia del coronel Pando y luego un Teniente, que vino meses después cuando la compañía se movilizó hacia Naranjillos. Los demás oficiales, suboficiales y toda la tropa fuimos trasladados a Vallechico.

-Nos dejó afuera de la selección en el operativo al puente Naranjillos, se llevó a Colque y a Vizgarra, los mejores tiradores junto al cabo primero Jensen, que era un operador de radios, eran como hermanos, los cuatro.

-Jensen, era un "loiro" salvaje, rubio, eso, rubio y malo. Parecía mala persona.  

-Se fueron por el camino de las caballerizas, bajo la llovizna de noviembre. Algo cantaban.

-Si, no recuerdo pero algo cantaban aquellos locos, mientras se perdían en la selva.

-Nunca más los vimos. 

La esposa de Jorgelino Céspedes les sirve agua y un plato de arroz a sus nietos en la mesa de la cocina. Les pide que coman en silencio. Luego nos trae la comida a la mesa del amplio comedor, y entona aquella canción religiosa que yo tampoco recordaba y que buscaba en mis archivos del maletín. 
Aquella canción que me contó que cantaban cuando entraban a la selva, el viejo fotógrafo que tomó la única foto del pelotón de Cúter. 

La voz de la señora Mirian López de Céspedes Aranda, suena angelical en la sala. 
"Vamos con alegría, 
Señor,
cantando vamos con alegría,
Señor."

(Continuará)






Tiene derecho de autor
Copyright 2013
Capítulo correspondiente al libro "CÚTER"
Autor: José Antonio Ibarrechea 
http://diceelwalter.blogspot.com
"PASEN Y VEAN"
diceelwalter@gmail.com
Walter Ricardo Quinteros

CANTINFLAS: EL MENSAJE PARA EL MUNDO



Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes 
De acuerdo a una leyenda con la que él está de acuerdo, el joven Mario Moreno, intimidado por el pánico escénico, una vez en la carpa Ofelia, olvidó su monólogo original. Comenzó a decir lo primero que le viene a la mente en una completa emancipación de palabras y frases y lo que sale es una brillante incoherencia. Los asistentes lo atacan con la sintaxis y él se da cuenta: el destino ha puesto en sus manos la característica distintiva, el estilo que es la manipulación del caos. Semanas después, se inventa el nombre que marcará la invención. Alguien, molesto por las frases sin sentido grita: «Cuánto inflas» o «en la cantina inflas», la contracción se crea y se convierte en la prueba del bautismo que el personaje necesita.
Carlos Monsiváis (Wikipedia)













Cantinflas
(México 12 agosto 1911 - 20 abril1993)
Vídeo subido por: DIOSOVNISDEMONIOS
http://diosovnisdemonios.blogspot.com
Gentileza:YouTube estándar

VALENTÍN GRIGÓRIEVICH RASPUTÍN: MI MAMÁ SE FUE A ALGÚN LADO

El niño abrió los ojos y vio una mosca que caminaba por el techo. Parpadeó y se quedó mirando adónde iba.
La mosca avanzaba irregularmente hacia la ventana. Correteaba sin detenerse y lo hacía rápidamente.
El niño pensó que iba por un camino trazado y esperó para ver si otra mosca la seguía, porque quería saber si realmente era un camino. Pero no había más moscas. A decir verdad, había, pero no andaban por el techo y el niño pronto perdió el interés por ellas. Se enderezó en la cama y gritó
-¡Mamá, ya desperté!
Nadie le contestó.
-¡Mamá! -llamó-. Soy yo. Ya desperté.
Silencio.
El niño esperó, pero el silencio seguía.
Entonces saltó de la cama y corrió descalzo a la sala de estar. Estaba vacía. Miró primero el sillón, luego la mesa y las repisas con sus filas de libros, pero no había nadie. Todo estaba simplemente en su lugar, ocupando un espacio.
El niño corrió precipitadamente a la cocina, después al cuarto de baño. Nadie estaba escondido ahí tampoco.
-¡Mamá! -gritó el niño.
Su grito se hundió en el silencio que inmediatamente se hizo más denso. El niño, desconcertado, corrió de nuevo a su habitación; las huellas de sus talones y de sus dedos desnudos se marcaban sobre el suelo pintado y, al enfriarse, se esfumaban y desaparecían.
-Mamá -dijo el niño con la mayor tranquilidad que pudo-, desperté y tú no estás.
Silencio.
-¿No estás, verdad? -preguntó.
Su rostro se contrajo mientras esperaba la respuesta; se volvió hacia todos lados, pero la respuesta no llegaba y el niño rompió a llorar.
Entre lágrimas, caminó hasta la puerta y empezó a tirar de ella. La puerta no cedía. Entonces la golpeó con la palma de la mano, luego la empujó con el pie desnudo, lastimándose, y su llanto creció con más fuerza.
Estaba de pie, en medio de la habitación y sus tibias y grandes lágrimas le rodaban por la cara y caían al suelo. Después, sin dejar de llorar, se sentó.
Todo a su alrededor permanecía en silencio.
Sentía que de pronto, a sus espaldas, se oirían pasos, pero nada sucedía y no podía recuperar la calma.
Permaneció así largo tiempo. ¿Cuánto? No lo sabía.
Finalmente se tumbó en el suelo y se puso a llorar. Estaba tan cansado que ya no se sentía a sí mismo y ni siquiera se daba cuenta de que estaba llorando. Su llanto era tan natural como su respiración y ya no estaba bajo su control. Al contrario, era más fuerte que él.
De repente, al niño le pareció que alguien estaba en la habitación.
De un salto se levantó y empezó a mirar a su alrededor. La sensación que lo había hecho ponerse de pie no cesaba y el niño corrió a la otra habitación, después a la cocina y al cuarto de baño. No había nadie.
Sollozando, regresó y se tapó los ojos con las manos. Lentamente empezó a retirárselas de los ojos y una vez más miró a su alrededor. Nada había cambiado en la habitación. El sillón estaba vacío, la mesa estaba sola, los libros aguardaban como siempre en las repisas, pero sus lomos de diferentes colores miraban tristemente y como a ciegas. El niño se quedó pensativo:
-No lloraré más -se dijo-. Mi mamá no tardará. Seré un buen niño.
Se fue a la cama y se enjugó el rostro lloroso con la colcha. Después, sin apresurarse, como si anduviera de paseo, recorrió el apartamento, examinando cosa por cosa. Una idea luminosa cruzó por su mente.
-Mamá-dijo a media voz-, quiero hacer pipí…
No era cierto, pero sabía que si su mamá estaba en la casa sólo así la haría acudir inmediatamente.
-Mamá- repitió.
Pero mamá no estaba en casa. Ahora lo había entendido definitivamente.
Tenía que hacer algo. “Me pondré a jugar. Mamá tiene que venir” -decidió-. Se fue al rincón en donde estaban todos sus juguetes y eligió la liebre. Era su preferida. Se le había caído una pata y, varias veces, papá le había prometido pegársela, pero él de ningún modo había consentido. Volver a tenerla con sus dos patas sería aceptar que ya no la quería porque se había quedado con una sola y la otra, además, andaba por ahí, en alguna parte y vivía ahora su propia vida.
-Juguemos, liebrecita -propuso el niño.
La liebre asintió en silencio.
-Tú estás enferma. Te duele una patita y ahora yo te voy a curar.
El niño acostó a la liebre en la cama, tomó un clavo y hundiéndolo en el vientre de la liebre, le inyectó.
La liebre estaba ya acostumbrada a las inyecciones y jamás se quejaba.
Como si hubiera recordado algo, el niño se puso pensativo. Después se alejó de la cama y miró hacia la sala. Todo estaba igual, y el silencio, como antes, se balanceaba de un rincón a otro en la habitación.
El niño suspiró, regresó a la cama y miró a la liebre. Estaba recostada tranquilamente sobre una almohada.
-No, así no -dijo el niño-. Ahora yo seré la liebre y tú el niño pequeño. Tú me curarás a mí.
Sentó la liebre en una silla y se acostó en la cama. Encogió una pierna y empezó a gemir.
Sentada en la silla, la liebre lo miraba sorprendida con sus grandes ojos azules.
-Yo soy la liebre, me duele una pierna -le explicó el niño.
La liebre callaba.
-Liebre -le preguntó él enseguida-, ¿adónde se fue mamá?
La liebre no contestó.
-No te duermas. Escucha, dilo: ¿Adónde se fue mamá? -demandó el niño y tomó a la liebre de un brazo. La liebre seguía callada.
El niño había olvidado que era él quien contestaba siempre por la liebre y que enseguida representaba el papel de los dos, y ahora, en serio, le exigía una respuesta. Había olvidado que la liebre era sólo un juguete como los otros, como sus cubos que se colocaban uno junto al otro sólo si alguien los ponía, como sus coches que caminaban sólo si alguien los movía, como sus animalitos de peluche que rugían y conversaban sólo si alguien rugía y contestaba por ellos.
Se había olvidado de todo.
-Habla, habla -exigía.
Y la liebre seguía callada.
El niño la arrojó al suelo, saltó de la cama y se fue sobre ella dándole de puntapiés.
La liebre rodaba por el suelo dando saltos y volteretas y el niño rodaba también, saltaba y daba vueltas alrededor de la liebre, repitiendo sin parar “habla, habla, habla.” Pero la liebre ni contestaba ni podía tampoco librarse de él porque sólo tenía una pata. De repente, el niño lo comprendió. Se detuvo y se quedó mirando cómo la liebre, apretando su cara contra el suelo, lloraba en silencio. Oyó su llanto. Se inclinó sobre la liebre y perplejo exclamó con todo el peso de su culpa:
-Mamá se fue a algún lado.
Y, en ese momento, al niño le pareció que alguien subía por la escalera.








Valentín G. Rasputín
(Валентин Григорьевич Распутин nacido 15 de marzo de 1937, aldea Ust-Udá, Oblast de Irkutsk.)