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viernes, 16 de mayo de 2014

DEBIERA NOMBRARLAS A TODAS

- ¡No, no, no. Desmiento categóricamente a aquellos que pregonan abiertamente por ahí, que yo se bastante de ustedes las mujeres! No amiga, no es así -me decía el señor José Antonio cuando lo entrevisté la última vez que lo vi, en un bar de la avenida Gauss en el barrio Villa Belgrano, de la ciudad de Córdoba-. Para hablar de mujeres, amiga mía, debemos tener en cuenta que siempre mis argumentos serán escasos, es más, podría desvanecerme en el intento -hace una pausa y enciende un cigarrillo-. Ustedes tienen vuelo, tienen magia, tienen fantasía y nosotros los hombres bien nacidos, por haberlas perdido, simplemente por eso, por recordarlas, podríamos perder el sentido y tal vez, siempre hay un tal vez, perderíamos el sueño, y ya eso es bastante, niña.

- Pero usted no puede negar sus amoríos, aquellos que le marcaron el alma de cicatrices, según leí en su blog.

- Ah, eso. No quisiera ser un desvergonzado hablándote de una o dos o tres o no se cuántas. Sería como llegar a la insolencia y no quisiera eso. ¿Quién soy yo para hablar de cada una de mis amigas?

- Bueno, experiencia digamos...

- Amiga, estaría yo despilfarrando palabras inentendibles, pues como tú sabes y gracias a Dios cada persona tiene su potencialidad, su dinámica, su particularidad, y ustedes como te dije, tienen además sueños, vuelo, magia, cosas así, que se empeñan en emplear afanosamente para arrancarle el corazón a uno, y cuando lo tienen en sus puños, ustedes lo estrujan como a un pañuelo, le quitan la última gota de sangre y lo arrojan a la basura, o nos llenan el alma de desquicios desproporcionados y nosotros terminamos escribiendo absurdos poemas de amor en la mesa de un triste bar nocturno, totalmente borrachos de lamentos misteriosos.

- Está bien, pero usted también se habrá marchado muchas veces, y habrá cometido pecados innombrables seguramente.

- Si -hace una pausa para tomar el café-, así es, y lo hice por resguardo.

- ¿Resguardo, me puede aclarar eso?

- Bueno, tú sabes niña, quizás haya tenido temor de enamorarme, temor a que el brillo de esos ojos que me acompañaban me atrapen, me envuelvan. Temor a despertarme y ver a esa mujer acurrucada todos los días de mi vida a mi lado. Temor de enamorarme nuevamente.

- ¿Se ha enamorado muchas veces, señor miedoso?

- A mis queridas las he querido. Fíjate que algunas de ellas, al marcharse me dejaron en un desamparo efímero, otras en cambio, irradian todavía una luz apacible, una luz embriagadora, incontrolable, una luz que nace en sus sonrisas y me encandilan mucho más todavía, cuando se sientan y cruzan las piernas cada vez que nos encontramos, o traslado esa idealización cuando nos hablamos por teléfono y su voz, su voz me va llevando a un rincón del ring y me llena de piñas. (risas)

- ¿Me contaría alguna anécdota, algo que lo haya marcado con alguna de ellas?

- No pequeña, sería faltarles el respeto que ellas se merecen, incluso a mi mismo -hace otra pausa y enciende otro cigarrillo- lo que si te puedo contar que por ellas, hice cosas maravillosas.

- No fume tanto, y cuénteme qué cosas maravillosas.

- Por ejemplo, subir al cielo y bajarles algunas estrellas locas con mis manos, tener deseos honestos, obscenos y hasta maliciosos,  hice que experimentaran una suerte de temblores madrugadores. Y yo perdí el control de mis suspiros, busqué admiraciones y asombros, fui obstinado, rey mago, profesor, padrastro, desaté nudos embrollados, recorrí kilómetros, bajé a los infiernos, modifiqué algunas conductas y algunos comportamientos, desarmé varias defensas, armé espectaculares ataques, cometí contravenciones, amé, desamé, gané, perdí, subí, caí, me levanté, acepté, negué, cumplí caprichos, exigí por los míos, caminé por la luna, canté por las plazas, escribí tontas poesías y muchas cosas más, pero nunca me cansé. 
(hace una pausa)
Por ver feliz a mi eventual compañera, nunca me cansé.

-¿Porqué lo fueron dejando solo José Antonio?

- ¿Cómo puedo saber eso si apenas soy un simple viajero que navega por las estrellas, si apenas soy un simple navegante que quiere llegar al borde mismo del abismo buscando escuchar un "aquí estoy, corazón"? No se si me fui alguna vez, no se si fueron. Saben dónde encontrarme. Y yo se dónde hallarlas.

- Me dijeron que seguramente no alcanzarían los dedos de las manos de todos los que estamos aquí en el bar para contar a las señoras que pasaron por su vida...

-Eso es algo inadmisible, diría que hasta irrespetuoso. Soy apenas un hombre que vive solo con muy buenas amigas que me dieron el gusto de permitir que las haga sonreír. Y yo fui feliz.

- ¿Incluídas aquellas que le hicieron mal?  

- Si, incluso aquellas, que serían algo así como dos colectivos llenos (risas) -mantenía su sonrisa interminable el señor José Antonio y me aclara-. No, no es así, son apenas mujeres que tienen la facultad de inventar o pretender cosas inexistentes, son apenas mujeres con algunas presunciones de amores mutados, ocultos de lo verdadero. apenas eso.

- ¿Me puede contar algún sueño, de esos llenos de fantasía que cuenta en las reuniones?

- Si, por supuesto, a este no se lo conté a nadie porque es nuevo, es de anoche. 

- Cuente, cuente.

- Yo soñé que estaba en un lugar lleno de luces. 
Las luces eran muy brillantes y había manos, solamente manos, muchas manos delgadas y firmes, pero suaves y muy perfumadas, con sus uñas pintadas que recorrían mi cara, mi cuerpo, mientras yo caminaba. 
Caminaba por algo que parecía un pasillo, un pasillo largo donde las luces poco a poco menguaban, y las manos tiernas iban quedando atrás, hasta que el pasillo se hizo estrecho y oscuro, y me faltaba el aire y de repente, allá, al fondo, había como una luz y desde esa luz parecía que alguien me preguntaba si me faltaba algo por hacer, mientras yo avanzaba. 
Y yo avanzaba sin detenerme, sin entender, y la pregunta sonaba insistente ¿Tienes algo que aún debas hacer? 
Una y otra y otra vez. ¿Tienes algo que aún debas hacer? 
Sonaba como un coro, como un eco lejano.
Quería hablar y no podía, quería gritar y no podía.
Me esforzaba, te juro que me esforzaba por contestar, y entonces, de repente dije. 
Debiera nombrarlas a todas.
Y me desperté. 






















Una nota de Berenice Weber
@pasenyvean2

Dibujos de: 
Angel Boligán

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