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viernes, 14 de marzo de 2014

PARA QUE TRIUNFE EL AMOR






Recuerdo que conociste a  Francisco cuando estudiaba derecho, que al principio,  tu aspecto de señorito inglés no ayudó en absoluto, porque hasta lo hiciste pensar…”Ese hijo de…”, pero luego cambiaron las cosas. 
Si, cambiaron a partir de un día que fuiste a la facultad. Con tanta suerte que lo viste en el preciso momento que varios muchachos alborotados lo habían arrinconado. Sin saber de qué se trataba te acercaste, y uno te dijo: “¿Y vos que?” Y vos, con un gancho de derecha sobre la mandíbula, lo hiciste trastabillar, y cayó. (recuerdo que todo esto me lo contaste como nervioso, como si estuviera sucediendo…) 
A partir de ese día fuiste carne y uña con él, como se le dice a los amigos inseparables, y no podría ser de otra manera, porque vos, querido Ernesto, sos transparente hasta en la médula, crédulo, tenés blancos o negros, jamás grises, y querible…tan querible. Y me lo demostraste apenas te conocí. ¿Te acordás?. 
Fue en una reunión en el Círculo Militar, en la que el coronel Marcos oficiaba de anfitrión, y también era miembro de aquel grupo que integrabas, ¿”Los Apóstoles se llamaba, no?
Allí nos presentaron, aún tengo en mi memoria tu caballerosidad, tus historias fantásticas copa de champagne de por medio, pero yo era la esposa del coronel…A pesar de todo, una semana más tarde, seducida por tu enorme simpatía e insistencia, te acepté la invitación a tomar el té en la confitería Richmond. Una semana después te di las llaves del departamento de Juncal. 
¿Quién pudo decirte alguna vez que no? Con tu gusto delicioso, sonrisa amplia, y modales más que impecables. Yo no pude en ese entonces y luego ellos frente a tu propuesta inimaginable y arriesgada, menos.
Ellos, tus amigos, los que conformaban aquel grupo tan disímil, con vos claro, en ese encuentro, serían los responsables de armonizar ese puto destino que nos tocaba vivir:
Omar, fiel a ultranza de los principios religiosos; Claudio, importante líder de izquierda; José, renombrado economista liberal; Vicente, director financiero de la banca; Adolfo, estanciero, Federico, periodista, Luis, diputado sindical; y los otros, influyentes, cuestionados y…  me olvidaba de Francisco, que también fue.
Francisco…¿no se te ocurrió otro lugar, que no fuera nuestro rinconcito para esconderlo? ¡Justo en una propiedad del coronel, se refugiaba una persona, que el mismísimo gobierno, a quien él representaba, y que ofrecía una importante recompensa a quien lo descubriera! Pero no estaba…alguien le avisó, y escapó minutos antes del allanamiento.
En aquella cena también estuvo mi marido, que de haber sabido que había un traidor a la patria, y otro a él mismo…no quiero imaginarme que hubiera pasado. 
Y finalmente “Los  Apóstoles” se sentaron a la mesa, donde cada uno mostró sus flaquezas, sus miserias, donde cada uno apostó al egoísmo, al que me importan los demás, lejos, muy lejos del bienestar de mi patria, nuestra patria.
A los postres, Francisco, muy lejos de sus ideologías, y con la gallardía que lo caracterizaba, se levantó, pidió la palabra, alzó su copa, y mirando a los ojos a cada uno de ellos, les dijo: “Brindo por tener la fortuna de haber conocido la cara de mis enemigos"... 
Al tiempo los diarios anunciaban su asesinato allí por Centroamérica, motivo de inspiración de aquella novela con la que fuiste premiado por la Sociedad de Escritores.
Poco a poco cada uno de ellos fue partiendo, se fueron desangrando. Extraviados por la memoria unos, o torturados por imágenes que habían provocado, o atravesados por feroces y certeras palabras.
Fue la patria misma que se cobró venganza de aquellos corruptos de ambiciones desmedidas, colmados de ideologías absurdas que nos han arrastrado a ésta porquería que nos toca  vivir. 
De aquella lista, hoy solo quedás vos, con la gran diferencia que como escritor y como persona, primás la condición humana, la esperanza, y la existencia de Dios.
No quiero que te vayas de ninguna manera Ernesto. Prometeme que siempre estaremos juntos, aún en la próxima vida. Guardá el arma por favor, y volvamos a aquel departamento que no pudieron destruir, nuestro refugio, como no destruyeron nuestros rituales, nuestras travesuras, nuestros sueños…
Guardá el arma, para que triunfe el amor…

Al Ibarguren
aliciauv@yahoo.com.ar
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