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viernes, 28 de marzo de 2014

HABÍA UNA VEZ






Rocío

Había una vez un lago. Alguna vez  fue el espejo de los dioses, hoy solo es un lago con  propiedades mágicas, muy argentino, muy patagónico. Encrespado e incomprensible, como la vida misma. Está rodeado por un bosque que nos lleva al sueño, al asombro, a un lugar que solo ven los ojos de los niños.
Había una vez una casita blanca con techo rojo. Árboles de diez mil colores unidos en formas caprichosas, que parecían protegerla, creaban un mundo muy particular. Era sencilla, y sugería una primitiva gracia y encanto. 

Había una vez una pareja. Carmen y Tomás se llamaban.  
El día que llegaron advirtieron que la luz entraba a raudales por las  ventanas  y un espectacular glaciar los espiaba ostentando su grandeza; se  abrazaron entonces y disfrutaron la maravilla que tenían ante sus ojos. 
Había una vez muchas avutardas. Jugaban a describir círculos en el horizonte, y habitaban los pastizales cercanos del lago, aunque a veces un grupo pequeño, y muy confianzudas ellas,  se acercaban. Si hasta eran capaces de invitarse a entrar a la casa.
 ¿Por qué no? Carmen y Tomás también invitaron a toda la naturaleza para participar el nacimiento de su hija Rocío. La niña sabía a flores y frutas, a inocencia… a la misma tierra. Su color de ojos se mimetizaban con los bosques de ñires y lengas en otoño. Es que,  los árboles tomaban  una gama multicolor de dorado y naranja. Pero ella había nacido en primavera donde todo reverdecía, los ceresius esparcían su característica fragancia, y el calafate que  con sus flores amarillas anunciaba la nueva estación, espiaba al otro lado de la ventana.
Y nuestra niña de ayer se convirtió en señorita…
Más allá de la incomprensión, de la vida que no siempre se queja, del  campo; la cordillera había adquirido un tono casi púrpura en la luz del anochecer. Como todos los días a esa hora, ésta pequeña familia se sentaba a la mesa para cenar junto al calor de la salamandra donde chisporroteaban los leños. 
De repente un sonido diferente. Una luz extraña se divisaba entre los árboles. Carmen y Tomás salieron corriendo en dirección a éste fenómeno. ¡Se incendiaba, el depósito!
Rocío, inquieta por la sorpresiva reacción de sus padres también salió minutos después, y vio que  el fuego saltó hacia adelante, tomó la copa de los árboles, descendió por los troncos, alcanzó las hojas del suelo, corrió con la misma velocidad que alcanza el viento a la matas formando una muralla ardiente.
_ ¡Ayudame Dios! gritó.
 En ese instante, las llamas menguaron  y una fuerte ráfaga las retiró de los árboles. Ella sintió un pájaro en su interior, que aleteaba, que quería escapar. Con ésta sensación martilleando en su pecho, y con un  pensamiento horrible se detuvo en la entrada, espió en la oscuridad e invocó a sus padres con un susurro ronco:
 _ ¡Mamá! ¡Papá! Y no tuvo respuesta…
La luna brillaba en el cielo. Con su claridad alcanzó a ver el esqueleto del galpón, y a lo lejos, en dirección contraria, su casa. Reaccionó cubriéndose la cara con sus manos, ahogando su voz en un alarido sepulcral…Una vez más los llamó, una vez más la respuesta fue el silencio…con el sonar del viento transportando el olor a humo y carne quemada... Rocío se dio cuenta entonces de la brutal desaparición de sus padres, y empezó a tambalearse en dirección al campo, donde sus pies fueron guiados por una fuerza invisible. Allí un profundo desasosiego se apoderó de ella, y rezó. Rezó mientras las lágrimas escapaban de sus ojos, el horror la invadía, la desesperación la trastornaba. Muy cerca había un bosque, y desconsolada caminó hacia allí. De noche pocos pasaban por ahí. Los lugareños narraban historias, decían que estaba encantado, que los duendes obraban su magia entre los árboles, y si alguien los sorprendía quedaba hechizado,  porque el viento le extendería sus brazos y tendría que acompañarlo por sus rutas, hasta la eternidad. De repente, sintió una fuerza extraña, y  empezó a temblar, se arrodilló sobre las hierbas, y su mente se fue…
¿Cómo interpretar el significado de su mirada?
 Su rostro había cambiado. Parecía una persona dormida con los ojos abiertos. Es que, el miedo le embargó su alma y la oscuridad, devoró su luz. También la de su casa, que quedó negada a los ojos del mundo, porque el día que la fatalidad tocó a su puerta, ella se incomunicó con el exterior e interrumpió el  contacto con la realidad. La mesa había quedado servida, la estufa con rescoldos de fuego,  y en el living, una luz que solo iluminaba un sillón, luz que tímidamente sugería ausencias…Todo siguió intacto, pero ella…se sumergió en un mundo de lobos, caperucitas, brujas, enanos y doncellas.

Joaquín

Varios años pasaron de éste tremendo suceso. El sol del ocaso volvía a pintar el cielo como aquella vez, resaltando los rosas, azules y rojos.
Esa mañana, él había llegado hasta "El Calafate" en el avión de las once, alquiló una camioneta y salió con ánimos de aventura.Poco le duró el paseo,  el vehículo tuvo una falla mecánica y  emprendió una caminata en busca de auxilio.Llegó hasta un arroyo caudaloso y transparente, tanto que se podían ver las piedras que contenían su lecho. Como el terreno era muy abrupto se arrodilló con cuidado,  juntó sus manos en nido, recogió todo el agua que pudo, y la arrojó sobre su cabeza y su rostro.  Volvió a hacer lo  mismo y la tomó. Así fue que le pareció hallarse no solo en otro espacio sino también en otro tiempo, y los recuerdos lo tomaron por sorpresa. Había nacido en la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Villa Devoto. Cuando niño jugaba a la pelota en la placita Arenales y luego se cruzaba a la biblioteca para leer a Twain,  Dumas, Verne, Spielberg…Ya egresado de la secundaria, Joaquin tuvo  la oportunidad de viajar al sur de su país, y allí,  en la inmensidad de La Patagonia , se compenetró con todas sus cosas bellas y terribles, escribió una  historia titulada “Esperanza” que trataba sobre personas singulares en una sociedad corrompida. Éste trabajo ganó un concurso, cuyo premio fue la edición de su primer libro, por lo que se dio verdaderamente cuenta que había encontrado su vocación. Volvió a radicarse en su ciudad natal,  pero se prometió volver. Él insistía que tenía una factura pendiente en aquella tierra, donde había logrado encontrarse consigo mismo. A veces pensaba que sus sueños estaban lejanos, a veces se maravillaba cuan fuerte era ante la adversidad, pero siempre escribía todo cuanto se le presentaba, porque sabía que lo que anhelaba se haría realidad. El sonar del viento lo despertó de sus recuerdos, y el agua fresca lo estimuló para encontrar un sendero. Lo siguió y descubrió que más allá los troncos se curvaban sobre su cabeza tapando la luz del sol, y a medida que  avanzaba  la vegetación se hacía más tupida. Los árboles, algunos con formas dantescas, otros imponentes, otros misteriosos porque parecía que acariciaban las rocas como formando guaridas, pero todos al fin, le salieron al paso como queriendo impedir su avance. Más no resistió su curiosidad, y siguió caminando, y no se equivocó, porque más allá los cerros cordilleranos, los ñires y las lengas se reflejaban en una majestuosa laguna. Había descubierto un lugar mágico. Hasta los pájaros se habían hecho cómplices, enmudeciendo su trinar.
Joaquin estaba agotado cuando se acostó sobre las hierbas y apoyó su cabeza en un tronco. El solo quería dormir.
 -“¡Joaquin!” –una voz muy ronca lo llamaba, mientras  surgía una sombra-
Aturdido aún bostezó, se frotó los ojos y volvió a escuchar la misma voz .
- “Tu llegada nos hizo correr”.
La sombra desapareció y desde una rama escuchó una voz muy bajita y muy pausada, diría casi somnolienta. Lentamente se fue acercando y tomándose mucha confianza se sentó en su regazo. Joaquín reaccionó y se vio rodeado por centenares de... ¿duendes?, que atentamente se habían sentado también  para escucharlo.
 - “Me llamo Nimpi. Todos los aquí presentes somos los guardianes del bosque, estamos aquí porque nos invocaste con tus fantasías, y necesitamos contarte una historia”. 
“Tiempo atrás  nosotros  no éramos grupo,  cada uno vivía en su flor, su árbol, ó en su nido de hornero”. "Pero un día escuchamos llorar un bebé, para colmo  un 21 de septiembre, fecha que tenemos mucho trabajo. ¿Sabías que nuestra magia está presente en el color de cada pétalo, en la forma de  cada hoja, y hasta en el arco iris?"
"Saltando de rama en rama algunos nos acercamos en dirección al llanto. Gringo fue el primero en llegar, luego lo hicimos  nosotros, y allí nos dimos cuenta que  la niña no tenía una canción de cuna, quizás porque su madre no conocía ninguna, entonces resolvimos ser nosotros los padrinos para ofrecerle nuestra compañía y nuestro  amor.
"Con la rapidez que nos caracteriza dimos un salto y nos encontramos todos cerquita de ella. Al vernos, sonrió de inmediato .Yo me animé a tocarle sus deditos con una rama  de retama, Merino se acomodó para dormir junto a su cabecita, Chiué lo hizo en otro rincón, y así todos nos acomodamos en  su cuna.La bebé se durmió y velamos su sueño hasta que llegó el sol, entonces trepamos nuevamente la ventana para regresar a los árboles, y todos los días volvimos para estar con ella. Gringo recitaba poesías en inglés. Mora se tomaba los restos de leche. Remolino se ocupaba de medir su crecimiento. Petro jugaba.Chihué era el cuentacuentos.Y yo le hablaba del sol, la luna y las estrellas, le explicaba, aunque era muy chiquitita que eran parte de ésta tierra, como era ella". 
 "La primavera había vuelto con una guirnalda de pájaros que desde muy temprano cantaban y cantaban. Nosotros, los seis duendes inseparables estábamos en el jardín, con Rocío que gateaba. De repente una mariposa se posó en el respaldo de una silla, entonces a la niña le llamó la atención , y se incorporó sobre sus regordetas piernas . Alzó sus bracitos como queriendo tocarla  y se encontró en un equilibrio bamboleante. Así dio su primer pasito". 
"Ese día también se detuvo frente a Chihué, le dirigió una sonrisa y le tomó la mano. Esa manecita aferrada significaba amistad. Su amistad que fue y es tan especial.Y hoy, que ya es una mujercita, solo nos tiene a nosotros. ¿Sabías que son escasas las personas que merodean éste lugar? Casi nadie puede vernos, porque nosotros somos hombrecitos que vivimos en el corazón y en la mente de algunos humanos. Pero solo en aquellos que son capaces de guardar al  niño despierto, fuente rica de fantasías e ilusiones. Recorremos  el mundo buscando nacimientos, y si nos dan un lugar en su corazón, nos quedamos en algún rinconcito de su casa, y como somos invisibles para el resto de la gente, lo acompañamos y lo cuidamos para siempre".
"Dicho esto, el guía de todo este grupo indescriptible, que habló cual líder de tribu, se alejó rápidamente igual que todos sus compañeros.Entonces volvió a tomar el curso del arroyo y de repente entre las piedras, allí muy cerquita, descubrió  una casa que parecía ansiosa de saludar a los extraños. Muy antigua, blanca con su techo rojo, y un jardín tan prolijo que  hasta las ortigas se lucían".
Y Joaquín imaginó que…“En una larga noche de invierno el viento helado mataba a los inocentes pajaritos sin guarida, helaba los tiernos brotes de las plantas y entumecía el cuerpo de un caballero que pasaba por ahí.” 
 “El caballero muerto de frío encontraba ésta casita, y tocaba a la puerta para pedir albergue. Lo atendía una viejecita muy amable, muy fea y encorvada.  Lo invitaba a refugiarse al calor del fuego que ardía en su chimenea, le brindaba algo calentito, y le ofrecía pasar la noche en su edredón de plumas. Ella, buscaría otro rincón para descansar”.
La casa que descubrió parecía una porción de su cuento. Su frente estaba  bañado  por el sol, que a esa hora se apuraba para esconderse entre los cerros,  pero había algo que lo inquietaba o no entendía, y era la parte de atrás. El  bosque era muchísimo más cerrado, era como otro mundo de formas sombrías.Quizás la hiedra que iba adueñándose de cada especie, quizás los árboles que pretendían entrar, quizás entraban cuando los habitantes salían". 
En el porche, no estaba la viejecita claro, había una joven sentada en un sillón hamaca. 
Una mujer diferente. Ella miraba hacia la nada muy erguida y toda su imagen parecía tener el silencio y la calma de aquel lugar. Vestía un largo traje negro, su cabello era rubio y estaba recogido con un moño, su rostro distinguido, aunque oculto por un sombrero. A un costado de la casa había una huerta, en ella un anciano trabajaba la tierra.  
El hombre vestía pantalones negros, una camisa blanca, y su expresión era muy seria, casi lúgubre.Joaquín fue animoso a su encuentro. El anciano lo recibió con actitud hosca y huraña, casi ignorándolo. Seguramente no quería que nadie turbe la paz de su tarde. Entonces caminó hacia ella. 
- ¡Buenas tardes! -volvió a repetir siempre de buen talante- 
Me llamo Joaquín Rivera,  se descompuso mi camioneta,  caminé y quizás demasiado, y creo que me perdí. Discúlpeme si la molesto, pero ya se está ocultando el sol… Ella,  sin salir de su letargo lo miró fijo y seria, luego movió silenciosamente la cabeza como negando, luego volvió a quedarse impávida como la había encontrado. Joaquín llevaba en su mano una flor, una flor roja que le llamó la atención. Cientos de ellas brotaban entre las rocas. Se miró. Luego miró a la jovencita encontrada en éste paraje tan extraño como fabuloso, y en un gesto amable y espontáneo decidio regalársela.
Rocío, que era la misma niña cuyos padrinos son los duendes, la misma que frente a la pérdida de sus padres negó el mundo, tomó esa flor y fue cual beso del príncipe que despertó a La Bella Durmiente del Bosque Su efecto fue un misterio para él, porque muy, pero muy despacito se fue gestando en ese aniñado rostro una sonrisa, y casi imperceptible se escuchó su voz que dijo: 
“¡Gracias!”.
 Joaquín lo ignoraba, pero la flor que había regalado se llama amancay y se la conoce como la flor del amor,
 Rocío, que lentamente iba despertando de su mutismo, iluminó su mirada, y continuó:  
- Ésta flor es el mejor regalo que podría recibir porque cuenta una leyenda, que quien la regala ofrenda su corazón. Además hoy comienza la primavera y recordando todo  lo que simboliza, te contaré otra historia.  
Había una vez una niña. El día de su nacimiento  la naturaleza fue invitada. Sus padres la llamaron Rocío, porque todos le cedieron una pizca de su esencia. Pero el viento que entró como brisa para investigar el porqué del acontecimiento, reaccionó como ráfaga, cuando notó que se habían olvidado de él, y enfureció como tempestad,  al conceder su regalo: 
“Cuando la niña cumpliera quince años, tendría que acompañarlo a volar, él sería su dueño hasta la eternidad.” 
El cielo de la Patagonia también asistió  preocupado al espectáculo de hojas y matas levantadas por las ráfagas, que produjo el viento al despedirse, pero sonrió igual que los girasoles y los lirios que habían florecido en blanco y violeta, y el jardín de la casa todo, cuando entre los ñires, apareció la dama blanca. Ella era una estrella. Un día se enamoró del lago, y se hundió en sus aguas buscando su felicidad, transformándose en ola. Desde entonces, cada vez que las aguas tiemblan encrespadas se cuenta , que ella extraña a sus hermanas, emerge como Dama Blanca, y las espía. Y fue así que en una de sus salidas  escuchó al viento y quiso atenuar su capricho… 
“La niña volvería del cruento viaje cuando alguien de corazón noble,  le entregara un mensaje de amor. Un amor puro como el de la infancia, desinteresado como el de una mascota, dulce y tierno como la luna que nos alumbra en la noche con tanta serenidad, y fuerte e incapaz de doblegarse, como el sol… “
Joaquín escuchaba atentamente, porque con el relato asomaban  las vivencias inexplicables de las últimas horas transcurridas. 
Inexplicables pero ciertas. 
Porque ese mundo asombroso, le permitió conocer a la mujer de sus sueños. 

Ellos.

Días después mientras el arco iris salía a su encuentro, las mariposas los seguían de flor en flor, y la luna los acariciaba, descubrieron que con el eco de sus pasos resonando entre las piedras, ambos habían creado su propia melodía.
Él supo que esa melodía podía contarla ese escritor que tan íntimamente guardaba,  y podía disfrutarla el hombre que  hoy comprendía que la amaba.

Ella, que le susurró aquella canción al oído, también se despertó como mujer, y desde entonces  le concedió todos sus sueños. 
Y tomados de la mano, regresaron a ese bosque mágico que los había unido, para seguir inspirando historias de amor.
Historias que comenzarán todas con un... Había una vez.


Al Ibarguren
aliciauv@yahoo.com
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