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viernes, 7 de febrero de 2014

EL ÁRBOL MÁS ALTO DEL MUNDO

Si yo fuera una escritora, escribiría  la historia de una mujer como ustedes chicas, como yo, colmada de sueños y  esperanzas.

 

Una historia con muñecas y rodillas raspadas en su niñez, con materias para rendir en marzo en su adolescencia. Con amores y desamores, con alegrías y tristezas. Con la responsabilidad que implica ser mujer en su plenitud, y en su magnífico  atardecer de la vida, la vería abrazarse al árbol más alto del mundo. Fiel compañero en esta, su historia.

 

Si yo fuera guionista, y me trajeran ésta novela, para adaptarla al cine, aceptaría el desafío.  Sin vacilar pondría manos a la obra y junto al director, trabajaría en equipo.


Si yo fuese elegida la directora de esta película, hablaría con la actriz, una y hasta cien veces para que entienda que su rol es ser ella misma, con sus virtudes y sus defectos.

 

Si yo fuera la elegida para crear la música,  convocaría a Yann Thiersen, para que me acompañe y suenen las embriagantes y mágicas melodías de Amelie.

 

Si yo fuera la productora, de este filme  seguramente luego de leer el guión diría ¡Si, acepto!

 

Entonces vamos al cine.

Yo soy una espectadora más, sentada al lado de todas ustedes  en la butacas y con una caja enorme de pochoclos caramelizados, estamos esperando el comienzo, y se apagan las luces, y aparece en la pantalla un camino desértico de ripio, con alambrados en ambos lados, y algunas matas achaparradas, y a lo lejos, la fotografía nos muestra unos  imponentes cerros, al viento jugando con las jarillas, haciéndolas rodar…y el cielo, un verdadero cielo patagónico, claro y azul.

 

Aparecen los titulares sobre el paisaje, mientras allá, a lo lejos, por ese camino recto y solitario, vemos un auto que se acerca levantando polvo y dejando una estela lejana. En un momento, por las ondulaciones de la ruta parece esfumarse, pero solo en un momento, porque cuando vuelve a aparecer, un rayo de sol, resplandece en su parabrisas. Mientras tanto, solo escuchamos al viento.

 

La toma cambia, ahora vemos la consola del auto, el camino adelante, y unas manos que toman el volante. Escuchamos el rugido del motor, y nos  invade el sonido de la voz de una nena que canta una antigua canción infantil.

 

Nos sorprende, de repente el rostro del conductor del auto mirando hacia el asiento de atrás, pero parece que nos mira a nosotros, que somos el público expectante que ya dejamos de masticar pochoclo, y de tararear esa cancioncilla que nos recuerda nuestra niñez.

¿Qué te parece si escuchamos la radio?  -dice el conductor-, que en esta película es el padre de la niñita que canta y que aún no hemos visto.

 

Vuelve a repetirse la escena del auto que avanza por el camino. A un costado,  matas de calafate, neneo, charcao…y vemos también, como se diluye el polvo que levanta la máquina en su andar.

 

Seguimos escuchando el sonido del viento, y apenas perceptible el ruido del motor, al tiempo que volvemos al interior del auto, pero desde el habitáculo, más allá, observamos ahora un cambio en el paisaje. El camino serpentea por un cerro, allí abajo se ven varias hileras de álamos protegiendo una casita que está a orillas de un riacho, y lejanos puntos oscuros que parecen ser ovejas.

La mano del conductor sintoniza la radio y el rostro de una mujer se dirige a nosotros, como si fuéramos los que estamos sentados en el asiento de atrás.

-¡Mirá lo que encontré! ¡Caramelos bañados en chocolate!

 

Y se escucha el tintinear de la música sintonizada, y se ve el camino, con innumerables curvas, y en cada curva aparece una mole de piedra cual totem  vigías, cada piedra parece ser un símbolo de protección para los antepasados que vivieron por esos lares.

 

Y el auto que avanza, y la voz de la nena que dice:

-Mami, quiero hacer pis.

-Ya. Ya llegamos Alicia -dice el padre-

Quiero hacer pis –insiste quejándose la niña-

En la radio el locutor habla del estado del tiempo.

 

Ahora la toma nos muestra un bello rostro infantil que nos señala a todas

¿Vamos allí mamá? –dice-.

 

El auto se detiene, sus puertas se abren y en simultáneo bajan todos. La madre le da la mano a la hija, buscan una mata primero, la niña se esconde, y se supone que hace pis, luego caminan en dirección donde había señalado la niña. El padre,  observa el cuadro mientras enciende un cigarrillo y recorre  el mismo sendero en dirección  donde están madre e hija, sentadas al pie de un árbol gigantesco,  y la niña sin caber en su asombro lo admira cuan ancho y alto es.

Algunas hojas caen, otras se mueven.

-¿Cómo se llama este árbol papi?

 Se llama cohihue, pero…- ¿Y si le cambiamos el nombre?

-contesta el padre, en complicidad con la mirada de la madre-

Lo llamaremos “El árbol más alto del mundo” y de ahora en más, será tuyo -afirma con alegría, mientras busca la mano de su compañera y de su hija-.

 

Todos suben al auto. La niña, se arrodilla en el asiento mirando por la luneta, vuelve a fijar la vista en el árbol, a la vez que  éste  se empequeñece por la distancia, borroneándose además, por la polvareda que provoca otro vehículo. El viaje continúa…

 

Si yo fuera la actriz de ésta película, y mi compañero fuera el director, me diría…

-Oye muñeca, la película es tuya, yo solo te filmo. Cuéntanos  alegrías, tristezas,  desencantos, proyectos. Tú eres lo que eres, hasta aquí llegaste, pero sigue.

Eres la mujer que algunas quisieran ser. Tú eres todas…

 

Es una película que comienza con estas imágenes y que recorre mi vida, la tuya, la nuestra.

 

Toma final.

Vemos un camino desértico, alambrados en ambos lados, matas achaparradas, y a lo lejos pero imponentes, cerros, el viento jugando con las jarillas haciéndolas rodar…y el cielo, un verdadero cielo patagónico, claro y azul.

Un camino desértico pero asfaltado y a un costado, un automóvil que se ha detenido.

 

(Te espío muñeca. Me escondo tras una mata para verte  caminar con tus nietas en dirección a tu árbol.

Te espío por eso te escucho cuando le contás a Catalina y a Aleia, como fue que  años atrás, conociste este lugar camino a la aventura.

Te espío, te fotografío, mientras corrés con ellas como jugando a la mancha,  alrededor de ese árbol tan tuyo, mientras las tres lo abrazan.)

 

Me diría mi compañero, el director, si yo fuera la actriz…












Al Ibarguren
aliciauv@yahoo.com.ar
http://diceelwalter.blogspot.com

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