Lunes
Papá subía al tren que lo llevaba a hacer un curso sobre material
rodante a Buenos Aires, cosas de ferroviarios, de los de antes. Yo me quedaba
mirando desde el resguardo del andén, como el tren humeante que llevaba a mi
padre se hacía chiquitito así. Junten los dedos índice y pulgar, ¿vieron?
Chiquitito así.
A los pibes de antes no se les permitía esa cosa de andar por los
andenes de la estación
mariconeando, mostrando algunas lagrimitas.
Había que hacer como si el viento te hubiese salpicado los ojos con arenilla, y
que el frío te llenaba de mocos la nariz.
Eso estaba mejor.
Y “volverse pa’ las casas” pateando tarritos.
Eso ocurría los domingos a la noche.
Adivinen cuáles son las horas más tristes de la semana.
Acertaron, las tardes noches de los domingos, y encima te recuerdan a
cada rato que “mañana es lunes, y tienes que ir a la escuela”
Después del domingo los días de la semana tienen por costumbre llamarse
lunes.
Los lunes a la mañana temprano, las señoritas maestras tenían por
costumbre pedirles a los alumnos que saquen una hoja en blanco, tintero y
lapicera pluma, para la temible prueba escrita.
Mamá, eh mami ¿porqué existen los malditos lunes?
Agosto
Mamá me despertaba y me decía que me cambie para ir a la escuela, aunque
a eso yo ya lo sabía, pensaba que mi madre me lo recordaba para ver mi cara de
fastidio. La vestimenta para salir a la cancha y enfrentar al temible agosto de Deán Funes,
consistía en camiseta, camisa, pullover,
pantalón corto, medias tres cuartos y zapatos lustrados, un buen
desayuno en un tazón grande de café con leche y pan casero con miel. Después
repasaba mi peinado con raya al costado y jopo. El jopo estaba de moda. Me
ayudaba con el guardapolvo, después me vestía con el sobretodo y finalmente la
bufanda, que me daba tres vueltas y me tapaba las orejas.
La escarcha era algo así como cientos de espejitos desparramados camino
a la escuela, y el viento frío, otra vez el viento, sacudiendo mi portafolios
de cuero marrón, que con gran esfuerzo sujetaba con mis manos enguantadas.
Niño que llega a la escuela: uno.
Frio de agosto: cero
Mamá me decía antes mis quejas por el viento que sopla en agosto, que
todavía faltaba esperar la tormenta de Santa Rosa.
Para hacer las compras, me subía a mi bicicleta y ponía la bolsa en la
parrilla. Pedaleaba hasta el almacén donde ella me decía que las cosas estaban
más baratas. El viento se ensañaba con las personas que salían a hacer las
compras después de dormir la siesta, o de comer, como yo, pororó mientras leía una y otra vez, las aventuras del "Quijote de la Mancha."
El viento te esperaba en las esquinas para
sacudirte un poco más fuerte. Hasta que te entraba tierra en los ojos.
Niño que va a hacer compras: cero
Viento de Santa Rosa: uno
Creo que no me llevaba bien con el viento que había adoptado a mi
querida ciudad, para quedarse a vivir. Pero con el paso del tiempo, lo recuerdo
con cariño.
Tempestades
La doctora Susana me mira y sus pestañas suben y bajan, se separan y se
vuelven a juntar doce veces por minuto. Apoya los codos en la mesa, cruza los
dedos y encaja su cara sobre ellos.
- Veamos, apoya una mano sobre tu pecho Ibarrechea, un poco más a la
izquierda, ahí. Ahora cuéntame que sientes.
A saber:
Amores desencajados / Intentos temerarios / Amantes nihilistas / Pasiones
desanimadas /
Cariños insulsos / Promesas prescindidas / Ausencias definitivas
/ Instigaciones fraudulentas / Sueños truncos / Entendimiento incompleto / Manifestaciones espirituales / Olvidos veloces /
Preceptos determinados /
Conceptos estancos / Celos ardientes / Fracasos violentos / Obstáculos
insuperables / Alegrías efímeras / Sensibilidad estoica / Dignidad latente / Engaños astutos / Temblores conmovedores / Dudas acertadas / Desgracias
dispuestas /
Lealtad irreverente / Errores sensoriales / Actos ilegales /
Estigmas escarmentadores /
Abandonos inmorales / Torpezas nobles / Miedos
profundos / Pérdidas irreparables / Orgullo herido / Culpas desechadas / Ideas
vulnerables / Atisbos pendencieros / Tristezas latentes / Simpatía extraviada / Amistades sospechadas / Traiciones cognitivas / Odio efervescente / Estímulos
contradictorios / Ignorancia fingida / Alertas presentes / Caridad ingeniosa /
Calmas fugaces / Separaciones traumáticas / Encuentros esperanzados / Silencios
sonoros / Licencias poéticas…
Ya basta, no sigas. Sé que no hay muros que detengan tus sueños, pero tu
corazón Ibarrechea, a esta edad, es como un barco demasiado frágil para soportar semejante
cantidad de tempestades, por este mar que atraviesas.
Me dice la doctora Susana, después de apoyar
su mano derecha sobre mi boca para que me calle.
A ver vos, que te quedaste pensando, tócate el pecho, eso es, un poco
más a la izquierda, ahí.
Ahora cuéntame que sientes, dale.
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imagen de Google dibujo: LeKibutedeveraeiken
Ganas de conocerlo y hablar sobre sus relatos. Cristina.
ResponderBorrarMis saludos y gracias, amigos por por regalarnos este entretenido texto, así como también por su comentario y visita en mi espacio. Que tengan muy felices días.
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