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viernes, 30 de agosto de 2013

IBARRECHEA: EL SEÑOR JOSÉ ANTONIO TUVO UN SUEÑO


El señor José Antonio tuvo un sueño. No lo recordaba con exactitud cuando se despertó, pero le pareció que eran como puertas que se cerraban y de puertas que se abrían. Se sintió bien descansado.  Desayunó un café fuerte, oscuro, casi sin azúcar y luego de la ducha de la clara mañana se afeitó lentamente. Eligió unos jeans, zapatillas y campera para salir. El aire frío de esa hora golpeaba su rostro, puso las manos en los bolsillos y caminó por la avenida que lo llevaba hacia el centro. 
Y se perdió entre la gente.

A esa hora, una de sus amigas acomodaba el escritorio de su oficina, repasaba papeles escritos a mano, mezclados con formularios y se dispuso a dejar su lugar de trabajo impecable. En uno de los cajones, encontró un viejo poema de su amigo el escribidor, lo leyó llena de nostalgias,  recordó aquellos momentos vividos a su lado y cobijó la esperanza de volverlo a ver. Ahora se mostraba decidida, quizás hasta de animarse a decirle lo que alguna vez calló. Buscó su número. El llamado tropezaba con una casilla de contestador automático.

Algunos manifestantes hacían sonar los redoblantes y lanzaban bombas de estruendo para hacer sentir sus reclamos. El tránsito se interrumpía y el ensordecedor tumulto originado por las arengas continuadas de los líderes que impulsaban la protesta, sumergieron al señor José Antonio en sus viejas épocas de obrero del transporte. Ése recuerdo le hizo sonreír y por ello, acompañó sin rumbo a los manifestantes por unas cuadras, hasta que recobró el camino anterior, absorto en sus expectativas.

Otra de sus amigas intentó comunicarse con él. Lo hizo desde su casa, mientras miraba televisión y que le pareció verlo por los canales que trasmitían en directo la protesta. Pero no obtuvo respuesta. Pensó en insistir más tarde, mientras encendía la computadora para mandarle un mensaje por ese medio. Quería saber si ese hombre que caminaba entre tamboriles retumbantes era él y qué diablos hacía allí. De curiosa, nada más.

El cielo empezaba a nublarse. Desde el sudeste, algunas nubes amenazaban con su presencia inquietante. Y dos horas más tarde, todo estaba cubierto. El viento que soplaba desde el sur era más intenso. Las hojas de los árboles revoloteaban por las veredas y la gente se apresuraba a guarecerse. El escenario por donde él caminaba, tenía ahora otros aromas. Volvió a su casa mojado por la intensa lluvia.

La amiga que desde su escritorio abarrotado de papeles, lo había llamado, se retiró antes de su horario habitual, llegó apresurada a su casa y resignada por haber dejado las ventanas abiertas, empezó a secar el agua que había ingresado por ellas. Después hizo la comida para esperar a sus hijos y a su nieto, que cuidaba por la tarde. Olvidó por ello el llamado de la mañana, mientras que aquel poema encontrado, ahora dormía la siesta, esperando al lado del teléfono, en su cartera.

El señor José Antonio, preparó sus valijas, acomodó en ellas su ropa, sus zapatos y sus escritos para llevar a la Editorial. Recordó que no había guardado el perfume ni los elementos de su aseo personal,  que finalmente acomodó en su maletín, a lado de los regalos para sus nietos. Su computadora permaneció apagada todo el tiempo. A cierta hora, aproximó a la puerta todo su equipaje, desconectó las llaves del gas y del agua, y cerró con llave.

Salió a despedirse de su antigua amante.
Las calles y veredas estaban mojadas. Aunque el cielo de la tarde ya no tenía nubes para mostrar, cuando ellos, en silencio, caminaban hacia el parque. Eligieron una húmeda hamaca donde ella se sentó y él la balanceaba, como parte de la magia que habían perdido. La miraba y se preguntaba que telarañas escondidas en ella no pudo romper, mientras el vaivén del columpio se desdibujaba como una antigua fotografía expuesta al sol. 

Ella, en silencio, imaginaba su vida sin él. Con el mismo silencio que se dieron el beso de despedida, y con el mismo silencio en que lo vio cruzar la calle, cuando lo vio doblar en la esquina, y cuando lo vio perderse entre la gente. Intentó llamarlo y decirle que siempre lo quiso. Al cerrar la puerta, supuso aliviada, que los adioses eran así.

Él subió al taxi después de acomodar su equipaje, y le indicó el viaje hacia la terminal de ómnibus. Ya era de noche, y el andar sobre aquel vehículo le parecía interminable, mientras miraba las luces de las vidrieras y de las ventanas de los edificios. Golpeteaba suavemente los dedos contra el vidrio de la ventanilla, mientras tarareaba una canción. De repente, sintió la llamada a su teléfono celular. Una sonrisa apacible, mansa y llena de dulzura, como un amanecer, apareció en su cara. Por el espejo retrovisor y mientras esperaba la luz del semáforo, el taxista lo miraba atentamente.

Entonces él le indicó un nuevo destino, esta vez en dirección totalmente opuesta y le pidió que se apresure en llegar.

El Chófer hizo sonar varias veces la bocina del auto, hasta que salieron unos  jóvenes perturbados por los ruidos y a quienes les dijo: “Que el hombre que venía con él y la señora que abrió la puerta de esta casa, se abrazaron cuando se vieron, y que los dos salieron corriendo por la vereda, tomados de las manos, como si fuesen unos niños, como jugando a las escondidas... Me parece que se volvieron locos.”

Supongo que las bienvenidas son así. - Dijo uno de ellos.


VELVET LOUNGE PROJECT con NIDIA ORTIZ :"Somos Amigos"


“EL SEÑOR JOSE ANTONIO TUVO UN SUEÑO” 
autor: IBARRECHEA - Copyright 2013 
 - PASEN Y VEAN – 
Tema musical: “Somos amigos"
Intérprete: VELVET LOUNGE PROJECT y NIDIA ORTIZ Gentileza YouTube -Pierre Alard-
Hasta el próximo Viernes

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