TEXTOS ESCRITOS EN LAS MADRUGADAS
Uno
DISTANCIA
Te
regalo mi mejor sonrisa
te platico, como un poeta, quisiera
para decirte, que te quiero
(te lo digo)
y varias veces, como me oyeras.
te platico, como un poeta, quisiera
para decirte, que te quiero
(te lo digo)
y varias veces, como me oyeras.
Y vos solamente sonríes,
para hacerme feliz.
Te regalo ésta y mil flores,
te canto la canción que quieras,
para alegrar todas tus estrellas
(caídas del cielo)
y al arco iris de tu cabello.
Y vos solamente sonríes,
para hacerme feliz.
Me basta tu sonrisa,
me alcanza tu voz la brisa,
de repente me quieres
(según me dices)
y es la distancia la que nos une.
Y vos solamente sonríes
para hacerme feliz.
Me aceptas pero te escondes,
me hablas pero no me oyes,
de repente me acaricias
(sin un roce)
y la vida que va y que vuelve.
Y vos solamente sonríes,
para hacerme feliz.
Dos
EL BRILLO DE TUS OJOS
Quiero
que conozcas las cosas que me emocionan.
Por ejemplo:
Recordarte caminando, corriendo, sentada, parada, acostada, trabajando, bailando, descansando, soñando, amando, saltando, riendo, pensando, llorando...
Por ejemplo:
Recordarte caminando, corriendo, sentada, parada, acostada, trabajando, bailando, descansando, soñando, amando, saltando, riendo, pensando, llorando...
Y
cuando mantienes tus largos silencios.
Tus
silencios me emocionan.
Como el brillo de tus ojos.
Algunas otras cosas que debieras conocer.
No vale que nos besemos a escondidas. No.
A la vista de todos es mucho más emocionante.
Como el brillo de tus ojos.
Algunas otras cosas que debieras conocer.
No vale que nos besemos a escondidas. No.
A la vista de todos es mucho más emocionante.
Darte
el beso de las buenas noches,
Eso es
algo que me apasiona.
A ver
si lo entiendes, es fascinante.
Y otra cosa, ya tienes alas, volemos juntos.
Por ejemplo:
Aquellos que vuelan tomados de las manos, son los que conforman la larga lista de los predestinados a llegar a ocupar un lugar en el cielo de los libres.
Y otra cosa, ya tienes alas, volemos juntos.
Por ejemplo:
Aquellos que vuelan tomados de las manos, son los que conforman la larga lista de los predestinados a llegar a ocupar un lugar en el cielo de los libres.
Entonces,
no vale volar separados. No.
Para eso y mientras tomas impulso para dar el gran salto, debes estar concentrada.
Verás que es emocionante.
Quiero también, que tengas en cuenta los siguientes detalles.
Antes de apagar la luz, revisa siempre debajo de la cama y hasta adentro de los placares.
Luego reza así:
"Ángel de la Guarda / dulce compañía / no te me separes / ni de noche / ni de día / Si te me separas / que será de mi / Ángel de la Guarda / reza también por mí.
Sino te duermes, ten a mano una canción como esta, que puedes cantar en voz baja o tapada hasta la cabeza.
"La farolera tropezó / y en la calle se cayó / y al pasar por un cuartel / se enamoró de un coronel / levanten la barrera / para que pase la farolera / de la puerta del sol / suba a una escalera / y encienda un farol / A la medianoche / me puse a contar / y todas las cuentas / me salieron mal / Que dos y dos son cuatro / cuatro y dos son seis / seis y dos son ocho / y ocho dieciséis / y ocho veinticuatro / y ocho treinta y dos./ Mi niña bonita / me arrodillo en Vos./
Para eso y mientras tomas impulso para dar el gran salto, debes estar concentrada.
Verás que es emocionante.
Quiero también, que tengas en cuenta los siguientes detalles.
Antes de apagar la luz, revisa siempre debajo de la cama y hasta adentro de los placares.
Luego reza así:
"Ángel de la Guarda / dulce compañía / no te me separes / ni de noche / ni de día / Si te me separas / que será de mi / Ángel de la Guarda / reza también por mí.
Sino te duermes, ten a mano una canción como esta, que puedes cantar en voz baja o tapada hasta la cabeza.
"La farolera tropezó / y en la calle se cayó / y al pasar por un cuartel / se enamoró de un coronel / levanten la barrera / para que pase la farolera / de la puerta del sol / suba a una escalera / y encienda un farol / A la medianoche / me puse a contar / y todas las cuentas / me salieron mal / Que dos y dos son cuatro / cuatro y dos son seis / seis y dos son ocho / y ocho dieciséis / y ocho veinticuatro / y ocho treinta y dos./ Mi niña bonita / me arrodillo en Vos./
Bueno,
sino da resultado, entonces piensa en mí.
Porque yo, al pensarte aquí conmigo, siento abrazarte, y contenerte.
A ver si lo entiendes, es alucinante.
Indescriptible, diría.
Porque yo, al pensarte aquí conmigo, siento abrazarte, y contenerte.
A ver si lo entiendes, es alucinante.
Indescriptible, diría.
Porque
son esos momentos en que mi felicidad, puede verse desde el cielo,
ó desde
el lado oscuro de la Luna.
Y hasta
un poco más allá, si te atreves.
Piensa en mí.
Que sin ataduras ni remordimientos, miro a mi alrededor procurando algunos resplandores.
Por ejemplo:
En las estrellas Pléyades y en las Antares.
En el fuego del encendedor y en la brasita de mi Marlboro.
En las luces de los semáforos y en la luz de giro de los automóviles.
En la risa escandalosa de los niños y en la defensa vehemente de los inocentes.
En los fuegos artificiales y en la luz alta de los bichitos de luz.
En aquellos abrazos y en otras luces que me emocionan.
Como el brillo de tus ojos.
Piensa en mí.
Que sin ataduras ni remordimientos, miro a mi alrededor procurando algunos resplandores.
Por ejemplo:
En las estrellas Pléyades y en las Antares.
En el fuego del encendedor y en la brasita de mi Marlboro.
En las luces de los semáforos y en la luz de giro de los automóviles.
En la risa escandalosa de los niños y en la defensa vehemente de los inocentes.
En los fuegos artificiales y en la luz alta de los bichitos de luz.
En aquellos abrazos y en otras luces que me emocionan.
Como el brillo de tus ojos.
¡El brillo de tus ojos!
Tres
Ellas me saludaban con el movimiento alegre de sus manos y una
estimulante risa soñadora que me hacía perder el apetito.
Llegaban en fastuosas alfombras voladoras guiadas por duendes perfumados, o lo hacían ellas mismas, porque habían desplegado sus alas para iniciar un vuelo intrépido, sin remordimientos ni horarios pactados de antemano.
Así eran todas cuando llegaban hasta el pie de mi cama, esa brasa cómplice que nos confundía entre el fervor y el cansancio, el insomnio y las culminaciones del alba.
A cada una de ellas la recuerdo con respeto.
Se que a su manera, me amaron.
Y que nunca podré olvidarlas.
Me miraban con sus enormes ojos encandilantes, que desnudaban mi almita caprichosa, y se iniciaba entre nosotros un largo diálogo en silencio, donde esculpíamos en el aire y piel a piel el movimiento involuntario del goce.
Llegaban en fastuosas alfombras voladoras guiadas por duendes perfumados, o lo hacían ellas mismas, porque habían desplegado sus alas para iniciar un vuelo intrépido, sin remordimientos ni horarios pactados de antemano.
Así eran todas cuando llegaban hasta el pie de mi cama, esa brasa cómplice que nos confundía entre el fervor y el cansancio, el insomnio y las culminaciones del alba.
A cada una de ellas la recuerdo con respeto.
Se que a su manera, me amaron.
Y que nunca podré olvidarlas.
Me miraban con sus enormes ojos encandilantes, que desnudaban mi almita caprichosa, y se iniciaba entre nosotros un largo diálogo en silencio, donde esculpíamos en el aire y piel a piel el movimiento involuntario del goce.
Conscientes de sabernos inocentes de cualquier culpa.
Implacables a la hora de pensar en que nada más debía
importarnos, y borrando de nuestras memorias, cualquier obligación que no fuera
aquella de… Simplemente amarnos.
Estas paredes fueron consecuentes custodias de nuestros secretos.
Más allá de los nombres de cada una de ellas, yo las reconocía no sólo por las bondades de sus cuerpos, sino por el tono de la voz, el aroma de sus perfumes impregnados en las porosidades de cada piel, por el corte único y personal de sus cabellos que las distinguían y por la destreza del paso de sus dedos por mis partes, como un temblor pasajero.
Todas tenían manos mágicas, con las cuales cortaban el aire de mi habitación.
Estas paredes fueron consecuentes custodias de nuestros secretos.
Más allá de los nombres de cada una de ellas, yo las reconocía no sólo por las bondades de sus cuerpos, sino por el tono de la voz, el aroma de sus perfumes impregnados en las porosidades de cada piel, por el corte único y personal de sus cabellos que las distinguían y por la destreza del paso de sus dedos por mis partes, como un temblor pasajero.
Todas tenían manos mágicas, con las cuales cortaban el aire de mi habitación.
Aún en la oscuridad de las noches profundas, o en la incipiente
luminosidad del alba.
Tenían manos mágicas, que se deslizaban con cierta candidez y
fragilidad por las paredes, o por los muebles de la casa y por la piel mojada,
bajo la ducha reparadora.
Tenían manos mágicas que se hundían en las almohadas y arrugaban las sábanas con tremulaciones indisimuladas.
Por eso, cuando ellas venían, mi casa se llenaba de amor, y en cada paso que daban, un contínuo trinar de pájaros, parecían acompañarlas.
Entonces yo les escribía poemas.
Uno a cada una, sin nombrarlas.
Tenían manos mágicas que se hundían en las almohadas y arrugaban las sábanas con tremulaciones indisimuladas.
Por eso, cuando ellas venían, mi casa se llenaba de amor, y en cada paso que daban, un contínuo trinar de pájaros, parecían acompañarlas.
Entonces yo les escribía poemas.
Uno a cada una, sin nombrarlas.
Los escribía en las paredes, en los vidrios, en los espejos humedecidos, en las maderas, en las telas, en el papel... A cualquier hora, tropezándome en el desorden de nuestras ropas esparcidas por el piso… Escribía agradecido.
Yo siempre las esperaba, anhelaba sus regresos.
Aún a sabiendas que algunas de ellas, sólo podían visitarme de vez en cuando.
Que otras aparecían de repente, y que otras volvían confundidas.
O todas juntas a la vez.
Yo siempre las esperaba.
Y hasta a veces, viajaba a verlas.
Viajaba de noche, bajo el luminoso reguero de estrellas y con la complicidad de la luna acompañándome y señalándome el camino.
Viajaba de día, con miles de mariposas alborotadoras que se arrojaban en mi travesía insistente, llena de un ansia que aturdía mis pensamientos obsecados en desahogar mis infortunios y pasiones escondidas.
Las recuerdo a todas...
Las recuerdo en sus desnudeces.
Las recuerdo mordiéndose los labios con agradable ternura.
Las recuerdo arreglándose con natural delicadeza frente al espejo.
Las recuerdo acomodándose sus vestidos con esmero.
Las recuerdo calzándose en un ritual por demás estupendo.
Pero lentamente.
Yo siempre las esperaba.
Y hasta a veces, viajaba a verlas.
Viajaba de noche, bajo el luminoso reguero de estrellas y con la complicidad de la luna acompañándome y señalándome el camino.
Viajaba de día, con miles de mariposas alborotadoras que se arrojaban en mi travesía insistente, llena de un ansia que aturdía mis pensamientos obsecados en desahogar mis infortunios y pasiones escondidas.
Las recuerdo a todas...
Las recuerdo en sus desnudeces.
Las recuerdo mordiéndose los labios con agradable ternura.
Las recuerdo arreglándose con natural delicadeza frente al espejo.
Las recuerdo acomodándose sus vestidos con esmero.
Las recuerdo calzándose en un ritual por demás estupendo.
Pero lentamente.
Todas ellas se fueron despidiendo de mí.
Agradecidas, y yo también.
Lo hicieron con un fuerte apretón de manos.
De esos que se dan las personas que no se quieren olvidar.
Lo hicieron con un fuerte y caluroso abrazo.
De esos que se dan las personas que no se van a olvidar.
Lo hicieron con un beso.
Con un beso enorme.
De esos que se dan los amantes en las promesas de no olvidarse nunca jamás.
Y sin saberlo, me fueron abandonando a mi pertinaz soledad.
Lo hicieron con un fuerte apretón de manos.
De esos que se dan las personas que no se quieren olvidar.
Lo hicieron con un fuerte y caluroso abrazo.
De esos que se dan las personas que no se van a olvidar.
Lo hicieron con un beso.
Con un beso enorme.
De esos que se dan los amantes en las promesas de no olvidarse nunca jamás.
Y sin saberlo, me fueron abandonando a mi pertinaz soledad.
Cuatro
SOLEMNE
En las
formas de cada una de las flores,
te veo.
En sus aromas, exquisitos y persistentes,
te siento.
En la inmensa variedad de sus colores,
me envuelves.
Y quedo atrapado, sin moverme, admirándote.
Cuando me hablas.
Cuando me besas.
Cuando me tocas.
Cuando te mueves.
En las inquietas formas de cada una de las nubes,
te veo.
En la lluvia que cae alegre y me moja,
te siento.
En el remolino de viento y agua, donde subes,
me envuelves.
Y quedo atrapado, sin moverme, admirándote.
Cuando te bañas.
Cuando te secas.
Cuando te vistes.
Cuando me peinas.
En cada uno de nuestros desordenados movimientos,
me ves.
En la íntima solemnidad de cada acto,
me sientes.
En los alocados pensamientos del momento,
te envuelvo.
Y quedas atrapada, sin moverte, extasiada.
Cuando quedas extenuada.
Cuando apagas tus ojos verdes.
Cuando te duermes.
Cuando amanece.
te veo.
En sus aromas, exquisitos y persistentes,
te siento.
En la inmensa variedad de sus colores,
me envuelves.
Y quedo atrapado, sin moverme, admirándote.
Cuando me hablas.
Cuando me besas.
Cuando me tocas.
Cuando te mueves.
En las inquietas formas de cada una de las nubes,
te veo.
En la lluvia que cae alegre y me moja,
te siento.
En el remolino de viento y agua, donde subes,
me envuelves.
Y quedo atrapado, sin moverme, admirándote.
Cuando te bañas.
Cuando te secas.
Cuando te vistes.
Cuando me peinas.
En cada uno de nuestros desordenados movimientos,
me ves.
En la íntima solemnidad de cada acto,
me sientes.
En los alocados pensamientos del momento,
te envuelvo.
Y quedas atrapada, sin moverte, extasiada.
Cuando quedas extenuada.
Cuando apagas tus ojos verdes.
Cuando te duermes.
Cuando amanece.
Cinco
EL CUCO QUE TE ASUSTABA A VOS TAMBIÉN
Crees que todavía eres un
bebé, Pibe.
Pero dejas de gatear, apoyándote en una silla, haces fuerza y te pones de pie, apuntas a la bolsa de residuos que está al lado de la mesada de la cocina y de un escupitajo lanzas el chupete que se mezcla con los residuos.
Ya diste el primer paso para convertirte en un hombre.
Pero dejas de gatear, apoyándote en una silla, haces fuerza y te pones de pie, apuntas a la bolsa de residuos que está al lado de la mesada de la cocina y de un escupitajo lanzas el chupete que se mezcla con los residuos.
Ya diste el primer paso para convertirte en un hombre.
Crees que todavía eres un niño, Pibe.
Pero tu compañerita de asiento en el aula de la escuela, te convida un chupetín con sabor a naranja, la miras y le sonríes, pides dos bolsas de tela arpillera a la celadora y juegan a la carrera de embolsados, hasta que tropiezan y caen, bajo el cielo azul de los recreos.
Diste otro paso para convertirte en un hombre.
Crees que eres un adolescente rebelde, Pibe.
Pero te convidan un cigarrillo, de los Particulares verdes, aspiras el humo, intentas arrojarlo por la nariz roja por el frío del invierno y toses ahogado, entonces lo intentas nuevamente hasta que te sale bien y haces circulitos en el aire. Lo lograste, ya nadie se burlará por tus intentos fallidos.
Diste otro paso más, para convertirte en un hombre.
Dicen las amigas de tu mejor amiga que ustedes son novios. Pibe.
Pero te tiritan los pies cuando la ayudas a desvestirse y ella a vos también, y se miran, y se tocan, entonces se acuestan, le hablas, te habla, bates records, se vuelven a vestir, cada uno por su lado, así dos veces, tres veces, varias veces, en muchas tardes y en muchas noches en que las balas no te rozan y te ves grande y responsable. Y ella a vos también.
Sigues avanzando en la dirección correcta, hombre.
Te has casado, Pibe.
Pero no sabes el porqué y tu niño te estira los brazos, lo levantas y giras sobre tus pies, y él se ríe a carcajadas mientras ve que todo gira a su alrededor y cuando lo pones en el piso, él camina como un gaucho resero, y va hinchiendo el pecho, se acerca a la bolsa de residuos y allí emboca el chupete para siempre. Eres feliz.
Parece que sigues avanzando en la dirección correcta, hombre.
Por sorteo, los regalos de Navidad serán entregados en la casa de tus padres, Pibe.
Pero los festejos de año nuevo serán en la casa de tus suegros, tus niños saltan de la alegría y vos también, y llegas en la Nochebuena con un disco de cumbias de los Wawancó para tu mamá, un libro de Jean Paul Sartre, premio Nobel de literatura en mil novecientos sesenta y cuatro, y una pipa de raíz de rosa marca Crisol para tu papá.
Crees que eres todo un hombre.
Tus hijos te hacen abuelo, Pibe.
Pero vos, vos ya vives solo, contando las estrellas por las noches, empapándote bajo la lluvia, secando tus arrugas bajo el sol, transpirando sudor en el gimnasio, almorzando al paso, y cenando en restaurantes de tu ciudad. Acudiendo al llamado de las damas que no quieren dormir sola, porque dicen que el cuco de la soledad solitaria las asusta así.
Entonces eres el enmascarado que no se rinde.
Aprendiste como son ellas, Pibe.
Pero ellas te llaman o te vienen a visitar y les demuestras que el cuco que te asustaba a vos también, abajo de la cama ya no está, adentro de los placares tampoco, y les hablas que vos ya tienes por sabido eso de que la razón no se lleva bien con el corazón, y que es mejor razonar que corazonar y que es mejor escribir los recuerdos en un blanco papel, para luego hacerlos un bollito bien redondito y arrojarlo en la bolsa de los residuos o en la hoguera de San Juan.
Eres un hombre maduro en el camino que elegiste.
Cocinado a fuego lento, Pibe.
Pero en el horno de la calle, que es la cocina de la vida misma.
Hasta que te sacan "crocante y sabroso" como una de tus amigas te dijo.
Entonces vos sonríes y ríes, y tus carcajadas se escuchan en todo el edificio.
Porque te hiciste amigo de vos, porque te sabes el centro del universo.
Y todo, todo ahora, gira a tu alrededor.
Adiós soledad.
Dices, mientras vives solo.
Seis
DE ESO SE TRATA
Si no sabés lo que hay / en
una cartera de mujer /
cuando la abras, quedarás sorprendido.
Si no sabés el sabor de sus lágrimas / cuando caen por sus mejillas /
y dejas que se hagan llanto y el llanto se haga un rio.
Si no sentís el ruido del roce contínuo / del nylon de sus medias /
cuando va en tu mismo camino.
Si no sentís el latir intenso / de su corazón herido /
por un abandono repentino.
Si no creés lo que te dice / entre murmullos apagados /
y suavemente, al oído.
Si no creés lo que ves / cuando se desviste lentamente /
llamándote, cariño.
Si no podés transformar / tanto pasado incierto /
en un futuro de alivio.
Si no podés llenar ése vaso roto / por sus tremendos labios rojos /
con besos suaves y tibios.
Si no advertís el peligro / que implica mirarla a sus ojos /
y no guardas el equilibrio.
Si no advertís que has perdido / por mirar sus curvas, enloquecido /
el control de tus sentidos.
Si no caés herido por el estallido / que produce al desprenderse /
el bretel de su corpiño.
Si no caés en la cuenta / que por un momento a su lado /
has perdido el dominio de la situación.
Es que no sabes nada, te digo / de proceder como se debe, ante una dama /
De eso se trata, amigo mío, ésta conversación.
cuando la abras, quedarás sorprendido.
Si no sabés el sabor de sus lágrimas / cuando caen por sus mejillas /
y dejas que se hagan llanto y el llanto se haga un rio.
Si no sentís el ruido del roce contínuo / del nylon de sus medias /
cuando va en tu mismo camino.
Si no sentís el latir intenso / de su corazón herido /
por un abandono repentino.
Si no creés lo que te dice / entre murmullos apagados /
y suavemente, al oído.
Si no creés lo que ves / cuando se desviste lentamente /
llamándote, cariño.
Si no podés transformar / tanto pasado incierto /
en un futuro de alivio.
Si no podés llenar ése vaso roto / por sus tremendos labios rojos /
con besos suaves y tibios.
Si no advertís el peligro / que implica mirarla a sus ojos /
y no guardas el equilibrio.
Si no advertís que has perdido / por mirar sus curvas, enloquecido /
el control de tus sentidos.
Si no caés herido por el estallido / que produce al desprenderse /
el bretel de su corpiño.
Si no caés en la cuenta / que por un momento a su lado /
has perdido el dominio de la situación.
Es que no sabes nada, te digo / de proceder como se debe, ante una dama /
De eso se trata, amigo mío, ésta conversación.
Siete
EL EMBOTELLADOR DE SUEÑOS
A veces sueño.
Y a cada sueño lo
embotello en un frasquito.
Por la mañana, tapo los frasquitos con un corchito.
A los frasquitos los guardo en la biblioteca.
La biblioteca está encima y a los costados de la mesa del escritorio.
Sobre el escritorio una compu.
Abajo al costado, derrotada, exhausta y en trámites de jubilación, descansa una Olivetti.
Sin destapar ningún frasquito que me cuente nada, miro por la ventana hacia el cielo.
El que no ve nada en el cielo, es porque no tiene alma de escritor.
Algunas nubes tienen formas de dragones.
Otra, de una princesa asustada que mira desconcertada a los dragones.
Y más allá, otra nube se parece a un castillo.Entonces desenfundo mi lapicera y concurro en defensa de la desprotegida princesa.
Los dragones, sorprendidos por mi arrogancia, huyen entre rayos y centellas.
La princesa, agradecida, me dice que no la deje sola.
Por la mañana, tapo los frasquitos con un corchito.
A los frasquitos los guardo en la biblioteca.
La biblioteca está encima y a los costados de la mesa del escritorio.
Sobre el escritorio una compu.
Abajo al costado, derrotada, exhausta y en trámites de jubilación, descansa una Olivetti.
Sin destapar ningún frasquito que me cuente nada, miro por la ventana hacia el cielo.
El que no ve nada en el cielo, es porque no tiene alma de escritor.
Algunas nubes tienen formas de dragones.
Otra, de una princesa asustada que mira desconcertada a los dragones.
Y más allá, otra nube se parece a un castillo.Entonces desenfundo mi lapicera y concurro en defensa de la desprotegida princesa.
Los dragones, sorprendidos por mi arrogancia, huyen entre rayos y centellas.
La princesa, agradecida, me dice que no la deje sola.
No esta noche,
Caballero.
El que no ve nada en el mar, es porque no tiene alma de escritor.
Algunas olas tienen forma de piratas.
Otra, de una sirena asustada que mira desconcertada a los piratas.
Y más allá, otra ola se parece a un barco.
Entonces desenfundo mi lapicera y concurro en defensa de la desprotegida sirena.
Los piratas, sorprendidos por mi valentía, huyen entre los oleajes espumosos.
La sirena, agradecida, me dice que no la deje sola.
No esta noche, Bucanero.
Por eso escribo nena, para que me pidas que no te suelte la mano, no esta noche.
En algunos frasquitos tengo sueñitos locos.
"Todos mis hijos me llaman para preguntarme en qué lugar del mundo estoy escribiendo.
El celular pierde la señal en el medio del mar.
Entonces me siento en la balsa, les escribo una carta.
Y arrojo la botella en el océano."
"El señor que arregla máquinas de escribir, se pone los anteojos.
Examina la Olivetti.
Me mira con sus ojos tiernos y cansados.
Yo entiendo y cubro mi máquina con una sábana. Adiós y gracias."
En algunos frasquitos tengo sueñitos relocos.
"Algunos de mis personajes me reclaman más protagonismo, me paran en la calle y me lo dicen.
Otros esperan para salir a escena.
Los lugares que recorro me hablan al oído."
Pero el mejor de todos y que se repite en todos los frasquitos de este embotellador de sueños.
Es aquel en el que tú me dices. Después de la ducha juntos. Después de volver a acostarnos.
"Que no te suelte las manos.
Por eso escribo nena, para que me pidas que no te suelte la mano, no esta noche.
En algunos frasquitos tengo sueñitos locos.
"Todos mis hijos me llaman para preguntarme en qué lugar del mundo estoy escribiendo.
El celular pierde la señal en el medio del mar.
Entonces me siento en la balsa, les escribo una carta.
Y arrojo la botella en el océano."
"El señor que arregla máquinas de escribir, se pone los anteojos.
Examina la Olivetti.
Me mira con sus ojos tiernos y cansados.
Yo entiendo y cubro mi máquina con una sábana. Adiós y gracias."
En algunos frasquitos tengo sueñitos relocos.
"Algunos de mis personajes me reclaman más protagonismo, me paran en la calle y me lo dicen.
Otros esperan para salir a escena.
Los lugares que recorro me hablan al oído."
Pero el mejor de todos y que se repite en todos los frasquitos de este embotellador de sueños.
Es aquel en el que tú me dices. Después de la ducha juntos. Después de volver a acostarnos.
"Que no te suelte las manos.
No esta noche, amor.
No esta noche."
Por eso escribo.
Por eso escribo.
Gracias.
“IBARRECHEA EN PIJAMAS, TEXTOS ESCRITOS EN LAS
MADRUGADAS”
El autor de estos textos seleccionados
para PASEN Y VEAN es:
José Antonio Ibarrechea
Copyright 2001/2002/2004/2012