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viernes, 14 de junio de 2013

NOCHES DE RADIO

"El Galera" ocupaba el sillón del operador y desde allí pronunciaba su programa de radio, los llamaba a todos de "caras"
- Oi, cara escuta agora issto!!!!
Y se mandaba un sertanejo de aquellos.
Cuando yo entraba, El Galera, se quitaba los auriculares, se ponía de pié y me daba la mano franca de los muchachos de Brasil para decirme: ¡Benvindo meu amigo gringo!
- ¿Tudo bem?
- ¡Tudo bem Galera!

El Galera les anunciaba a los oyentes mi llegada, les decía que también había llegado la hora de su despedida, los saludaba a los gritos, con mucha locura, con mucha alegría. Les decía que ahora venía el momento de la noche en que se escucharía música "exquisita" y que todos tenían que prestar atención a lo que yo hablaba " ele fala um portuguéis ruim" y se reía mientras lanzaba su última frase: Galera tá indo embora!

Cuando comenzaba mi programa yo no me sentaba frente a la consola, sino en la mesa de los locutores y presentadores. No atendía el teléfono, esa era tarea del operador Mauricio, que llegaba conmigo y seleccionaba los temas musicales de acuerdo al orden que le pedía.

Mauricio y yo nos entendíamos por señas, o hablábamos en "off." 
Al frente de la consola y las mesas, había una especie de platea con tres filas de tres asientos cada una. Algunas personas llegaban a las once de la noche para verme y escucharme en vivo, por mera curiosidad. Se sentaban en silencio, algunos salían a fumar, después volvían en silencio y seguían observándonos, algunas damas dejaban descuidadamente, el número de sus teléfonos, o pedían canciones argentinas.

Ah! Noches de radio...

En Portugués yo saludaba así: "Boas noites seoras e seores meu nome é Vaúlter, eu sou argentino de nascimento, mais, brasilero de coraçao, é este meu programe,  chama - se ...Alêm da meia noite."  Mauricio lanzaba al aire la presentación de la emisora ya grabada y largaba el primer tema seleccionado, luego yo hablaba y todos me prestaban atención, les contaba algunas leyendas, algunas fábulas, partes de mi vida, de la misma forma que aquí las escribo.

Una noche dije, "mira papá, mira mamá, miren  por dónde anda este hijo, ustedes que merodean por el cielo, y que no me dejan solo." Recuerdo que fue la noche en que más llamadas atendió Mauricio y en la que más gente llegó luego al local de la radio, todos me daban la mano y algunos abrazos emocionados al salir.

Recuerdo haberles contado "mi cuento del encontrador de las cosas perdidas." Como en un largo susurro entre personas que confiesan sus anhelos, sus miserias. Creo que en aquella oportunidad, dejé un mensaje. Yo Hablaba despacio y la música de fondo era de Melibea.

"Ele desceú àgilmente do carro e veio saltando as pedras, seus olhos brilhavam de alegría... Él descendió rápidamente del auto y vino saltando por las piedras, sus ojos brillaban de alegría. Todos lo miramos asombrados cuando cayó de rodillas, ensangrentado y alcanzó a estirar la mano para mostrarnos un objeto pequeño, metálico, severo y mortal.

Yo recuerdo la extraña casa del encontrador de las cosas perdidas, estaba en la calle de los sueños, a escasa distancia de la esquina azul, era pequeña, y a la simple vista de todos nosotros, pero al abrir la puerta, ingresábamos a un mundo mágico. Un universo de pasillos estantes, cajones, objetos que sudaban historias, leyendas, cuentos... Y allá al fondo se sentaba él, apacible y bondadoso, anotando por costumbre las cosas perdidas, y quizás las que próximamente se perderían, para salir a buscarlas.

Tenía objetos rarísimos, como la máquina de mezclar letras, el tubo para medir los movimientos de la tierra, el juego de cartas invisible, el frasco llenos de pesadillas de una   bruja conocida, y un teléfono para aquellos viajeros del espacio que naveguen perdidos.
Afirmaba que había encontrado algunos y a otros los fue heredando de padre y de abuelo. 

Pero era maravilloso saber que a veces, la gente confundida, le solicitaba los ojales perdidos y no los botones, entonces él, con absoluta calma, les indicaba el pasillo, la estantería, el nivel y el lugar donde estaban los objetos encontrados, catalogados y guardados. Yo recuerdo haber estado media mañana procurando una palabra para mi poema de amor, hasta que él se acercó y me dijo que buscara en el lote de libros número cinco, sector S, allí, en una hoja suelta, estaba escrita la palabra "perquirio."  
- Has encontrado tu poema, escribidor.

Pero hubo un caso que me llamó la atención, una señora entró arrogante y sin mediar palabra le preguntó si sabía algo del amor, él le respondió - ¿el suyo o el mío? - Claro que del mío, por supuesto - dijo ella, con elocuente suspicacia - Usted no lo valoró y ya se fue, pero para su consuelo, hay una lista de fotos y nombres por abecedario en el sector cuatro, estante seis, lote veinte, son amores vencidos, que solo le dejarán algunas cicatrices más... Con la delicadeza, de que le pintarán castillos en el cielo, antes.
Recuerdo que me volví a preguntarle si se trataba del famoso Club de los corazones rotos. Me contestó que no, que los de allí eran unos simples malandras, vividores y prostitutas, pero que entre ellos se entendían. Me dijo eso, mientras hacía una extraña seña con la mano. En realidad, lo que ella ha perdido es la oportunidad de redimirse ante el amor -me dijo-.

Hablábamos mientras caminábamos por el laberinto de pasillos. 

Luego entró una niña que le preguntó por un sueño y él le alcanzó un frasquito de vidrio marrón -primero debes dormirte, y recién ahí abres el frasco, sueña, sueña, comparte el sueño y antes de despertarte debes cerrarlo para que no se te escape y para que se te haga realidad, le decía-. 
- ¿Y como es que haré eso si estaré dormida? 
- Si dejas el frasquito en tu almohada verás que se puede, -le dijo paternalmente.- 

Todo lo encontraba, medias izquierdas, tapas para libros, aromas para perfumes, verdes para plantas, manos para guantes, sonrisas para labios, gusanos para carnada, números para días, días para las semanas, semanas para almanaques vacíos, mantas poncho para soldados apostados en la niebla, lagartijas verdes para huecos enmohecidos y hasta una lupa gigante con parlantes, para hablar con las hormigas.

Dios, se reserva el lugar para guardar las otras cosas que perdemos, como la dignidad por una ambición, y allí Dios y nosotros los mortales, sabemos que la moneda de cambio es la mentira -decía-. 

Cuando él descendío rápidamente del auto y vino saltando por las piedras, sus ojos brillaban de alegría, cayó de rodillas y nos mostraba la bala perdida,  aquella que desde que, se le escapó a un policía, a todos nos tenía preocupados. Y que por eso las ventanas y las puertas las teníamos constantemente cerradas, nos alcanzó a decir que le había entrado por la nuca, que siguió su recorrido por la garganta y salió cerca de su hígado. 
- "Estaba exhausta de tanto dar vueltas esta bala asesina, que hacía meses andaba volando, ¡Al fin la encontré amigos! "
Dijo eso y murió.

 - Oi, Mauricio pergunta pra ele:  ¿Tu tá querendo fazé bagunça na minho coraçâo, gringó?
- Deixa tranquila prá mim. Vou procurá falá com ele agora mesmo. 


Ibarrechea em FM Plenitude 98.1  "Alêm da meia noite"

Hubo otra noche en que la música seleccionada era todo chillout, una selección de la famosa colección de "Café del Mar" toda lenta, suave, melódica, electrónica y relaté esta otra historia: 


"Omte, da noite, tive um soño...  Ayer, por la noche tuve un sueño, soñé que era pequeño, que tendría once o doce años, que caminaba hasta el pequeño parque de diversiones que había llegado a mi pueblo, que era tarde, casi anochecía y yo contaba las monedas inquietas en mis bolsillos, para pagarme la entrada a algunos juegos. Entonces yo la vi. Yo la vi entre la gente, mezclándose para llegar hasta la entrada de la calesita toda iluminada. Ella tenía un vestido color rosa y sus cabellos largos parecían iluminados. Yo traté de alcanzarla. Era Adriana, mi compañera de sexto grado "A". Ella subió a la calesita antes que yo, y ésta comenzó a girar y el hombre de la sortija se hacía el distraído para que nadie le gane una vuelta más gratis, todos los niños estiraban la mano cuando pasaban cerca de él, yo veía aquella imagen desde la larga fila de la gente que esperaba. A veces ella se paseaba en un auto color azul, en la otra vuelta, se trepaba a un caballo blanco, y cuando volvía a pasar, estaba montada sobre un león que tenía fuertes garras que parecían rascar espaldas de gigantes. Desde arriba de aquel monstruo, tomó la sortija y se ganó una vuelta gratis. Al final, todos bajaron menos ella que levantaba la sortija con aire triunfante. Esa vez, tampoco pude subir, pero quedé primero en la fila. A un paso, con mi entrada en la mano. Nuevamente la calesita iluminada comenzó a girar y ella se subió a un avión de color amarillo. Fue allí cuando me vio y levantó las manos para saludarme.
- ¡Espérame aquí! - le grité - ¡Saco una entrada más para que demos otra vuelta juntos!
Ella parecía sonreír, cuando la calesita se puso en movimiento. Corrí hasta la boletería, compré otro boleto y volví corriendo a reclamar mi primer lugar.
La calesita giraba y ella ya no estaba.
La calesita giraba y el avión amarillo tampoco estaba.
De las garras del león alado, colgaba una cinta rosa.
El señor que accionaba la máquina, parecía buscar la sortija por el piso. 
Y Nadie más, pero nadie más, se había dado cuenta.
Arriba en el cielo, se alejaba un pequeño avión amarillo."

- Aló Mauricio! ¿Cómo é que foi?
- Fiquei quase tudo tempo falando com o seu gringo, mais ele ainda náo...
- Tu vai á merda, Mauricio!

Después de aquella hora con pautas publicitarias que eran mi sustento, con música "exquisita" viajando por el aire, y con una oleada de buenas intenciones, saludaba diciéndoles a todos que tengan  muy buenas noches, que tengan un buen descanso, y que esperaba haber sido digno de todos ellos, mis oyentes.

Después me subía al auto y volvía a Itapeva, pensando en mi próximo programa.

Algunas casas apagaban sus luces, algunos perros se echaban a dormir en las casetas de los jardines, algunos semáforos titilaban en amarillo. Las lagartijas nocturnas trepaban por las paredes de madera en busca de polillas. 

Es probable que algunos sueños entraran por las ventanas de los dormitorios, quizás también, algunas madres amamantaran a sus pequeños bebés, olhando lá, fora.
Allá, bajo la autopista BR-101, los policías hacían sus relevos en los controles rutinarios. 

Y yo, yo encendía un Marlboro, miraba hacia las estrellas y me daba cuenta que mi pequeño universo consistía en alcanzar mis sueños. 
"Mirá papá, mirá mamá. Ustedes que me tapaban mientras yo dormía abrazado a mi pelota de fútbol Sportlandia."

Por allá, recuerdo, la brisa que llegaba desde el mar era fresca, y te secaba algunas lágrimas, las cristalizaba y éstas caían rectas a la tierra colorada. Al otro día, en ése mismo lugar, crecían flores silvestres. 

En la estación de servicio de Três Cachoeiras, una moza salió a atenderme.
- Aló sinhó gringo Vaúlter, hoje gostei de seu programe, ¿Gostaría de un cafecinho? 
- Acho que sim, meu bem.
- Se senta cá, e todo de graça, fique a vontade.

Gracias por tu café, Lucianne.
Inolvidable.

Ibarrechea
diceelwalter@gmail.com

MELIBEA- Antología, Café del mar



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