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viernes, 28 de junio de 2013

EL LADO MÁGICO DEL ALMA


El señor José Antonio parecía haber envejecido varios años, desde que se propuso experimentar con viejas y nuevas fórmulas fantásticas, con  las cuales quería encontrar, el lado mágico del alma.

Así de sencillo, era su obstinamiento.

Empleó, para lograr aquel objetivo, distintos mecanismos conseguidos en un viejo laboratorio de un viejo amigo alquimista devenido en triste descrédito, que se los facilitó en préstamo. 
Una mesa de trabajo, quemadores, diversos tubos de ensayo, balanzas, aparatos de medición, alambiques y todo aquel artilugio necesario para alquitarar sus artificios.

Pero no se detuvo en eso. 
Él sabía íntimamente, que para encontrar aquel esquivo lado mágico del alma, también precisaría de una buena porción de suerte, de contar con toda su intuición heredada por linaje familiar, y de la inestimable ayuda ofrecida a través de distintos manosantas, brujos con sus embrujos, macumbas varias, velas de colores, aceites sulfurosos y porqué no, practicar ritos paganos relativos a las almas, como así también acudir a los divagues mentales de algún gurú.

El señor José Antonio, pretendía entonces, excederse claramente a las leyes de la naturaleza, y terminó recluyéndose en su departamento, donde construyó el laboratorio en un pequeño espacio frente a su dormitorio, midiendo éste tres pasos en dirección a la cocina, partiendo desde la puerta del balcón, por otros tres pasos, a partir de la pared lindera con el vecino. 
Allí instaló una lucerna sobre los elementos para mantenerlos bien iluminados, y mediante la puerta entreabierta, obtenía una buena ventilación.

Casi no dormía, alucinaba con los sincretismos entre dioses y fórmulas de pócimas. Meditaba en silencio la composición de los ingredientes de las esencias empleadas, y la combinación de sus partes constitutivas.
Preconcebía con cierto criterio sus logros y su aplicación, por ejemplo, vertiendo una gota en una pequeña taza de café humeante, y se predisponía a sobrellevar los efectos resultantes posteriores.

El señor José Antonio nunca abandonó sus oraciones nocturnas. 
Recoleto y temeroso, se encomendaba a los designios del Señor, a quién le pedía fervorosamente, que calme el incipiente temblor de sus manos, al emprender semejante empresa, y que ésta le resulta venturosa,  Éso es lo que le pedía.

Estuvo días y noches enteras estudiando, experimentando y llevando un minucioso registro de los progresos alcanzados. Así, abocado por completo y deseoso de poder concentrar en un pequeño frasco el producto de sus vigilias, observaba que sus mezclas evaporaban pigmentando colores, e incorporando aromas, hasta que finalmente, logró un consistente equilibrio que consideraba ,el justo y necesario para su propósito.

Hasta que un día, extenuado y lánguido por sus esfuerzos, aseguró haber encontrado el método para llegar a la poción que ingresaría en aquella sustancia espiritual e inmortal llamada alma y que ésta poseyera definitivamente... Magia. 
La magia suficiente para que cuando amemos, lo hagamos sinceramente, con vuelo, con alas, con imaginación.
Alucinantemente.
Embriagantemente.
Fascinantemente.
O sea, algo maravilloso, algo estupendo.

Cuando el señor Ibarrechea extrajo, almacenó y etiquetó la poción siguiendo las instrucciones enunciadas en los distintos manuales pertinentes, comenzó a desarmar el laboratorio, embalando todo en cajas, con calma y ordenadamente para su devolución.

Finalmente, se dispuso a descansar.

Aún sin saber si aquel invento, 
sería eficaz para aplicarlo en cierta dama.

Y pensando en ella, se quedó dormido.

Envuelto con todas sus dudas.
Con todas sus dudas.

diceelwalter@gmail.com
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5 comentarios:

  1. Querido amigo escritor, veo que tu blog está mucho más lindo, que estás largando capítulos de tu nuevo libro con tu compañera de escritos, y que ahora encontré la música que a vos te gusta también. Seguí así, Walter y a mi no me asusta tomar un café con gotitas para el alma. Cuando quieras. Te mando un beso y ya se como mandar comentarios. Gracias sos un poeta. Susy.

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  2. Al fin puedo escribirte, siempre me gusta leerte, gracias por tus fantasías, me emocionan mucho. Adriana

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  3. sería bueno saber si ha funcionado, ¿vió?

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