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viernes, 25 de enero de 2013

LA CASA DE CITAS DE LAS CHICAS SOLIDARIAS


El tren pagador del ferrocarril Belgrano, llegaba puntual, entonces él y todos los demás que esperaban cobrar el sueldo, se amontonaban en la estación con el murmullo habitual de las largas colas de espera.

Yo lo sabía porque una vez lo acompañé, y vi pasar varios trenes más.

Me pagaba una Bidú cola, o una Crush por semejante atención, y a veces, por acompañarlo a dar unas vueltas por el centro de mi pueblo, me ganaba un helado de pistacho, mientras él leía el diario sentado en un banco de la plaza.

Recuerdo que llamaba a los mozos que atendían las mesas de las confiterías y bares que frecuentaba y les decía así. - A mi tráeme lo de siempre, y al pibe tal cosa-

Era un genio, mi compinche.

Después, más a la noche me enviaba de vuelta a casa y el se quedaba merodeando por los hoteles donde habitaban aquellas "chicas solidarias" que le menguaban su soledad. Según sostenía en nuestras conversaciones.

Así fueron pasando los años, yo fui creciendo mientras a él se le ocurría envejecer y fui aprendiendo a jugar al futbol, a andar en bicicleta, a montar en caballos cansados, a disputar mis etiquetas de cigarrillos desplegadas bajo la mitad de un ladrillo, a tirar figuritas con la cara de Ermindo Onega para tapar dos o tres con la cara de Chabay, Carrizo, Cordero, Roma, Artime y completar el álbum "Fulbito"

Tira así, - me decía.-
Envolvé el piolín así  - me enseñaba- y el trompo salía dando vueltas en un milagroso vuelo.

Hoy reconozco que tuve una infancia feliz.
A ver, si me olvido de algún juguete, o juegos de aquella época,  en la que él me enseñó a divertirme de lo grande.

Barrilete / Balero / Dados / Payana / Bolitas / Soldaditos / Hombres rana / Indios / Cowboys / Trompos / Autitos rellenos con masilla y rueditas de goma de tapas de penicilina que se encontraban cerca del hospital /  Figuritas / Rueditas de triciclos viejos guiados por un alambre / Pelotas de plástico y de goma / Mis Ladrillos / Mecano / Trenes de lata / Guitarritas / Tamborcitos / Arcos y flechas / revólveres y otras armas / La máscara del llanero solitario / Bicicleta / Pomo para el Carnaval / Gomera / Tramperos / Gritar como Tarzán / Pelotas de trapo / Escondite / La mancha / Y toda la artillería pesada de insultos, trompadas y pataditas /

Bah! No se emocionen con tantos recuerdos, apenas eran simples juegos que practicábamos desde la mañana temprano, hasta que la calle era iluminada por la luz de la luna.

En realidad, en mi infancia yo tenía un compinche llamado José.
De él les estaba hablando.

Hombre separado, pero que vivía con nosotros, papá de dos varones y tres mujeres, una de ellas adivinen quién era...
Mi mamá.

Mi abuelo José, me hizo conocer su secreto mejor guardado y me hizo prometer que no lo contaría nunca jamás.
-Si abuelo, se lo prometo, señor.

Una noche, después de cenar me llevó a tomar helado frente a la plaza, de allí, sigilosamente, fuimos a "La Casa de citas de las Chicas Solidarias" 

Al regresar, yo debía contar en casa que mientras el escuchaba radio en el bar, yo estaba sentado a su lado y que en ningún momento me dejó solo.

- No mamá, el abuelo siempre estuvo a mi lado, y solo tomó una copita de anís. Yo dos Pepsi.

- No mamá, él me dice que el tango que más le gusta se llama "Taquito Militar" Y lo baila con el taco del billar mientras da vueltas por la mesa.

Cada vez que el abuelo bribón se metía en la casa de las chicas solidarias, se demoraba más tiempo con ellas.
A veces me alcanzaba para volver a la plaza a jugar. 
A veces lo abandonaba y me volvía solo a mi casa, pateando tarritos.

- Se quedó jugando a los naipes, mamá.

- Se quedó llenando "La polla" de los partidos del Domingo, mamá.

A La Casa de citas de las Chicas Solidarias, concurría cada vez más temprano y salía cada vez más tarde.

Un día de verano llegó el tren pagador.
Fue el primero en cobrar su salario de jubilado.
Pasó a buscarme por la escuela, con la promesa de comprarme una gaseosa bien helada, como decía la publicidad. Acabaría con mi sed.
Esperamos en el bar de la esquina frente a la casa de las chicas.
Cruzamos en diagonal y entramos por una puertita lateral.

Había un gran living lleno de humo de cigarrillo, y con sillones grandes donde permanecían sentadas algunas mujeres algo desabrigadas.

Por un pasillo largo se veían las puertas de las habitaciones.
Por allí nos atendió una señorita más chica que mis tías.

La señorita que nos atendió tenía el cabello corto.
Usaba grandes aros.
Tenía una sonrisa amplia y generosa.
Sus dedos acariciaron mis rulos.
Usaba unos zapatos de taco alto.
No llevaba vestido.
Pero tenía ropa interior mas pequeña que las de mis tías.
Mi abuelo dejaba parte de su salario, en la cavidad esplendorosa que ella tenía entre sus senos y los billetes se asomaban como un pimpollo.

Recuerdo que salí rápidamente por donde ella me indicó, y que mi abuelo me señaló guiñándome  sus ojos, mientras me entregaba el resto del dinero para que lo lleve a casa.
Nadie del lugar, se dio cuenta que yo había entrado y husmeado.

El secreto mejor guardado fue no decirle a mi mamá ni a mis tías, que aquella tarde, conocí a la novia de mi abuelo.

-Creo que el abuelo se quedó jugando al doctor, mamá.

Era un genio, mi compinche.

Ibarrechea
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