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miércoles, 12 de diciembre de 2012

EL CUCO QUE TE ASUSTABA A VOS TAMBIÉN

Crees que todavía eres un bebé, Pibe.
Pero dejas de gatear, apoyándote en una silla, haces fuerza y te pones de pie, apuntas a la bolsa de residuos que está al lado de la mesada de la cocina y de un escupitajo lanzas el chupete que se mezcla con los residuos.

Ya diste el primer paso para convertirte en un hombre.

Crees que todavía eres un niño, Pibe. 
Pero tu compañerita de asiento en el aula de la escuela, te convida un chupetín con sabor a naranja, la miras y le sonríes, pides dos bolsas de tela arpillera a la celadora y juegan a la carrera de embolsados, hasta que tropiezan y caen, bajo el cielo azul de los recreos.

Diste otro paso para convertirte en un hombre.

Crees que eres un adolescente rebelde, Pibe.
Pero te convidan un cigarrillo, de los Particulares verdes, aspiras el humo, intentas arrojarlo por la nariz roja por el frío del invierno y toses ahogado, entonces lo intentas nuevamente hasta que te sale bien y haces circulitos en el aire. Lo lograste,  ya nadie se burlará por tus intentos fallidos.

Diste otro paso más, para convertirte en un hombre. 

Dicen las amigas de tu mejor amiga que ustedes son novios. Pibe.
Pero te tiritan los pies cuando la ayudas a desvestirse y ella a vos también, y se miran,  y se tocan, entonces se acuestan, le hablas, te habla, bates records, se vuelven a vestir, cada uno por su lado, así dos veces, tres veces, varias veces, en muchas tardes y en muchas noches en que las balas no te rozan y te ves grande y responsable. Y ella a vos también.

Sigues avanzando en la dirección correcta, hombre.

Te has casado, Pibe.
Pero no sabes porqué y tu niño te estira los brazos, lo levantas y giras sobre tus pies, y él se ríe a carcajadas mientras ve que todo gira a su alrededor y cuando lo pones en el piso, él camina como un gaucho resero, va sacando el pecho, se acerca a la bolsa de residuos y allí  emboca el chupete para siempre. Eres feliz.

Parece que sigues avanzando en la dirección correcta, hombre.

Por sorteo, los regalos de Navidad serán entregados en la casa de tus padres, Pibe.
Pero los festejos de año nuevo serán en la casa de tus suegros, tus niños saltan de la alegría y vos también, y llegas en la Nochebuena con un disco de los Wawancó para tu mamá, un libro de Jean Paul Sartre, premio Nobel de literatura en mil novecientos sesenta y cuatro, y una pipa Crisol para tu papá.

Crees que eres todo un hombre. 

Tus hijos te hacen abuelo, Pibe.
Pero vos, vos ya vives solo, contando las estrellas por las noches, empapándote bajo la lluvia, secando tus arrugas bajo el sol, transpirando sudor en el gimnasio, almorzando al paso, y cenando en restaurantes de tu ciudad, acudiendo al llamado de las damas que no quieren dormir sola, porque dicen que el cuco de la soledad solitaria las asusta así.

Entonces eres el enmascarado que no se rinde.

Aprendiste como son ellas, Pibe.
Pero ellas te llaman o te vienen a visitar y les demuestras que el cuco que te asustaba a vos también,  abajo de la cama ya no está,  adentro del placard tampoco, y les hablas que vos ya tienes por sabido eso de que la razón no se lleva bien con el corazón, y que es mejor razonar que corazonar y que es mejor escribir los recuerdos en un blanco papel, para luego hacerlos un bollito bien redondito y arrojarlo en la bolsa de los residuos o en la hoguera de San Juan. 

Eres un hombre maduro en el camino que elegiste.

Cocinado a fuego lento, Pibe.
Pero en el horno de la calle, de la cocina de la vida misma. 
Hasta que te sacan "crocante y sabroso" como una de tus amigas te dijo.  
Entonces vos sonríes y ríes, y tus carcajadas se escuchan en todo el edificio. 

Porque te hiciste amigo de vos, porque te sabes el centro del universo.

Y todo, todo ahora, gira a tu alrededor.
Adiós soledad. 
Dices, mientras vives solo.

José Antonio Ibarrechea.
Copyright 2012

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