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miércoles, 16 de mayo de 2012

TEMEROSO Y DESCONFIADO

Para entender un poco a este tipo temeroso y desconfiado, tenemos que retrotraernos a los años de su niñez.

Una siesta calurosa, un gran temblor de tierra, lo sorprendió trepado arriba de la higuera del fondo de la casa de su abuela.

El pibe tiritaba de miedo entre las ramas.

La abuela salió de la casa y fue donde estaba el.

Baje despacio mi negro -le dijo- baje despacio que Dios lo va a ayudar.

Cómo se que Dios existe y me va a ayudar?
Contestó llorando.

Bueno, si es así, lárguese tonto que yo lo agarro.

La abuela lo abrazó, le secó las lágrimas con el delantal y lo llevó hacia adentro.

El patio de la casa de ella era una enorme quinta de hortalizas, y en un rincón guardaban los patos y las gallinas.

El sol de la siesta se colaba por una ventana que daba al parral y reflejaba  la sombra de ellos dos bailando en las paredes. Como si fuese una película en blanco y negro.

Ella era como una reina.
Y el, como un enano bufón.
Brincaban entre las sillas y la mesa del comedor.

El jardín de la casa de la abuela era todo flores.
Había calas, crisantemos, rosas, claveles alegrías y madreselvas que adornaban la casa desde el portón de entrada hasta la puerta principal..

Una tarde la vio caer.

Sus tíos corrían atropellándose entre ayes y nerviosos movimientos.

Cuando llegó el médico, y para no estorbar entre los presentes, caminó hasta el fondo, se sentó bajo la higuera y lloró desconsoladamente.

Hasta que fue rescatado.

- ¿Cómo se que el médico la va a sanar?
- Levántate y vamos a casa, tonto.

El Psicoanalista lo hace pasar.
Por suerte tiene que caminar pocas cuadras hasta el consultorio en el barrio de Nueva Córdoba.

- Hoy vamos a trabajar para que vaya disminuyendo sus temores y desconfianzas.
- ¿Cómo se que usted me va a ayudar licenciado?
- Depende de la voluntad que usted ponga, tonto.


Mientras volvía al departamento, pensaba en la mujer que amaba.
También en sus continuas torpezas.
Y en el hecho de que a lo largo de su vida, había caído varias veces en los encantos de las falsas promesas.

Entró.
Se sentó en silencio a fumar.
Hasta que los golpes en la puerta, lo sacaron de sus pensamientos.

Se puso de pié.
Caminó sin hacer ruido hasta apoyar la mano en el picaporte.

Preguntó quién era.

- Tu novia, cariño.
- ¿Cómo se que eres mi novia?
- Abre la puerta de una buena vez.... Y me besas, tonto.












Ibarrechea

4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Como siempre, la secuencia con la que escribe lo hace único. Corto y directo. magnífico lei en su tweet que se queda solo... Si la escritora se va adónde la podemos leer? los dos se complementaban muy bien y la música perfecta!
    Siga asi señor.
    Una buena persona escribe así... una abuela.
    Olga Di Santis.

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  3. No elimines mas comentarios, no seas temeroso ni desconfiado, venga a mi puerta. Yo.

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  4. Temeroso, desconfiado y adivino. JULIA.

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