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sábado, 28 de abril de 2012

AMIGA Y OTRAS ESPECIES

I


Amiga


Mi mejor amiga me sirve un café, después que conversamos y analizamos mi situación.
Me dice que la espere mientras ella se baña.
Algunos  momentos después, me asomo por la puerta abierta de su dormitorio, sin inmutarse y como en aquellos tiempos en que vivíamos juntos, se va vistiendo lentamente.
Yo, mientras tanto, observo ese acto.

Mi mejor amiga se seca el cabello.
Se termina de vestir.
Se maquilla.
Se perfuma con Lancôme.
Toma la cartera y me susurra al oído que la lleve al cine por última vez.

Sin soltarnos la mano, miramos la película de todo nuestro tiempo juntos.

Lo hicimos en las bondades del silencio que sigue a las disculpas.
Hasta que encendieron las luces.
Entonces nos encontraron sorprendidos y desamparados ante todos.
Secándonos las lágrimas mientras nos deseábamos suerte en el reparto de las felicidades.

Mi mejor amiga entró sola a su casa.
Y yo.
Yo emprendí mi viaje al sur.

II

Otras Especies (de cuentos)

Pelotitas
El saltimbanqui hace malabares en una esquina del centro con tres pelotitas de tenis.
Cuando llego a su lado, me detengo a mirar el juego mágico de sus manos.
De repente, las pelotitas permanecen suspendidas en el aire.
El, se da vuelta y mira a los absortos espectadores urbanos, levanta la mano izquierda, lleva la derecha al ombligo, se inclina suavemente y agradece los espontáneos aplausos.
Sublime, vuelve a su tarea.
Y las pelotitas caen nuevamente en sus manos.
Como si nada hubiera pasado.

Ingenieros
Primero diseñaron el barco en hojas de papel oficio.
Luego, los pibes de Güemes, trabajaron afanosamaente en su construcción a pesar del constante acoso de la barra haragana de Bella Vista.
Cuando el barco estuvo listo, lo bajaron por el puente de la Avenida Pueyrredón.
Con la primera lluvia de Otoño, La Cañada se hizo de un torrentoso caudal.
Las madres de los pibes ingenieros, corrían desesperadas para evitar que sus hijos se aventuren a navegar esas aguas.
Pero el barco zarpó hasta que el mástil se topó estrepitosamente, contra el puente de la calle Peredo.
Se mantuvo erguido y elegante, a pesar del inevitable desorden.

El plan siguiente, consistía claramente en derribar todos los puentes existentes hasta el río Suquía.
Porque el barco, señoras y señores.
Sepan todos ustedes, que el barco no se toca.


Juguetes
El vendedor de antigüedades atesora entre sus manos un formidable tren de lata.
Nos sentamos en el piso de su comercio.
Yo armo pacientemente las vías, entre los jarrones Chinos.
El va acomodando y enganchando los vagones.
Le da cuerda a la maquinita esplendorosa.
Ambos permanecemos extasiados a su paso por todo el recorrido.
Hasta que algunos soldaditos de plomo, fuertemente armados, reaccionan a tiempo y decididamente, copan la estación para detenerlo por desacato.
Un reloj a péndulo, inesperadamente, vuelve a funcionar.
Mas allá, el piano emite un melancólico sonido.
Y algunas muñecas de porcelana, bailan en los estantes.

Mensajes
Las paredes de la empanadería estaban cubiertas por miles y miles de papelitos con mensajes esperanzadores.
Cuando abrí la puerta, éstos se desprendieron y se convirtieron súbitamente en alborotadoras palomas mensajeras que volaron alocadamente por las calles peatonales, con la incertidumbre de no saber ciertamente, si llegarían antes que los destinatarios se acuesten a dormir la siesta.
Asombrado, el dueño del local se rasca la cabeza y se sienta a contemplar las paredes desnudas, donde  ahora, habita en plena orfandad, el mural de Francisco "Paquirri". El bravo torero Español.

Algunos canallas, mezclados entre los nobles comensales, aprovecharon la confusión reinante y se escabulleron hacia afuera sin pagar.

Bedel 
El Capitán Don Jerónimo Luis de Cabrera, baja de su pedestal al verme pasar por ahí.
Con voz firme y autoritaria me dice que los sospechosos de siempre le habían tirado pistas falsas en razón de mi silenciosa ausencia.
Le argumenté detalladamente lo ocurrido.

Pero después, mientras me sumergía en el Paseo de la Flores, sentí su encolerizado discurso.
"Bedel! Podéis esconderos bajo tu lecho. Podéis cubrios tu cara tras embrujada máscara. Podéis pensar en repentinos abandonos, mas sabéis que mi espada Toledana te alcanzará hasta sepa yo, la verdad de lo acontecido. Pensad entonces, en la excusa que esgrimirás, cuando volvamos a veros, bedel cabrón".

Nido
Subí caminando desde el centro por Obispo Trejo, con las manos en los bolsillos, temiendo en que quizás vengan desgraciadas generaciones que no tengan la imaginación suficiente para darle alas al amor.

Hasta que llegué a Achával Rodríguez.
Y allí, como un pájaro que entra a su nido, pensé en Ti, cariño.
Y me sentí protegido.












Ibarrechea

lunes, 23 de abril de 2012

ALGUNAS CUESTIONES RELACIONADAS


I
Algunas cuestiones relacionadas con mi infancia feliz, pasan por la redondeces de las pelotas de fútbol.
Oh! treinta y tres cascos cocidos entre si atrapando una cámara de goma que inflábamos un ratito cada uno.
Tincazo.
Saliva en el pico.
Que pique tres veces.

Mientras tanto, lejos de mi, nena vos te hamacabas de un columpio colgado en las ramas de los olmos.

Algunas cuestiones relacionadas con mi adolescencia feliz, pasan por el fusil Máuser.
Oh! dormía conmigo.
Le pasaba un trapo con cera a lo largo de su caja de madera, lo conservaba lustroso.
Apuntaba a través de su alza y guión, presionaba levemente la yema de mi dedo índice en el disparador y...
Mi corazón explotaba de alegría.

Mientras tanto, lejos de mi, nena tu cintura tomaba la forma como si fuera de una ágil avispa.

Algunas cuestiones relacionadas con mi juventud feliz, pasan por la música.
Los surcos de los discos simples y long play, parecían diez mil rayitas que convertidas en filosas puntas de lanza, se clavaban en mis oídos y ponían en funcionamiento la máquina de bailar que llevaba secretamente escondida en mis músculos.
Bailábamos todos, mis amigos, los conocidos, amigos de mis amigos, las chicas a conocer, las conocidas, las futuras ex, las "Me gusta".
Clic en "Me gusta".

Mientras tanto lejos de mi, nena tus piernas se estilizaban como las de una bailarina.

II

Algunas cuestiones relacionadas a mi presente hacen que.
Veamos.
Ahora estás dormida entre mis brazos.
Oh nena!
La candidez de tu rostro dormido, hace que me surjan en forma espontánea algunas promesas, proclamadas suavemente, como un  murmullo deslizado en la quietud de tus oídos.

Anota esto, para posteriores reclamos sobre cuestiones relacionadas al amor.
Que cuentes conmigo para todo.
Que estaré a tu lado.
Que serás feliz.
Aquí estoy.

Mientras tanto, nena, pareces despertar y tu sonrisa...
Tu sonrisa va iluminando todos mis atardeceres.


     









Ibarrechea

viernes, 20 de abril de 2012

EL SEÑOR Y LA SEÑORA FIGUEROA

El señor y la señora Figueroa, se conocieron en un baile del Centro Tulumbano.
Adivinen quién ponía la música.

Ellos no se quitaban los ojos de encima.
Marcaron territorio en el centro de la pista, abajo de la bola espejada.
Les sobraban todas las demás baldosas del local.

Se casaron en la Iglesia San Fermín.
Tuvieron un hijo.

El señor Figueroa, se recibió de ingeniero y trabajó en la Renault, hasta su jubilación.

Hizo, que a su señora esposa, nada le faltara.
Tampoco a su hijo.
Aunque repasando su vida y en un inesperado ataque de sinceridad, me contó detalladamente su vida matrimonial.
Le costó mucho esfuerzo comprar el lote, donde y mediante créditos del Banco Social,  logró edificar su casa.
Eran tiempos difíciles, me decía apesadumbrado.

Tuvo algunas amantes.
Cambió el auto varias veces, hasta llegar al cero kilómetro.
Pensó en separarse.
Nunca se llevó bien con sus suegros.

Figueroa llegó al llanto, cuando me habló de su hijo.
El hijo del señor Figueroa, se casó a los veinte años, cuando se bailaba el mejor pop de los noventa, él y su mujer, se largaron de Córdoba, habitarían en España y pronto resolverían olvidarse de sus familiares.

Seguía contándome, que en algunas ocasiones, pensó en vender la casa, inmensa y solitaria.

Nos despedimos con un fuerte abrazo.

La señora Figueroa, en cambio, trabajaba en una tienda de la calle Ituzaingó, hasta su embarazo.
El nacimiento de su hijo le cambió la vida, me manifestó algunos días después y en otro bar del centro.
No pudo tener más hijos.
Al borde de las lágrimas me contaba de sus sospechas sobre la infidelidad de su marido y de sus desdichas
matrimoniales.

Recordaba, ya entre lágrimas, las veces que tuvo que llamar al médico por las enfermedades de su nene, su primer día en el Jardincito, su primer día en la escuela primaria, su guardapolvo, sus cuadernos, sus cumpleaños de tortas y chocolates. su escuela secundaria y hasta que conoció a "esa".

Me dijo que estaban ya casi separados.
Que su marido no dormía con ella.
Que él salía solo y que ella recorría la casa inmensa y solitaria buscando el alboroto de otros años, el bullicio que proporcionaba su hijo correteando por los pasillos con sus juguetes, sus primos y sus amiguitos.
Pero que siempre se encontraba con la mirada ausente de quien fuera el único hombre en su vida.

Nos despedimos con un beso en la peatonal.

Estábamos casi todos.
Nosotros, los muchachos, ya canosos, pelados y gorditos.
Ellas esplendorosas y fascinantes, como si el tiempo no hubiera pasado.

Yo rescaté del baúl de mis recuerdos, el Winco, las púas Wichita y los discos de vinilo.
Porque en realidad, estábamos casi todos.
Hasta los canapés, las pizzas y las bebidas en las mesas.

Y cuarenta y dos años después, reabrimos el club para ver bailar al señor y la señora Figueroa.
Bajo la bola espejada.
Solos y apretados sobre la misma baldosa.
Como en aquellos tiempos.  












Ibarrechea

domingo, 8 de abril de 2012

ESCOLÁSTICO

Cuando el tipo caminaba presuroso por la calle Belgrano, parecía que atrás de Él, venían cuarenta bueyes arrastrando sus carretas llenas de troncos.

Allà en Deàn Funes, nosotros llamábamos tierral, al espantoso paso del viento norte y al terrible andar del tipo rumbo al bar.

Algunas veces, los demás se tenían que hacer a un costado para que Él pasease su enorme figura entre las gentes temerosas, por sus irascibles reacciones.

Escolástico, el tipo en cuestión, entraba y se sentaba de espaldas a la pared en el bar, oteando al resto de los parroquianos que juntaban los porotos de la partida y se disponían a pagar la cuenta de las copas vaciadas rápidamente.

Él miraba a todos y pedía su primer vuelta de grapa.

Nadie le sostenía la mirada.

Ni siquiera el llanero solitario de estas pampas, oportunamente conocido como el Comisario de Macha,
que lanzó el convite al juego, desparramando los billetes de su salario, en la precaria mesa de madera.

Una de las mas feroces batallas campales y formidable escena de pugilato entre gigantes, que se recuerde, fue sin lugar a dudas,  el encuentro entre Escolástico y el comisario por una señita mal hecha y el tufillo a trampa que propicia el juego.

Yo me la perdí.

Me contaron que luego de creerlo muerto a su rival, Escolástico subió a su caballo y galopó hasta su pago.

Que luego cambió de color las paredes de su casa con pintura al agua y que se sentó a esperar bajo el añoso eucalipto, a la espera de la patrulla justiciera.

Nada de eso ocurriría.
Al tercer día ya se habían olvidado todos en el pueblo de aquella pelea.

Pero el herido comisario, siempre que podía, atinaba a sentarse y a espiar por las ventanas del hospital, para identificar de donde venían aquellas risas y comentarios burlones que se colaban entre las cortinas.

Guay que alguien comentase algo cerca de los vigilantes.

A la quinta siesta, y en el sopor de las tres de la tarde, el doctor Evangelio Romero, lo vio entrar por la puerta del fondo del Hospital.

Disimuladamente él y la enfermera, se retiraron del pasillo para darle paso al tipo, que entraba decidido y sudoroso y se paraba ante la cama del machucado comisario, que al verlo, trató de incorporarse entre callados ayes y un fuerte olor a alcanfor.

Entonces, sucedió que  Escolástico extrajo de sus bolsillos el mazo de naipes y en silencio, los dos siguieron la partida de truco interrumpida por el excesivo alcohol.

Yo recuerdo a mi abuelo Escolástico.
Me sentaba en sus rodillas y me relataba poemas gauchos.












Ibarrechea.

domingo, 1 de abril de 2012

TODO SOBRE LOS ZAPATOS PARA DAMA

En el edificio que tiene salida por Pueyrredón, me levanto, me afeito y tomo un cafecito.
Vamos a saludar a la Ciudad de Córdoba desde el cuarto piso.
Oh, sabía decir mi amiga mientras miraba el cuadro de Roque Sáenz Peña.
Discúlpame Roque, Hago lo que puedo.
La Escuela Roque Sáenz Peña está a media cuadra.

El vendedor de diarios grita en la vereda Lavozlavoz!
Con las primeras luces del día, aumenta el ruido del tráfico.
Entonces llamo al ascensor.

La señorita que viene bajando, se sorprende al verme entrar, incómoda por mi presencia, porque trata de calzarse los zapatos.
Es fácil, nena.
Apóyese en mi hombro, yo le coloco la curita en el talón.
Ya está, ¿viste?

A muchas chicas les sucede que cuando los zapatos son nuevos, les molesta el pié, me dijo.

Yo doblo por Vélez Sársfield, y camino hacia el centro.
Por las mismas veredas que voy pateando tarritos, las chicas pisaron sus zapatos nuevos.
Oh chicas, me gusta verlas caminar!

Veamos, las chicas de Cáritas entran apuradas a sus tareas.
Y las del Banco Nación, también.
Y las de la Clínica.
Y las de los comercios.
Y las profes.
Y mis compañeras de trabajo.

Buen día.
Buen día.

En la redacción están todos apurados, parece que hay noticias importantes que comentar.
¿Cómo que cuáles noticias importantes?
Se viene el corte de calles propiciado por el Club Social Nosotros Los Muchachos,
Parece ser que la mujer, llamada Ráfaga, quedó atrapada entre los piolines de cien barriletes.
Que pagarían un alto monto por las estampillas de las cartas para Ángela.
Y parece ser que le robaron algunos frasquitos al Embotellador de Sueños.

(¿Álguien sabe dónde está la palabra amor dentro del nuevo Código Civil?)

El Jefe me llama, salimos a la calle para fumar el primer cigarrillo de la mañana.
Estamos contentos contigo, Ibarrechea, me dice palmeándome la espalda, y agrega en un tono condescendiente, como si fuésemos viejos amigos...
¿ De qué vas a escribir esta semana, ché?

Sobre los zapatos de las damas, jefe.
Todo sobre los zapatos para dama...
                                             












Ibarrechea