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jueves, 5 de enero de 2012

IBARRECHEA: LA MORA

La Mora, falleció en una apacible siesta de otoño, en la hora que eligen las hojas sueltas y tristes de los Paraísos, para amontonarse en los cordones de las veredas.

Entonces en silencio, Francisco, llamó a sus hijos y les contó lo sucedido.

De ahora en más hablaremos de La Mora, mujer Castellana llena de fuerzas, que utilizaba para darle forma a sus sueños.

Fue esposa ejemplar, madre ejemplar.

Sus manos no descansaban a la hora de amasar, de cocinar, de lavar, de amar, de agradecer.

Sus hijos crecieron, bajo las balas del General Franco, hasta que agazapados, subieron al barco que los dejaría en Buenos Aires.

La Mora trabajó a la par de su marido, nunca mostró señales de dolor ó cansancio y sólo se le recuerda aquel tremendo temor a las luces de los rayos y el estruendo posterior en las terribles tormentas.

Aún hoy, Francisco, cada mañana, camina hasta el cementerio, se arrodilla ante la tumba de quién fuera su compañera y le deja una flor.

Todos los dias.

Luego vuelve a su casa, camina por los canteros,  riega las plantas, conserva la huerta, come en silencio y duerme la siesta, esperando que las hojas tristes y sueltas del apacible otoño, se amontonen en el cordón de la vereda.

Ibarrechea.

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