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jueves, 29 de diciembre de 2011

IBARRECHEA: CARTITAS

Querido Niñito Dios  dos puntos
Siempre te escribimos para decirte que nos traigas cositas lindas para poner en el arbolito de Navidad  coma  a veces acertás con nuestras pretensiones  coma  a veces pasás cerquita así  coma  pero a veces le errás feo  punto
Yo recuerdo mi queridito Niñito Dios  coma  que una vez descubri que vos te llamabas Exequiel Antonio  coma  porque me mandaron a pagar la cuenta de la libreta del almacén de ramos generales  punto 
La historia fué así   coma  yo te había pedido  coma  Niñito Dios  coma  un revólver  de lata que apretaba cebitas y que al explotar estas cositas  coma  hacían bang  coma  bang!  punto 
Oh Niñito Dios  coma  no recuerdas que te lo pedí en letras góticas?
Me trajiste un vaquero FW porque parece ser que me hacía más falta que el revólver  punto
Y que en un descuido  coma  mi madre me dio la plata y la libreta  para pagar la cuenta mensual  coma  y el almacenero me preguntó si me había quedado bien el regalo que me compró mi padre para Navidad  punto  punto  punto

Ahora te escribo de nuevo  coma  Niñito Dios  dos puntos
Y es para agradecerte que a pesar de las adversidades  coma  te pedí que álguien me abraze  punto
Te pedí que me hagan sentir bien  punto
Y vos  acertaste  punto
Me llenaron de abrazos  coma  me hicieron sentir bien  coma  muy bien  punto
Gracias mi queridito Niñito Dios  coma  por tu regalito de Navidad  punto
Prometo portarme bien  punto final

Ibarrechea

viernes, 23 de diciembre de 2011

IBARRECHEA: EL PIBE

Veamos, busquen a alguien para darle un abrazo.
Aunque sea el monitor de la compu, a falta de un osito de peluche.
Ya está?
Bueno, ahora cuenten conmigo.
1,2,3,4,5,6,7,8,9,10,11,12,13,14,15,16,17,18,19,20,21,22,23,24,
25,26,27,28,29,30,31,32,33,34,35,36,37,38,39 y 40.
Esos son los segundos que duró nuestro abrazo entre Piruchina y Yo.
Y después de aquel abrazo le mostré la foto del Pibe.

Un dia antes de eso, cargué mis pertenencias en el auto, y salí despacio por las calles empedradas de Itapeva y una nubes esperanzadoras sobre mi cabeza.

En la ruta, busqué una compañía para llenar el asiento vacío.
En la billetera, apretujada entre estampitas y tickets, aparece la foto del pibe.
El pibe se sienta adelante y va mirando el paisaje.
El pibe de la foto que ocupaba un lugar entre San Expedito y el carnet de socio del Club All Boys, fué tomada hace muchísimo tiempo por mi mamá.
La vieja era fotógrafa profesional, tomá vos.

El pibe aparece sonriente, con una sonrisa que se lleva todos los premios y aplausos.
Enternecedora imágen.

El pibe está sentado en una sillita de madera, tiene pantalones cortos, camisa de marinero, y una guitarrita entre sus manos.

El pibe me dijo que le dijeron que le hacían cantar el vals "desde el alma" y que todos se mataban de risa.

Piruchina, mi prima de Santa Fe, al mirar la foto del pibe, también se moría de risa.

Ahora hablo del viaje.

El pibe se asoma entre las cosas de la billetera y me dice.
- Aquí falta álguien.
Le digo que si, que de ahora en más viajaremos nosotros dos solos.
El pibe me mira, mira hacia afuera y se suceden por el paisaje Brasilero, las enormes plantaciones de bananas, de palmeras palmitales, de casas coloridas, la vista de las lagunas, del mar, de las sierras.

El pibe escucha que la funcionaria del Posto de combustïvel, eencha el tanque de gasolina Ipiranga.

- Tá indo embora? Pregunta ella.
- töu sim. Le respondo.

El pibe me dice que le causaban tristeza todas las despedidas, la misma tristeza de cuando miraba por las ventanillas del tren, las vacas amontonadas contra el alambrado.

¿Puede alguno de ustedes ayudarme a describir la mirada de las vacas?
Las miradas de las vacas tienen toda la tristeza del mundo, envuelta en dos enormes círculos negros.

- Creo que es porque siempre están mirando en contra del viento.
Me dijo el pibe.


- La señora que viajaba siempre aquí no paraba nunca de hablar.
Dice el pibe pasando sus manitos por el asiento y agrega.
- Te acordás cuando te cebaba mates? Cuando te hacía café para que no te duermas? Cuando vos subías un bolso y ella seis? Cuando te decía "que linda vista desde acá" y vos estabas pasando a tres camiones a 140 Km por hora? Y cuando se pintaba las uñas aquí? También andando a cien te hacía unos sanguchitos bárbaros... Te acordás que acomodaba la canasta del mate entre las piernas? Que se tapaba del sol con una toalla colgada en el vidrio? Y la noche que se quedó dormida? Esa noche hiciste el recorrido en ocho horas...
- Sí, me acuerdo. Pibe.
- Y todas esas otras cosas que soñaron, planificaron, pensaron, estudiaron etc. etc. que ella y vos hablaban mientras manejabas?
- Sí, me acuerdo. Pibe.

El pibe se acomodaba en el asiento.
- Mirá, aqui hay manchas de pintura para las uñas..
Y nos largamos a reir.
-Y aquí cuando se le cayó el edulcorante sobre la alfombra!
Reimos hasta largarnos a llorar.

- Cuando puedo entro a Internet y leo su blog, escriba algo sobre nosotros.
Me dice la Cabo primero de Gendarmería, Vanessa Gómes, en la Aduana.

Y el pibe me pregunta si de nuevo estamos en Argentina.
Le digo que si.

Entonces se acomoda de nuevo en la foto, toma la guitarrita entre sus manos y me dice.
- Yo quería mucho a la señora que se sentaba aquí.
- Yo también, muchísimo.
- La voy a extrañar.
-Yo también, muchísimo.

Entonces, el Pibe, se tapó con los tickets de los peajes y se quedó dormido en el auto.
Adentro de la billetera.














Ibarrechea
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viernes, 16 de diciembre de 2011

IBARRECHEA: EL EMBOTELLADOR DE SUEÑOS

Sueño y a cada sueño le asigno un frasquito.
Por la mañana, tapo los frasquitos con un corchito.
A los frasquitos los guardo en la biblioteca.
La biblioteca está encima y a los costados de la mesa del escritorio.
Sobre el escritorio una compu.
Abajo al costado, derrotada, exhausta y en trámites de jubilación, descansa una Olivetti.
Sin destapar ningún frasquito que me cuente nada, miro por la ventana hacia el cielo.

El que no ve nada en el cielo, es porque no tiene alma de escritor.

Algunas nubes tienen formas de dragones.
Otra, de una princesa asustada que mira desconcertada a los dragones.
Y más allá, otra nube se parece a un castillo.

Entonces desenfundo mi lapicera y concurro en defensa de la desprotegida princesa.
Los dragones, sorprendidos por mi arrogancia, huyen entre rayos y centellas.
La princesa, agradecida, me dice que no la deje sola. No esta noche, Caballero.

El que no ve nada en el mar, es porque no tiene alma de escritor.

Algunas olas tienen forma de piratas.
Otra, de una sirena asustada que mira desconcertada a los piratas.
Y más allá, otra ola se parece a un barco.

Entonces desenfundo mi lapicera y concurro en defensa de la desprotegida sirena.
Los piratas, sorprendidos por mi valentía, huyen entre los oleajes espumosos.
La sirena, agradecida, me dice que no la deje sola. No esta noche, Bucanero.

Por eso escribo nena, para que me pidas que no te suelte la mano, no esta noche.

En algunos frasquitos tengo sueñitos locos.

"Todos mis hijos me llaman para preguntarme en qué lugar del mundo estoy escribiendo.
El celular pierde la señal en el medio del mar.
Entonces me siento en la balsa, les escribo una carta.
Y arrojo la botella en el océano."

"El señor que arregla máquinas de escribir, se pone los anteojos.
Examina la Olivetti.
Me mira con sus ojos tiernos y cansados.
Yo entiendo y cubro mi máquina con una sábana."

En algunos frasquitos tengo sueñitos relocos.

"Algunos de mis personajes me reclaman más protagonismo.
Otros esperan para salir a escena.
Los lugares que recorro me hablan al oído."

"Pero el mejor de todos y que se repite en todos los frasquitos de este embotellador de sueños.
Es aquel en el que tú me dices. Después de la ducha juntos. Después de volver a acostarnos.
Que no te suelte las manos. No esta noche, amor."

Por eso escribo.

Ibarrechea.

martes, 13 de diciembre de 2011

IBARRECHEA: EL PEQUEÑO DIDU

Fué así  qué  todo comenzó, señor escribidor, el circo entró por allá, por la calle del fondo.
De allí mismo y de mañana temprano se podía ver como entraban al pueblo, primero el señor Scanattini con su saco rojo y sus botas de montar golpeando el látigo contra el suelo, levantando la tierra, atrás de el,  toda una banda tocando marchas,  después los acróbatas, el mago, los payasos, las jaulas, los elefantes, un burro y los coloridos camarines.

Entraron por allá y con semejante barullo nos tuvimos que levantar. Yo tenía que trabajar, pero le dije a ella que se quedara en la cama, que solo era un circo más que llegaba  al pueblo, no me hizo caso y salió como todo el mundo a la vereda, incluso con el pequeño Didú, descalzo.
Al final todos se alborotaron, nadie sabía nada que venía un circo y menos a esa hora en que recién sale el sol. Lo armaron en el baldío al lado del río.

La primera noche ella no aguantó y fué a ver la función, dicen que estaba lleno, me contó el pequeño Didú, que a ella la hicieron participar y se tenía que parar de espaldas a una tabla y que un tipo le tiraba cuchillos y que por suerte no le acertó ninguno, pero cree Didú que después se hizo la que se desmayaba y el tipo la llevó a su camarín.

A mi ella no me contó nada de eso porque yo estaba dormido cuando volvieron y ellos estaban dormidos cuando me fui a trabajar de nuevo al otro día.
Solo por la tarde, hablaba con Didú, porque ella a la tarde se iba al circo como empleada de limpieza.
Eso si me dijo, que limpiaría los camarines de los artistas y que por eso le pagarían bien, y que después se quedaría a la función como voluntaria.

Durante tres días más hizo de ayudante del lanzador de cuchillos, pero, me dijo Didú, que se conchabó con el mago, parece ser, siempre según Didú, que el tipo hacía que la serruchaba y la partía al medio, entonces después de los aplausos, se desmayaba de nuevo para que el mago la llevara a su camarín.

Yo hablé con ella, señor escribidor, le dije que no vaya más al circo, que se quede a cuidar a Didú y que la gente hablaba demasiado de sus desmayos seguidos como ayudante, ahora,  del domador el señor Scanattini que la tuvo toda la noche reanimándola porque vestida de india africana, dicen que la metió en la jaula con los tigres, fíjese usted, señor escribidor.

Mis compañeros de trabajo se burlaban de mi gracias al comportamiento de ella.

Pero dicen que fué el trapecista el que le enseñó a volar, practicó una noche entera con la piola entre las piernas y al final después de girar varias veces se soltaba y giraba en el aire sin caer.
La gente pagaba el doble para verla a ella haciendo ese espectáculo.

Entonces no aguanté más, me enojé y fuí a hablar con ella, porque por culpa del circo había abandonado a nuestro pequeño Didú. que se acostaba solito y se levantaba solito.
Que por culpa del circo la gente inventaba habladurías y se me reían en la cara, que si bien yo sabía que aquí hablan porque si y de más, que quedaba feo escuchar eso y le pedí que no le diera motivos a nadie, además yo me levanto temprano a trabajar y vuelvo cansado a la noche y no encuentro nada listo para comer.
Didú seguramente tampoco la pasaría bien asi es que yo le preparaba todo al pequeño para que comiera, se bañara  y se cambiara de ropa.

Ella se me reía, señor escribidor, mientras yo enojado le decía de todo, se me reía y bailaba como las gitanas porque había aprendido eso también y los hombres del pueblo pagaban tres veces más para mirar sus carnes mientras bailaba. Bailaba y levantaba vuelo.

Pensé en llevarme a Didú conmigo al trabajo, pero el me hizo saber que había visto llorar un payaso y que se hicieron amigos asi es que se quedaría dos horas en el circo y que luego hablaría con su madre para que volviesen juntos.

Esa noche fue la atracción máxima, inolvidable, el circo estaba totalmente lleno, no entraba un alfiler en la carpa, me contaron después y que aún así había una fila de tres cuadras por esta calle para una tercera función, dijeron que ella volaría entre las gentes y haría un jueguito especial con el mono. Qué me dice.

Entonces ocurrió la desgracia, el fuego se inició cerca de los camarines y el viento lo fue llevando a las jaulas primero y a la gran carpa después, la gente se pisaba por salir, gritaban desesperados, hubo muchísimos heridos, pero no muertos porque la lona incendiada no cayó sobre la gente, fueron los animales sueltos que antes de escapar al rio, lastimaron a algunos.

No quedó nada.

Hubiese visto usted, señor escribidor, cuando al día siguiente se fué lo que quedaba del circo de Scanattini.
Yo ví que el iba al frente, con sus ropas llenas de hollín y todas mojadas.
La banda silbando, sin instrumentos.
Todos los artistas, con sus ropas destruídas, avanzando lentamente ante nuestros ojos.
Las jaulas vacías y quemadas.
La chatarra que antes eran camarines, humeaban arrastadas por los tractores.

Ella también se fué.
Cerraba ese triste desfile.
Iba volando alrededor del burro, cuando empezó a llover.

Me dijeron que por la madrugada, antes de irse, una gitana puso la mano sobre la cabeza de mi pequeño Didú, señor escribidor, y que le dijo que a ésta,  a ésta se la iba a pagar.

Ibarrechea.

IBARRECHEA: MARIA Y YO

    Si te trepás al dique de Cruz del Eje, y caminás por el paredón haciéndote el macho, sabrás que de un lado está el agua y del otro, el viento que lleva los ángeles al cielo.

    Después de eso puedes pescar, sacar fotos, llorar y otras bestialidades que se te ocurran, mientras nadie te vea.

    Recuerdo que mi señorita maestra me había encontrado la pareja ideal.
    Con Normita bailábamos, hacíamos obras de teatro, representábamos a Próceres, oh, discúlpen por favor, San Martín, Belgrano, Sarmiento y Martín Fierro, Remedios, Merceditas, y La Cautiva. Y que, por culpa de ello, no advertía la presencia extraordinaria, llena de toda belleza, de María.

    María se sentaba a mi lado, me alcanzaba la goma de borrar, me decía cuál de las palabras llevaba hache, me prestaba el compás, me acomodaba el guardapolvo, se reía de todos mis chistes, me dictaba en las pruebas, le sacaba punta a mi lápiz, pasaba el papel secante en mi carpeta, acomodaba mis útiles en los recreos y nos espiaba desde la puerta cuando Normita y yo ensayábamos.
    Ellas no eran amigas.

    Los ojos de María eran dos faroles con luz alta encendida, mientras vos venías de contramano. Pero al acercarte, bajaban la intensidad, pestañeaban, alumbraban al piso y daban la vuelta. Entonces sólo te quedaba el perfume de sus manitos en tu solapas arregladas.

    A veces caminábamos por las calles de la Ciudad, la mismas calles que caminó Don Arturo Illia, sólo para que ella riese a carcajadas, para que tomemos un helado, busquemos mi bicicleta estacionada en la plaza y trepemos de un salto como el Sundance Kid.. Ella sentada en el caño y con los piés cruzados a la altura de los pedales, sus manos en el manubrio y las mías en sus hombros. Yo silbaba "Gotas de lluvia sobre mi cabeza" de Bucharach y Davis.

    En su casa vivían, ella y su mamá, nadie más.
    Al año siguiente, ella estudiaba en la Escuela Normal y yo en la ENET.
    Su mamá nunca la dejó salir a bailar. Allí ponía luz baja en sus ojos y se le empañaban los cristales.

    Aún así, tenía la sana costumbre de ayudarme con algunos ejercicios de matemáticas.
    Entraba a casa atropellando y con luz alta, con autoridad manifiesta del que sabe y susurrando cada una de sus palabras, poniendo distancia, marcando la cancha, para que el indio escondido que tengo, no se me despertara cuando quedábamos solos.

    Tres años más tarde me fui a vivir a la ciudad donde vive la mujer más linda del mundo.
    Al verme llegar, Jerónimo Luis de Cabrera desenfundó su sable made in Toledo, y me mandó a encerrar a la altura del kilómetro cinco y medio de la ruta veinte para que estudie como debe ser.

    Del puesto de guardia para aquí, órden, disciplina, y reglamentos varios.
    Del puesto de guardia para allá, a María se le moría la madre.
    De ahora en más, viviría sola.

    Nos vimos por última vez, el verano del setenta, mientras me trepaba al tren y la saludaba con la mano en alto por la ventanilla, diciéndole que me espere.
    Después del beso en la mejilla, ella cruzó todos sus dedos y con la palma de las manos hacia abajo y a la altura del bajo vientre esbozó aquella sonrisa inolvidable, sus ojos iluminaron la estación y permaneció quieta hasta que nos perdimos de vista, camino a Deán Funes.

    Nunca más vi a María.

    Cuando ascendía por los ciento cuarenta escalones del paredón del dique para ver el agua color verde oliva, me contaron que murió.
    Sola y señorita.
    Siempre esperando.

    Entonces caminé por el paredón haciéndome el macho, sabiendo que de un lado está el agua y del otro el viento que lleva los ángeles al cielo. Si algún día andan por allá y ven algo, me avisan.










Ibarrechea.
diceelwalter@gmail.com
copyrigth2011

jueves, 8 de diciembre de 2011

IBARRECHEA: LOS LUNES CERRADO

Las formidables escenas de pugilato y lucha libre que se registraban en las calle Jonas Salk, para conseguir las pizzas y empanadas de La Cabaña, era simplemente porque para todos no había.
Me contaban algunos clientes que hubo hasta familiares que dejaron de dirigirse la palabra por aquel motivo.

Llegan hasta hoy, comensales de otros pueblos vecinos a San Francisco, atraídos por el inconfundible sabor.
Trataron algunos perversos de copiar las secretas recetas.
Argumentaban algunas gitanas que se debía a la calidad de la harina.
Otros brujas decían que era la proporción de aceite en la masa.
Que las aceitunas estaban embrujadas, replicaban los chef de vanguardia.
Que la comida era afrodisíaca, consta en actas de algunas descuidadas.

Guardado el secreto bajo siete llaves, como la de una bebida cola, las insuperables pizzas y empanadas se venden ya sin los sobresaltos del comienzo, me decía un señor gordito que merodeaba el lugar.

Según una tía del vecindario, resulta ser que todo allí se hace con amor, con mucho amor, siempre se agrega esperanzas, humor, desafíos, humildad, comprensión, sueños y una lágrima de felicidad y otra de agradecimiento, no es fácil, me aclaró.

De aquellas escenas de pugilato del comienzo, ahora es una ordenada fila que avanza por la vereda, bajo un murmullo de sibaritas, aunque llueva.
Eso si , no hagan como yo, que fuí un día lunes.
"Los lunes cerrado."
Reza un cartel en la puerta.

Ibarrechea.

IBARRECHEA: FELIZ NAVIDAD

En el pasaje Israel, de mi querida Ciudad de Córdoba, unos mayoristas me vendieron cien banderitas Argentinas insertadas en un frágil mástil de plástico blanco, a cinco pesos.
Esa Nochebuena, algunos niñitos internados en el hospital infantil, entre otras cosas lindas, recibieron mis banderitas. Éramos varios voluntarios.
- Feliz Navidad.
- Feliz Navidad.

Treinta y tres años antes de la peor desolación a la que pueda ser sometida una Madre, María paría a Jesús, su hijo, eso es señores la Navidad, el nacimiento de Jesús, de ahora en más, Niñito Dios.

El Niñito Dios hizo que pasara un colectivo cuarenta minutos antes de la medianoche de la Nochebuena y que desde arriba del colectivo, a travéz de las ventanas yo pudiese ver la alegría de los festejos de la gente en fuegos artificiales, brindis y deseos de esperanzas.
- Feliz Navidad.
- Feliz Navidad.

La mujer más linda del mundo no sabía eso.
Los bomberos estaban atentos.
El policía no bajaba la Guardia.
Algunos presos lloraban.
Las copas chocaban entre sí.
Mi perra se escondía en la galería.
Los médicos estaban atentos.
Los enfermeros controlaban que todo esté en órden.
Alto el fuego.
- Feliz Navidad.
- Feliz Navidad.

Pasé algunas Navidades solo.
Oh, Jesús Cristo! Feliz Cumpleaños.
Señor almacenero, quiero un pollo deshuesado, algunas ciruelas, jamón, queso, nueces, pimientos morrones y aceitunas negras y para tomar, para tomar algo que haga olvidar. Me bañaba, me ponía la mejor ropa, la cena estaba lista y me sentaba en la mesa preparada para la ocasión, con mi invitada especial.
Una estampita.
- Feliz Navidad.
- Feliz Navidad.

Una Familia amiga no soportó más verme solo, señoras y señores, dos Navidades siguientes las pasé rodeado de buena gente, que me hizo los mismos regalos durante esos dos años.
La mesa estaba bien servida, el colesterol hizo nido en las nubes.
Los niños jugaban a mi alrededor.
El teléfono mudo.
Volvía a casa y me acostaba a ver televisión.
- Feliz Navidad.
- Feliz Navidad.

El Niñito Dios, había nacído en un pesebre.
Nosotros recordábamos aquella Navidad, incluso bebiendo sin parar.
Algunos Cristianos se peleaban recordando viejas y nuevas disputas.
La luna bostezaba indiferente.
Y yo.
Yo me preguntaba mientras esperaba la gracia de dormirme.
Dónde estuvistes cuando más te necesité?
- Feliz Navidad.
- Feliz Navidad.

Ibarrechea