El hombre que espera, se cambia lentamente, se peina, se perfuma, se asoma a la ventana y mira hacia a calle, pero no ve a nadie.
Ha preparado la cena para dos.
La cena está lista.
Entonces, el hombre que espera abre la puerta, va hasta la vereda y mira hacia la calle, pero no ve a nadie.
Se impaciente y mira la hora, camina hasta la esquina, mira un poco para allá, mira un poco para acá, pero no ve a nadie.
Al final se decide y da toda la vuelta a la manzana de su casa, cruza la calle, camina hasta la parada del colectivo, espera, fuma y se vuelve sin haber visto a nadie.
Cruza su jardín resignado.
Abre la puerta y la encuentra sentada, sonriente.
Esperándolo.
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