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martes, 26 de julio de 2011

IBARRECHEA: RESPLANDORES EFÍMEROS

Antes de los lunes, los días se llaman domingo.

Los domingos a la mañana yo me ponía los pantalones cortos, las medias para jugar y me calzaba las "championes".
Desayunaba con mis viejos rapidito y salía corriendo hacia el Sportivo, para llegar temprano.

Los domingos a la mañana, nosotros, los pibes de la categoría "cebollitas", nos matábamos corriendo atrás de la pelota de fútbol en la cancha reglamentaria.

Al pibe que no era "cebollita", se lo veía merodear por la Iglesia esperando que el cura de su discurso religioso, en la misa de las diez.

Vos elegías, nene.

El Quacker y la cascarilla que te encajaban en la semana, te hacían patear los córners con tal fuerza, que la pelota volaba y se bajaba del cielo, apenas donde empieza el área grande, a mitad de camino del segundo palo del arquero.
No había caso, ché.

Cuando el árbitro daba por terminado el partido, algunos rencorosos te esperaban a la salida para cobrarse con sus propias manos, alguna patadita injusta derramada al pasar.
Trifulca en la calle y las piñas iban y venían mientras se escuchaba la musiquita de la marcha del deporte de fondo y los gritos de los que te venían a separar.

Vos elegías, nene.

Los días domingo, toda la familia junta, almorzabamos en "la casa de la abuela"
Antes, nosostros los pibes, decíamos así.

Entre mi abuelo y mi padre me sentaba yo, bañado, perfumado, con "curitas" en los rasponazos de las rodillas y untando por puro placer, el pan en la salsa.

A la siesta, mis tios practicaban juego de naipes varios.
Mis tías, practicaban chismes varios.
Mientras mi abuelo, papá y yo, el cebollita, controlábamos la boleta de "la polla" de pronósticos deportivos con los resultados de los partidos que lanzaba al aire la Cabalgata Deportiva "yilé"

El sol de los domingos, pasa por el cielo más rápido que en los otros días, entonces, había que volver a casa porque el otro día es lunes, y había que trabajar, según parece.

Tenías que despedirte de tus santos abuelos con un beso y pedirles la bendición.
O estabas a punto de ligar un soberano tirón de orejas.
Es así que sentías que ellos apoyaban sus manos entre tus rulos y te decían en la puerta, que Dios lo bendiga pequeño granuja, que Dios lo bendiga.

Vos elegías, nene.

Los días domingo, a la tardecita, volvíamos caminando a "la casa de la mami"
Antes, nosostros los pibes, decíamos así.

Entre mi padre y mi madre iba yo, levantando la tierra de la calle y con la camisa manchada con salsa.

Ya estaba oscuro cuando papá subía al tren que lo llevaba a Buenos Aires a trabajar.
Las mariposas de los faroles del andén, compungidas me ayudaban a despedirlo.
Si te la dabas de macho, no podías andar mariconeando en una estación de trenes.
No había caso, ché.

Vos elegías, nene.

Mamá me esperaba y cenábamos un rico café con leche y pan con mortadela.
Después, me mandaba a dormir.

Estos resplandores efímeros, que iluminan el túnel de mis recuerdos, traen también, el claro murmullo de la plancha sobre el almidón de mi guardapolvo, el monótono ritmo del roce del cepillo con pomada en mis zapatos y el sublime beso de mi madre en mi frente, mientras yo, me hacía olímpicamente el dormido.

Después del domingo, los días se llaman lunes.

Los lunes a la mañana, las señoritas maestras, tenían por costumbre, pedir que sacásemos una hoja en blanco, lápiz y la goma de borrar. para la temible prueba escrita.

Oh Dios mío, porqué existen los lunes..?

Ibarrechea

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